Crítica: "Las ovejas no pierden el tren", descarrilados a los cuarenta

'Las ovejas no pierden el tren'


Por Eduardo Larrocha

En la entrega de los segundos premios Feroz, Paco León agradecía su galardón a la mejor comedia por "Carmina y Amén" señalando la buena salud del género en la última cosecha de 2014. Lo corroboran la variedad de películas que aspiraban a estos premios de la más reciente entre las asociaciones de periodistas cinematográficos españoles. Este nuevo año comienza en clave de comedia española con "Las ovejas no pierden el tren" (2015), la última de Álvaro Fernández Armero, quien sigue con esta producción sus pasos inaugurales cinco largometrajes y veinte años después de "Todo es mentira", su opera prima.

Aquella generación de veinteañeros anda por los cuarenta y continúa tan despistada como a finales del siglo pasado. Siguen sin entender de sexo, ni amores, por mucho que lo practiquen. No están asentados en sus trabajos y ni siquiera la ciudad, un Madrid luminoso, es un hogar amable ni estable y algunos se buscan la vida en Valdeprados, en el campo segoviano.

Separados, solos o en pareja, incluso tienen la carga de algún hijo ¿condenado? a ser único y de unos padres que -cosas del alzheimer- necesitan residencia de asistidos. Con estos ingredientes las ovejas descarriadas quizá no pierdan el tren pero el AVE de este mundo digital lleva una velocidad de crucero aún más asfixiante, por muy confortable que parezca.

"Las ovejas no pierden el tren" es una película coral, frívola y desigual que funciona bien gracias a unos actores más o menos ajustados a sus papeles y a las interpretaciones especialmente de la pareja que se quiere y se grita y que forman Raúl Arévalo, e Inma Cuesta. La actriz valenciana vuelve a demostrar sus dotes para la comedia después de "Tres bodas de más" y a la espera de verla en "Bodas de sangre", de Paula Ortiz. Alberto San Juan y la veterana madre Kiti Manver sacan adelante un guión algo forzado y sin demasiada consistencia que salvan algunos gags excelentes que consiguen hacernos reír.

Junto a ellos, una Candela Peña sobreactuada, Jorge Bosch e Irene Escolar completan un reparto de esta caricatura del presente. La película con guión del propio Fernández Armero se ríe por no llorar de estos tiempos en los que no parece haber manera de salir adelante, en parte por el humano y normal despiste de la existencia y en parte por las deficiencias del momento en el que estamos viviendo.

Es la primera comedia española del año y si el espectador no tiene muchas aspiraciones puede pasar una divertida hora y media de cine.

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