Festival cubano de cámara "Leo Brouwer”, también en el cine

por © Frank Padrón (Cuba)- NOTICINE.com
Leo Brouwer
No solo se trata de los excelentes programas musicales que presenta en vivo en varios teatros capitalinos. El IV festival de música de cámara “Leo Brouwer” que del 1ro al 14 de este mes se desarrolla en la capital,  ha tenido en cuenta un poco de la música que se recrea también en la pantalla grande, y en un ciclo que puede apreciarse en la sala 2 del Multicine Infanta, hasta el día 14 en que finaliza el evento, los cinéfilos tendrán la oportunidad de repasar o conocer algunos de los títulos más significativos con esa temática.

La premiére – que a la vez será cierre-  no pudo ser mejor elegida: "Coco Chanel e Igor Stravinski"  ( Francia/ 2009), de Jan Kounen ("Dobermann"), focaliza, como indica su nombre, el romance vivido por la gran diseñadora de modas de inicios del siglo XX en Francia y el gran compositor ruso emigrado en plena revolución de su país a un París que, con todo y su carácter “avant la lettre” y “avant garde”, a principio no entendió su música iconoclasta y revolucionaria.
Claro que en una cinta sobre dos artistas y sus respectivas esferas, las relacionadas con ellas desempeñan un rol protagónico; por ello la dirección de arte, la fotografía y la música van colaborando paso a paso con la narración, y se diría que forman parte de la propia diégesis, El blanco y negro que centró el interés cromático de Chanel, la hermosa y fastuosa mansión campestre donde ella instala al amante y su familia, los conciertos de piano del músico que ejecutaba en el cuarto de estudio, desbordan esos espacios y abarcan el todo.

Lo cierto es que se van tejiendo con pormenorización, conocimiento de causa y una progresiva maduración que el espectador sensible no tarda en incorporar, la relación salvaje que se matiza de ternura y después rompe ante una, llamémosle, “cuestión de principios” de Chanel, aunque el arte sobrevive y lo que pudo dar al traste con la obra medular y difícil de Stravinski logra imponerse, aún a pesar de lo personal , pues el ego cede a la gran empresa, los inmensos aportes musicales que la ex amante, a pesar de sí misma, no quiso abortaran.

Si bien los rubros encima mencionados son decisivos en la feliz consecución del film, hay otros dos que no quedan detrás: uno es la planimetría lúdicra, complementaria a los vaivenes y modulaciones del relato (planos inclinados, contrapicados, hermosos travellings ralentizados por el decisivo bosque…) y manejados con una sabiduría encomiable, no menos enriquecedora; otro son los desempeños: el danés Mads Mikkelsen ("El rey Arturo"), la francesa de padre griego Anna Mouglalis ("El papel de su vida")  y un gran nombre de la actual escena rusa: Elena Morozova ("Diario de su mujer") conforman un trío exquisito, que demuestra primero la eficaz labor de casting y después la incorporación feliz, rica en matices y detalles de cada una de sus labores, donde los silencios e insinuaciones son casi más importantes que las mismas palabras.

El ciclo se conformó sobre la base de diversas clasificaciones. Una pudo ser en torno a instrumentos, que más que sus propios ejecutantes, fungían como verdaderos protagonistas de los films (piano, violín, viola…); otra, en torno a concertistas famosos (Mozart, Salieri, Jerry Mulligan, Wladislaw Szpilman…).

Otra manera de analizarlo sería la dualidad entre música clásica y popular, barreras que, a propósito, el propio músico emblemático de este Festival, Leo, ha tenido a bien contribuir a  difuminar, tanto en la teoría como en la práctica.

Lo cierto es que la muestra ha sido amplia y variopinta, y lo fundamental es que ni uno de los títulos pudiera considerarse siquiera menor. Lo más importante quizá es que junto al acercamiento personal a los músicos abordados, los directores pasan revista  la(s) época(s) que los enmarcan: la primera Guerra Mundial, el nazismo, el antisemitismo crecientes en "El pianista" (2002, Román Polanski); la Francia del siglo VII y Luis XIV en "Todas las mañanas del mundo" (1991, Alain Corneau); ese mismo país, concretamente su mítica capital en la etapa de posguerra ("Un americano en París", 1951, Vincente Minnelli) o la corte de José II en la Austria del siglo XVIII que observó las rivalidades entre dos grandes músicos: Mozart y Salieri ("Amadeus", 1984, Milos Forman).

Pero acaso ninguna obra sea tan abarcadora e inclusiva en cuanto a recorrer las etapas y países como la excelente (también por otras razones) "El violín rojo" (1998, François Girard), que parte del siglo XVII y sigue al singular cordófono emblemático hasta nuestros días, pasando por varios países de Europa, Canadá y la China maoísta.
Como decía, no falta lo contemporáneo: musicales famosos de Broadway llevados a la pantalla ("Chicago", "El demonio de Fleet Street…") , clásicos de la composición contemporánea que han trascendido la puesta en pantalla ("West Side Story", 1961, Wise/Robbins, con la célebre partitura de Leonard Bernstein) o uno de los imprescindibles del gran hacedor del musical en los años 50 (Vincente Minnelli); en este caso "Un americano en París".

Algo que los espectadores han apreciado es el drama humano, erótico, familiar que se teje en torno a instrumentos, músicos e historias, como una fascinante partitura humana, y que tiene en los casos de "El piano" (1993, Jane Campion), las mencionadas "Coco Chanel…", "El pianista" y sobre todo, "El violín rojo"…) ejemplos sobresalientes, sin olvidar esa otra zaga que atraviesa países y etapas, esta vez desde el mar ("La leyenda del pianista del océano", 1998) del célebre italiano Giuseppe Tornatore.

En fin, un ciclo que prolonga y enriquece desde la gran tela blanca, las excelencias musicales que, en vivo y en diversos teatros y plazas capitalinas, ofrece el Festival “Leo Brouwer”.

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