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El Festival de cine en la Habana: primeros acercamientos

por © Frank Padrón (La Habana)-NOTICINE.com
7 vírgenes
7 vírgenes
Cazuza7 vírgenes8-XII-05

Desde el martes en la mañana, la 27 edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano es una realidad en la capital y en todo el país, pues casi todas las provincias reciben films de todas las muestras. En estos días iniciales ya hemos visto de (casi ) todo, aunque aún no de la competencia, de modo que algunos de los títulos que aspiran a los corales serán reseñados en un próximo comentario.

Por lo pronto, del Panorama latinoamericano (muestra informativa), "Mujeres infieles", de Chile, es una comedia erótica (algo muy de moda, como se sabe, en el cine chileno contemporáneo desde el super éxito de cintas como "El chacotero sentimental" o la reciente "Sexo con amor") que dirige Rodrigo Ortúzar. Película coral cuyos varios casos apuntan a una tesis que, aún cuando una famosa sexóloga la defienda explícitamente, late en cada uno de ellos: no hay mujer infiel sino insatisfecha, y también: no hay por que otorgarle a los hombres un “privilegio” anejo a todo humano. El tono del film, comedia en definitiva, es deliberadamente ligero, por lo cual no debe esperarse mayor profundización en los personajes ni situaciones resueltas con demasiada hondura sico(o socio)lógica; baste (por lo menos al director) alternar e interrelacionar los diversos casos con una edición fluida, con varios chistes funcionales (no siempre de buen gusto) y actuaciones que también lo son, en correspondencia con el diseño de personajes.

La realización tampoco es compleja, y responde más una estética televisiva, como de serie o telenovela (sólo que, por supuesto, adaptada a algo más de los noventa minutos estándar) que al cine, pero de cualquier manera se pasa bien con esta simpática incursión en la problemática de la mujer clase media del Chile contemporáneo, y donde, entre sonrisas y gags, se lanzan ciertos dardos a la TV y su política comercialista, la falta de escrúpulos de los detectives privados y la doble moral, y donde la auto-satisfacción femenina y la libertad definitiva (algo así como el libertinaje amoroso) parecen asomar como posibles soluciones. Si no somos demasiado exigentes, estas "Mujeres infieles", defensoras a toda costa del joie de vivre , nos depararán una grata jornada.

"Cazuza, o tempo nao para" es un biopic en torno al joven rockero brasileño que irrumpió y fue suceso durante los años 80, y que murió víctima del SIDA a principios de la década siguiente. Calificado por Caetano Veloso como “el poeta más importante de su generación”, procedente de una familia de clase media alta, iconosclasta y rebelde, vivió intensamente con autenticidad y desenfado, algo que trasladó a las letras de las canciones que cantaba, impactando a las multitudes sobre todo juveniles, aunque también mucho más allá de esas edades. Temas como "Tudo amor que houver nesta vida", "Faz parte do meu show", "Exagerado" o el que forma parte del título del film (ya con la enfermedad asumida), se impusieron junto con su grupo Barao Vermelho primero, y después con el cantautor en solitario, que a quince años de su deceso, sigue presente en Brasil.

La directora Sandra Werneck ("Amores posíveis"), asistida por Walter Carvalho ("Janela da Alma") ha logrado captar todo eso y más. Su cámara (en mano, muchas veces) capta el nerviosismo, la fibra y la vibración de vida, obra, generación, contexto, con fuerza y a la vez poesía, una labor fotográfica esmerada, una cuidadosa edición y una banda sonora que mezcla a la excelente música, todo el ruido de una época y un país. Seleccionado entre sesenta actores, el joven actor Daniel de Oliveira (doblando las canciones en voz del cantante original) logra una labor en realidad virtuosa, que secundan sus compañeros de trabajo (entre ellos la veterana Marieta Severo, como la madre).

Una coproducción entre Francia, Gran Bretaña e Italia abrió por todo lo alto la muestra de este último país: "Cuando naces, ya no puedes esconderte", de Marco Tullio Giordania (a propósito, con un rollo trocado el cual alteró la proyección) que pone (muy bien puesto) el dedo en una llaga supurante en la Europa de hoy: la inmigración, sobre todo porque el cineasta no lanza el velo paternalista de otros tantos, ni nos muestra unos “refugiados”, sólo víctimas de discriminación y maltratos. También mucha escoria llega de los antiguos países socialistas, Africa y Asia a un Primer mundo que no los acoge con los brazos abiertos ni mucho menos (verdad que la cinta tampoco escamotea) pero que tiene que vérselas con “elemento” como el que da médula a la historia: junto con honestos trabajadores, deseosos de una legítima mejoría vital, llega mucho delincuente, proxeneta y prostituta(o), decidido a hacérselo de este modo más fácil. La redondez dramática y narrativa del film es tal que, pese a sus casi dos horas, nos mantiene en vilo. Las actuaciones de adultos y jóvenes complementan aquella, de modo que, a buen paso dio inicio la muestra italiana.

También se inició de esa suerte la española, la cual presentó credenciales con "7 vírgenes", de Alberto Rodríguez: cine de la marginalidad, en torno a jóvenes extraviados en su comportamiento y sentido de la vida dentro de un barrio periférico: simpáticos, afectuosos pero a la vez ladrones y tramposos incluso entre sí. La película se inserta dentro de la tan recurrida tendencia actual de la des-narración, de modo que ambienta y sugiere más de lo que cuenta. Notable el sondeo que hace en torno a interesantes subterfugios de varios personajes (como el protagonista y su hermano, a los cuales enlaza una extraña relación de amor-odio, dependencia-rechazo) y la captación magistral de la atmósfera en ese microcosmos que es “el barrio” (con su sordidez, sus peculiares tipos casos, cosas y casas), sólo que en más de una ocasión el film se siente como la serpiente que se mordió la cola: se alarga, insiste en lo mismo, y bien pudo ahorrarse la categoría de largo para haber devenido un magistral mediometraje.

Oro molido, película excepcional de las pocas que hasta ahora considera este crítico superlativa, la canadiense-británica "Tideland", del irreverente Terry Gilliam. Una obra sobre seres absolutamente alucinados, enajenados, de esos que no habitan este mundo ni tienen nada que ver con la tierra que pisan, comenzando con esa niña protagónica como para un inapelable premio de “actriz-revelación” pero dista mucho de ser el film sólo una colección de “raros”: es, en el fondo, y más allá de sus eficaces efectos especiales, su fotografía contrastante y matizada y su cáustico humor, un grito de lo más profundo de sus realizadores a estrechar la amistad y el calor humanos, porque esta gente que viaja a tierras extrañas, que inventan amigos e historias, o que disecan muertos para que no se los robe la tierra, están todos pidiendo a gritos amor y calidez, están conjurando a cada minuto la soledad y la incomunicación que tanto los lastra.

Pronto hablaremos mucho más de las ofertas festivaleras. Hasta muy pronto.