Colaboración: Humberto Solás, recorrido tangencial

Humberto Solás y Sergio Benvenuto Solás
Humberto Solás y Sergio Benvenuto Solás
Por Sergio Benvenuto Solás *

Corrían los años 70 del siglo XX y el joven de treinta y tantos años, Humberto Solás, cargaba sobre sus hombros la inmensa responsabilidad de haber creado esa gran pieza descriptiva de la nación cubana, "Lucía" (1968), desbordándose a sí mismo con este mosaico histórico, sociológico y cultural de una nación en pleno resurgimiento social, estrenada en el umbral de la extraordinaria vorágine creativa de los sesenta, el clima más revolucionario que viviría la nación cubana en el siglo XX. "Lucía", aunque tuvo también sus detractores, la acompañó de inmediato un éxito de público, crítica y premios arrollador para aquel joven que se colocaría para siempre en la primera línea de la élite cinematográfica latinoamericana.

Humberto Solás no era un teórico en el sentido más ortodoxo de la palabra y mucho menos en sus inicios. Su potencial capacidad artística era su motor, su alimento espiritual y el camino de su formación como intelectual. Transita de lo intuitivo y sensorial a lo filosófico a la premonición sociológica y a la sabiduría, virtud aún poco estudiada, pero que hoy encuentra consensos entre muchos profesionales cuando se valora su recorrido artístico tanto desde una perspectiva y un análisis contextual, como desde el presente. Su origen humilde, a diferencia del de otras figuras de su talla en nuestra cultura, corresponde al seno una familia cuyos niveles de instrucción eran muy bajos, pero donde sus padres tuvieron la inteligencia, en tanto emergían socialmente y adquirían capacidad financiera media, de garantizar a sus hijos asistir a los buenos colegios desde muy pequeños hasta lograr su formación media.

Triunfa la Revolución de 1959, cuando Humberto tiene solo 17 años. Poco tiempo después, su entrada en el ICAIC como mecanógrafo de la revista Cine Cubano, dada su irrevocable vocación de cineasta, devendrá en importante modo de formación y coyuntura decisiva para su debut como director de cortos. A pesar de ello, no es fácil comprender cuan intenso fue el proceso de formación autodidacta y construcción intelectual de un joven que luego de su magistral debut en "Manuela" (1966) con solo 24 años iniciaría luego el rodaje de uno de los films más complejos y reveladores de la cultura cubana, "Lucía" (1968). Con "Manuela" y "Lucía", Humberto configura y construye para las artes visuales la mirada estética que guiará el cine cubano e influirá en el audiovisual nacional hasta nuestros tiempos.

"Un día de Noviembre" (1972), una obra que se revaloriza día a día, en su momento fue hija adoptiva de la incomprensión que pospuso indefinidamente su estreno. El film que le ofrecía una primera experiencia de convivencia sicológica ante el eventual fracaso, lo coloca ante un doloroso periodo de introspección y reflexión, en el que finalmente Solás debe encontrar una estrategia conciliadora de su voluntad artística y el camino que podía seguir. Y cierto es que dentro del panorama de atropellos de los 70s, en el ICAIC se vive en un tono mucho más moderado en este periodo.

La “estrategia tangencial” es el camino posible ante el castigo al artista, es la opción de quien muy pronto y a solo dos años demostraría su potencialidad como creador cuando ante un “encargo menor” produce esa preciosa obra épica sobre el pueblo haitiano, el documental "Simparelé" (1974), en el que Humberto logra un majestuoso documental musical, cuya riqueza visual, manejo del cine a color y profundo contenido histórico, recreado a veces desde la ficción, una cuidada dirección de arte y el movimiento corporal de su excelente coreografía, le hacen sorprender a muchos al obtener la codiciada Concha de Oro al mejor cortometraje en San Sebastián, en ese mismo año.

Pronto, el éxito de "Simparelé" unido a la intención de Humberto de trabajar en una historia asociada al pueblo chileno, tema que hizo confluir sus intereses y los del ICAIC, generó gran interés y le permitió volver a la ficción para realizar "Cantata de Chile" (1975), film de enorme valor en su experimentación estética, que además, en la arena internacional le valió numerosos premios y gratificaciones entre los que destacó en 1976 el codiciado Gran Premio "Globo de Cristal" del XX Festival Internacional Cinematográfico de Karlovy Vary, Checoslovaquia. Solás cierra la década de los 70s con uno de los documentales imprescindibles del cine cubano, "Wifredo Lam" (1979), una obra privilegiada donde la música de Leo Brower, la fotografía de Jorge Herrera y el montaje de Nelson Rodríguez, trabajados al máximo de la exquisitez, convierten a esta pieza, en obligada referencia y obra mayor de valor patrimonial del documental latinoamericano.

Humberto Solás entiende y aprende mucho de este periodo al que pudo sobrevivir e incluso crecer como artista, etapa que lo prepara para enfrentar nuevos retos artísticos. El intelectual Solás está completamente formado cuando emprende el camino de "Cecilia" (1982). Esta superproducción, con sus diferentes versiones para el film y con un magnífico serial, quizás el más importante realizado en la Isla y desconocido por el público cubano; en el momento de su estreno y bajo una bestial ofensiva de la crítica, aupada desde sectores decisores, irrita como nunca antes (ni después) lo hiciera un film cubano a sectores ultraconservadores de la población y algunos sectores de la intelectualidad, por su manera de abordar la religión, los sentimientos y de manera especial por la incomprendida adaptación de la novela de Villaverde. Pero internamente en el ICAIC, "Cecilia" representó para otros cineastas, la espera, creó conflictos varios, porque Alfredo apostó al asumir su complejidad y volumen de producción.

Alfredo Guevara, en su condición de máximo responsable del surgimiento del ICAIC, patrocinador también de retos como la realización de Memorias del Subdesarrollo y la compleja producción de "Lucía", justo en el año 1968, ha sido en importantes circunstancias un visionario arriesgado y hoy, con "Cecilia", quizás el tiempo haya validado su actuación. Valdría preguntarse si por razones artísticas, históricas e incluso de producción, ¿sería el mismo el cine cubano sin este film?

'Cecilia'Humberto cuando enfrenta "Cecilia" no es completamente ingenuo y seguramente puede vaticinar que su film generará polémica y algunos contratiempos, pero el siniestro ocurrido con esta obra maestra del cine latinoamericano, la humillación que conduce a Solás a estar a punto de abandonar su carrera, el dolor, la frustración y el engaño que fabrican los medios, capaces de ocultar incluso que "Cecilia" era la primera (la única) película cubana en selección oficial en Cannes y que llegó a estar entre las predilectas para el premio a la mejor fotografía, respondía a las penosas luchas de poder por arrebatar a Guevara la joya envidiada y codiciada que era el ICAIC, un ámbito cultural que se expuso con sus divisiones internas, pero que finalmente, y por ventura, no cayó en las ácidas manos que lo ambicionaron dado que se erige desde su interior la nueva dirección, que al margen de otras valoraciones, sabrá preservar con sentido de pertenencia y visión el legado colectivo del ICAIC. "Cecilia" y su debacle fue solo el pretexto para usurpar a Alfredo el proyecto cultural post-revolucionario más completo, una mina de oro vislumbrada desde la emergente prosperidad y las ambiciones surgidas en paralelo en los 80.

Como demostración ética y de respeto de un ICAIC del que siempre había sido parte indispensable el cineasta y teórico Julio García Espinosa, en su mandato se preservan intacta una mayoría de las funcionales estructuras y se crearán también otras nuevas inspiradas en el espíritu del respeto al diálogo y a la polémica defendido por los fundadores en los 60. Muy poco tiempo después del sufrimiento provocado por la ofensiva anti-"Cecilia", se ofrece a Humberto la oportunidad de realizar "Amada" (1983), film extremadamente austero a partir de una adaptación literaria realizada por Nelson Rodríguez, quien además codirigirá el film en una experiencia única en la amplia colaboración profesional de ambos. El film resultó una impecable puesta en escena, que presenta a través de una perfecta reconstrucción de época la interpretación admirable de una bellísima Eslinda Núñez, sublime en su trabajo actoral.

La década de los ochenta dejaba atrás la compleja circunstancia del Mariel al vivirse prontamente una cierta prosperidad económica necesaria y ansiada por la población. El cine cubano de entonces crecía en número de producciones y se daba un interesante proceso de interacción con el público. Si bien es cierto que pulularon también algunas obras menores de carácter puramente comercial, significativas fueron varias de las comedias de esta década. Para entonces Humberto preparaba uno de sus proyectos mayores, "Un Hombre de Éxito" (1986), a partir de una tangencialidad diferente, esta vez a través del recorrido político de un oportunista enmarcado en los principales acontecimientos de la primera mitad del siglo XX cubano hasta el año 1958. Allí, el artista denunciaba la corrupción que acompañaba al oportunismo político de los 80 en un film cuya profundidad de reflexión adquiere una contemporaneidad imperecedera. Con "Un Hombre de Éxito", película agasajada por importantes premios, el cine cubano inicia una nueva era de films críticos con la contemporaneidad que mucho aportarán al debate y a la cultura cubana.

Mientras comienza el declive económico de los 90, a partir de la caída del campo socialista, cuando el polémico estreno de "Alicia en el país de las Maravillas" propicia la salida de Julio García Espinosa de ICAIC, en medio del peligro de la desintegración de la Institución misma, Humberto Solás está enfrascado entonces en su más ambicioso proyecto "El Siglo de las Luces" (1992), que constaba inicialmente de una versión de tres horas para cine y una miniserie que finalmente quedó en tres capítulos de hora y media cada uno. "El Siglo..." se produce justo en el inicio del periodo especial y a pesar de que era la más grande producción de la historia del cine cubano, gracias a la coproducción francesa, su realización coincide con complejas circunstancias nacionales y del propio ICAIC. La errónea visión del Instituto impide la realización de la versión de tres horas, hablada en francés y Humberto se ve obligado a reducir el film a una apresurada versión de dos horas y a colocarle un desmañado doblaje al español y así estrenar su obra.

Quienes conocen la versión de la miniserie, con su excelente doblaje francés, seleccionada entre las cinco mejores miniseries del año en FIPA Internacional, en Cannes, saben que con "El Siglo de las Luces", Humberto Solás deja a la cultura cubana (como dijera en un reciente foro el cineasta Tomás Piard) una de las más grandes obras de arte de su historia. La justa recolocación de esta gran obra sigue siendo una asignatura pendiente para la intelectualidad cubana. "El Siglo de las Luces" no ha terminado de hablarnos en el presente, porque tanto Alejo Carpentier como Solás nos trasmiten a través de esta obra un lúcido testamento guía, rico en sabiduría y en símbolos que iremos descubriendo poco a poco con el devenir del tiempo.

Con "El Siglo de las Luces", Solás encuentra la incomprensión y la más solapada e injusta marginación de su carrera. Durante el último mandato de Alfredo, ni siquiera su manifestada admiración, permite que Humberto dirija un solo film de sus muchos proyectos en casi 10 años. Será merecedor entonces de la Orden Félix Varela, respetado y homenajeado en Cuba y el extranjero pero la historia, que no se deja engañar, no perdonará la irresponsabilidad de quienes desperdiciaron su talento y lo marginaron por casi una década  en su profesión.

"Miel para Oshún" (2001) inicia  una nueva era tangencial. En esta ocasión Solás es un nombre muy sólido y la oportunidad del digital le permite vislumbrar un camino de manera premonitoria para nuestro cine e Industria. Después de numerosos tropiezos y aprovechando una nueva coyuntura de cambios y enfrentamientos ajenos en el marco cultural, logra finalmente arrancar y ahora lo hace pícaramente con todos los elementos de su nueva estrategia bajo el brazo. Con "Miel...", Humberto se comunica como nunca con los espectadores, pues para ellos estaba diseñado el mensaje del film y su apuesta por la unidad de la nación cubana. Según el propio Humberto, "Miel para Oshún", significa endulzar el país, endulzar a la nación cubana.

Humberto Solás y Sergio Benvenuto SolásAprovechando que "Miel para Oshún" recibe numerosos lauros, Humberto realiza el lanzamiento del proyecto Cine Pobre Humberto Solás (2001-2011), que a pesar de su impacto mediático inicial, recibió una fría acogida entre muchos colegas y profesionales cubanos. Tanto los cineastas en su justificada añoranza por el 35 mm y por una producción de envergadura como algunos de los productores en su injustificado propósito de preservar los presupuestos engordados que prácticamente llevaban al cine cubano a sucumbir, o los defensores de aquellas coproducciones que en su mayoría representaban la pérdida de muchas de las esencias del cine nacional; enfrentaban o minimizaban su proyecto del Festival. A pesar de ello, Humberto Solás, el cineasta de las obras  más fastuosas, logra su propósito.  El artista daba el ejemplo con su obra proponiendo la dignificación del cine alternativo y de bajo presupuesto. Su Cine Pobre rápidamente alcanzó notoriedad y prestigio, ayudando a conducir al cine cubano alternativo o de la Industria, amén de influir en otras cinematografías, a una nueva fase.

Luego de una rica experiencia socio-cultural-comunitaria que acompaña al festival, llega para Humberto el momento de hablarle a la gente nuevamente con su cine, de mostrarle sus valores, de romper con la imagen edulcorada y generalizada de una realidad virtual contraponiéndolo a una sobre-ponderación del spot comercial, de la novela televisiva, del clip, del cine a pedido y de la obtención del dinero fácil. Con el largometraje "Barrio Cuba" y el corto "Adela", ambos de 2005, Humberto perfora cáusticamente y sin tapujos la realidad cubana, lo hace con el apoyo de amigos, casi solo, pero consciente de que con esta obra mayor está salvaguardando los valores verdaderos de la “gente de pueblo”, con sensibilidad profunda y responsabilidad absoluta, con una total comprensión del contexto socio-político de nuestro país en su primera década del siglo XXI.

Cierra Humberto Solás en la víspera de su 70 cumpleaños un ciclo ético con este proyecto fílmico y con el amplio legado de Cine Pobre Humberto Solás (2001-2011), dejando protegidos a los cineastas del presente, al concederles toda la fuerza moral para afrontar con la autoestima necesaria dirigir, producir y distribuir de una nueva manera, para continuar con autonomía y creatividad por los nuevos caminos que han de erigirse para sortear las complejidades de la nueva época que ya nos envuelve.

Misión cumplida, iluminado Humberto Solás, el cine de compromiso con el arte y con el país, su autonomía real, su resurgir, está en marcha…

(*): Sobrino e íntimo colaborador de Humberto Solás, Sergio Benvenuto Solás escribe este artículo próximo a cumplirse el 70 aniversario del nacimiento de su tío (14 de diciembre de 1941), el conocido cineasta y fundador del Festival de Cine Pobre de Gibara, prematuramente fallecido hace algo más de tres años, víctima del cáncer.

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