Rodrigo García escribe sobre el drama "Madres e hijas"

Por Rodrigo García (*)


Al principio no había argumento, sólo una vaga idea sobre dos desconocidas que sentían la ausencia de la otra, y cómo esa ausencia había condicionado sus forma de ser. Iba a ser, con suerte, un retrato sobre sentimientos complicados y sobre los destinos entrelazados de dos mujeres, luego de tres. No tengo ni idea de qué órgano de mi cuerpo salió todo esto – casi no me reconocía en la historia.

 

Es posible que se debiera al miedo de todo padre a verse separado de sus hijos, ya sea por el paso del tiempo, por enfermedad, accidente, malentendidos o errores, aunque ningún padre en su sano juicio expresará estos miedos. Lo que tuve claro desde el principio es que iba a volar hasta donde me llevaran las alas de los actores.

 

No sé cómo trabajan los actores. Yo nunca he actuado (quitando un par de obras del colegio) ni estudié interpretación, así que sólo puedo imaginar la clase de cosas que harán para preparar un papel – las conversaciones que deben tener consigo mismos, los desconcertantes descubrimientos que pueden hacer al buscarse a sí mismos en el alma de un personaje. No hay nada humano que les sea ajeno.


Annette Bening habla del guión, de las repercusiones de cualquier acto y de los orígenes de las emociones con una autoridad lúcida. Para mí es fascinante estar en el rodaje y aprender cosas de los personajes que pensaba que había escrito. Esa parte del proceso es fascinante: descubrir cómo se mueve Karen, cómo habla, cómo se viste, cómo se ríe, cómo vive. Y de repente, ahí está Karen. ¿De dónde ha sacado Annette tiempo para esto? Tiene cuatro hijos, una carrera en el teatro, está preparando otros proyectos y tiene padres, hermanos y un marido con mucho mundo, es miembro de la junta de la Academia de Cine y está planeando un viaje a Irán. Y también necesitará tiempo para cuidar a Annette, para pasar tiempo con Annette en las habitaciones a las que sólo ella tiene acceso (Edith Wharton las llamaba “lo sagrado más sagrado”. Puede que a Karen le estuviera permitido entrar). ¿Pensaba Annette en Karen mientras se cepillaba el pelo, apagaba las luces, elegía unos zapatos o se secaba las lágrimas? Durante el rodaje te pregunté, Annette, si más tarde, meses después, me contarías cómo diste con Karen. Ahora mismo no quiero saberlo. No me digas cómo conseguiste trazar el mapa de un viaje tan preciso y conmovedor a los sentimientos de Karen y entendiste con tanta compasión su sequedad y frustración. No me desveles el secreto del truco de magia.


Estamos en la casa de la madre de un amigo de un amigo, en Nueva York, meses antes de empezar a rodar, filmando una toma de la barriga de embarazada de Naomi Watts. Antes sólo la había visto una vez, en una cena. Ahora llega con su brillo de embarazada y aparentemente cómoda. Pronto descubro que tiene un sentido del humor verde delicioso y se lleva bien con hombres y mujeres. Entre escena y escena hablamos un poco de Elizabeth, pero cuando noto que me está escuchando con tanta atención que me hace sentirme incómodo, me callo y la escucho. No hay nada peor que que los actores actúen con la voz del director en la cabeza, pero mis temores no tenían fundamento. Medio año después, durante el rodaje, está claro que Naomi ha creado su propia Elizabeth. No le pregunto quién es. Observo a su Elizabeth desarrollarse ante mis ojos, moviéndose en su mundo con autonomía salvaje, con dura disciplina y manifiesta ambición, pero también con una fragilidad y un miedo disimulados. Tu Elizabeth, Naomi, peligrosa y arrebatadora, es absolutamente entrañable para mí. Primero te metiste en su cabeza (si tuviste miedo—y los artistas de este calibre siempre lo tienen – apenas lo noto). Es un papel exigente físicamente, que incluye desnudos y una gran carga emocional y los días son largos. Naomi es divertida y nos hace reír. Estaba dando el pecho a un bebé de mes y medio y cuidando a un niño de dos años. Me confesó que a veces soñaba con tener un tercero.


Tras rodar en Nueva York las tomas de la barriga, la propietaria de la casa me pregunta de qué va la película. “Yo también nací cuando mi madre tenía 14 años”, dice, “y me dio en adopción. Cuando, de adulta, por fin di con ella, ya había fallecido”. Naomi escucha en silencio, sin traicionar nada. Al igual que Annette, los vínculos de Naomi con el corazón de Elizabeth son un misterio para mí. Un misterio como una droga.


Quiero ser Kerry Washington durante 24 horas, pero no 25. Pasado ese tiempo no daría abasto: una variada carrera en el mundo del cine, activismo político (¡es una feroz argumentadora!), obras benéficas, la amistad de líderes mundiales, un interés en prácticamente todo, contratos publicitarios, viajes… más peso del que podría soportar un hombre de mi tamaño. Es una persona divertida, cariñosa y muy sociable y que se siente bien consigo misma. Kerry lo compagina todo sin despeinarse, y sin dejar de lado su trabajo artístico. ¿En qué vuelo, en qué habitación de hotel, antes de qué aparición televisiva, entre actos de qué obra soñaste con Lucy? Me enseñaste que Lucy era una pequeña burguesa perfeccionista y que su desesperación podía ser cómica, su miedo al fracaso, una agonía y su dolor, profundo. Tras un camino de espinas, gracias a ti, Kerry, su final feliz es totalmente merecido y satisfactorio para mí.


Lo más detestable del mundo del cine son sus estereotipos. Uno de ellos es que los actores son vanidosos, inseguros y exigentes. Algunos lo son, pero también he conocido a taxistas y cirujanos así. De lo que no se habla tanto es de lo que se le exige a los actores: desvestirse delante de todos y mostrar su piel para interpretar a un personaje – la belleza, pero también los golpes, el perfume, los hongos, las rozaduras, la piel de gallina: el paisaje de la carne expuesta a la luz directa. Esa desnudez es una pesadilla para mí. Muchas veces, cuando los actores hacen y dicen las cosas que escribo, me avergüenzo y me escondo en la sombra, detrás de la cámara, con la esperanza de que nadie me esté mirando en ese momento. Y me doy cuenta de que Karen/Annette y Elizabeth/Naomi y Lucy/Kerry y Paul/Sam y Paco/Jimmy me son tan cercanos que me pongo rojo de vergüenza. Gracias a ellos puedo cumplir mi sueño de contar historias y vivir otras vidas. ¿De qué otra forma si no voy a saber lo que es ser otro ser humano?

A lo mejor hay una forma más sencilla. Le pregunto a mi hija cómo es ser una niña de diez años. Le molesta la pregunta y me suelta: "¡Igual que ser un hombre de 49, papá!" ¡Toma ya!


(*) El colombiano Rodrigo García, director y guionista que saltó a la fama con "Cosas que diría con sólo mirarla", nuevamente se adentra en el universo femenino en "Madres e hijas", drama protagonizado por Annette Benning, Naomi Watts, Kerry Washington, Samuel L.Jackson y Jimmi Smits, que se estrena el próximo 2 de julio en España. La historia sigue a tres mujeres: Karen (Bening), quien por presión de su madre abandonó a la niña que tuvo con 14 años y 36 años después sigue lamentando esa pérdida; Elizabeth (Watts), aquella niña, convertida en una mujer que lucha con sus propios problemas de familia, sexualidad y poder; y Lucy (Washington), una joven que quiere ser madre a toda costa y cree estar preparada para ello. El film cuenta con Alejandro González Iñárritu como productor ejecutivo.