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La tierra que nos pertenece: la lucha de las naciones indígenas en el Festival Presénce Autochtone

por © María G. Bravo (Montreal)-NOTICINE.com
Te Aurere me te Papaa
Te Aurere me te Papaa
The land belongs to those who work itTe Aurere me te Papaa30-V-06

El Festival de la Presencia Autóctona es atípico con respecto a otros festivales no sólo por su propia definición de festival en el que se acoge la producción fílmica y el arte (danza, sonidos, pintura, escritura...) indígenas, sino por su carácter intimista y, sobre todo, porque deja de lado cualquier competencia entre sus participantes.

Lo importante es que Terre en vues ofrece un espacio en el que tienen cabida, en una selección amplia y variada, producciones que, de otro modo, difícilmente podrían llegar a verse fuera de los propios lugares en los que fueron filmadas.

Montreal se convierte en altavoz no sólo de las reivindicaciones de estas naciones, sino en punto de encuentro de las más innovadoras tendencias, de experimentación audiovisual de autores no sólo amerindios (de Canadá, Estados Unidos, Centro y Suramérica) sino también de autores pertenecientes a tribus aborígenes de Nueva Zelanda, Autralia o Rusia.

Pero es cierto que muchas de las producciones que aquí se muestran tienen un componente reivindicativo: bien de la pervivencia cultural, bien de las luchas históricas de las naciones, bien de la búsqueda de un espacio propio y, sobre todo, reconocido, para los indígenas.

Así, la cámara de vídeo especialmente se ha convertido en un instrumento más de esa lucha, una poderosa herramienta en la que la imagen se convierte en un arma más con la que se puede salir del silencio: ahora los nativos pueden hacerse oír y, además, con un formato que llegue a todo el mundo; por lo tanto se han vuelto presentes: existen para la sociedad de las nuevas tecnologías y de la cultura audiovisual.

Con esta premisa se puede ver en films como los que ayer se proyectaron en la ONF más allá de la calidad, del desarrollo narrativo o el tratamiento visual, una intención clara de denuncia, de testimonio de una realidad que queda alejada de lo cotidiano más allá de las montañas de Chiapas, de las colonias maoríes o de las naciones indígenas canadienses.

El conflicto de la tierra sigue siendo uno de los grandes ejes temáticos del festival y elemento común a las preocupaciones tanto de los campesinos de las montañas de Chiapas, los Alconquins de Canadá o los maoríes de Nueva Zelanda, como se vio en estas proyecciones de ayer.

Chiapas sigue en lucha

Películas como "Zapata en las montañas de Chiapas" o "The land belongs to those who work it" trataron de exponer, bajo la perspectiva de los propios protagonistas e incluso desde entrevistas a expertos y sociólogos el origen, la evolución y la trascendencia del conflicto de Chiapas y la lucha liderada por el EZLN.

El derecho a la tierra, sustento de las familias, supone, además, algo más que la lucha por 500 hectáreas, supone la continuación de las reclamaciones históricas de los indígenas mexicanos desde tiempos de Zapata, desde la propia colonización.

La toma de conciencia de su condición, de sus derechos; la organización de los campesinos y la lucha armada se abordan en estos dos documentales que denuncian, además, lo que según ellos está suponiendo el Plan Puebla Panamá, una privatización encubierta de la tierra bajo la proclama de las ventajas del ecoturismo.

La reivindicación de la tierra es también lo que mueve a Maranda Penada Gunn a demandar la protección de las tierras de los Algonquin frente a las amenazas de multinacionales como Domstar Inc. portando como arma una guitarra y la estética de vídeo musical en el film "Nimoshom".

También la música y el lenguaje del cuerpo son utilizados por Tony Burt en el cortometraje "Te Aurere me te Papaa". En tan sólo cinco minutos, Burt logra hacer de la manifestación por los derechos de propiedad de la tierra de los maoríes una muestra de arte, el de los indígenas. Sobrecogedor.