OPINIÓN: El Cine Independiente y las reglas del juego

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Bebé Kamín
Bebé Kamín
7-V-03

Por Bebe Kamin (*)

Si bien ya se habían manifestado con anterioridad, en el transcurso del V Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires se vieron multiplicadas las declaraciones cruzadas entre sectores del medio cinematográfico en las que se expresaban fuertes controversias respecto del apoyo o ausencia del INCAA al, así llamado, cine independiente. Algunas aparecían en los medios - declaraciones de los protagonistas, comentarios con y sin firma, chismes - mientras que otras se ventilaban en despachos, bares y oficinas. Una vez terminado el BAFICI, era casi "indiscutible" que el Instituto había rechazado apoyar a las tres multipremiadas obras que se presentaron. La condena, tácita o explícita, al ente oficial fue una consecuencia lógica. Lo curioso del caso es que el INCAA aportó un monto de dinero significativo, en carácter de anticipo de subsidios, a las películas seleccionadas para completar los procesos de postproducción y lograr que se pudieran presentar en el Festival.

El tema, más allá de los actores circunstanciales del momento, requiere un abordaje que permita una superación de antinomias falsas que parecen generar resentimientos y malos entendidos, tan frecuentes en nuestro medio, y eso es posible si se analizan los fundamentos básicos de la actividad cinematográfica con criterios más o menos racionales.

En los últimos tiempos se instaló una falsa dicotomía entre el "cine nuevo" y los "dinosaurios", entre una generación dispuesta a romper moldes tradicionales y un sector que insiste en producir en forma industrial. Este falso dilema, que generan y del que sacan provecho ciertos opinadores y oportunistas que emiten exagerados elogios y condenas, desconoce un elemento que ha sido un signo en la historia del cine tanto en lo estético como en lo productivo: sólo el cambio asegura la permanencia. Y si bien se reconocen sectores con propuestas diversas, hasta opuestas en algunos casos, no existe una ley que determine que la vigencia excluyente de una tendencia sea su valor mayor sino que, más bien que mal, habitualmente conduce a su total fracaso.

El funcionamiento del cine en Argentina es el resultado de un complejo proceso histórico, pero puede afirmarse que esta actividad -inverosímil en un país donde los problemas de orden político, social y ético alcanzaron niveles de catástrofe- ha logrado permanecer en un lugar de privilegio y mantenerse activa y potente. Nadie duda que el papel del Estado ha sido fundamental para ello. Sin el apoyo económico oficial del que gozan los productores cinematográficos hubiese sido imposible semejante cantidad y diversidad de películas nacionales. Es cierto que existen producciones que se iniciaron, y hasta algunas pocas se completaron, sin el apoyo del INCAA pero llega un momento donde ese capital se torna indispensable cuando se enfrentan situaciones como la comercialización o la presentación en festivales internacionales.

Es en el ámbito del Instituto de Cine donde se dirimen las políticas a llevar a cabo para la actividad. Quienes estuvimos en las jornadas por lograr una mejor legislación que regule el funcionamiento del sector, logramos - algunos opinan que ingenuamente - que el INCAA sea un organismo de conducción colectiva y menos personalista. Para ello se crearon espacios -la Asamblea General, el Consejo Asesor, los Comités de Evaluación- en los que diversos factores del medio cotejan sus opiniones y dictaminan sobre el valor de proyectos y películas, controlan el funcionamiento del organismo, etc. En dichos espacios son debatidas las formas y contenidos de las películas a realizar o los logros de las ya terminadas. ¿Quiénes integran esas comisiones? Representantes de diversas entidades legalmente constituidas de los sectores que hacen el cine: productores, directores, técnicos, actores, etc. ¿Cómo se eligen? En general, se presentan listas de aspirantes a través del Consejo Asesor, y el Director del INCAA determina quienes integrarán los diversos colectivos. No es una tarea sencilla. Más bien es muy complicada ya que por un lado la oferta de personalidades es restringida (muchos de los convocados se niegan a participar por razones de todo tipo) y, generalmente, no demasiado calificada. Así, en el Comité de Preclasificación, principal filtro para un proyecto, se pueden encontrar integrantes que tendrán que juzgar proyectos de gente mucho más experta, o en el Comité de Crédito personas que no han tenido experiencias suficientes como para evaluar proyectos.

Hay una realidad innegable: el capital del Fondo de Fomento que dispone el INCAA es limitado. Esto quiere decir que el dinero disponible para los créditos, subsidios, premios y otras necesidades no alcanza para dar satisfacción a la, normalmente voraz, demanda de todos los que están incluidos en la actividad cinematográfica. Por lo tanto se hace necesario un sistema de evaluación y selección entre los proyectos y películas que pretenden un beneficio del Estado. Y es allí donde se dirimen las políticas. Si un comité dictamina que no habrá ayuda para un proyecto, como sucedió con las películas que integraron el lote de las argentinas en el último BAFICI, es porque sus integrantes así lo decidieron. Y si esto parece inadecuado habrá que revisar no sólo los criterios empleados, sino la composición y métodos de selección de sus integrantes, así como sus criterios de evaluación.

La solución del problema no es sencilla. Todos los sectores involucrados tienen cierta responsabilidad y deberán ejercerla con madurez. Las autoridades del INCAA tendrán que establecer, y difundir ampliamente, los lineamientos generales de su política indicando con claridad qué plan es el que rige para el cine, es decir cuántas películas estima podrán producirse en cada ejercicio, cuánto se destinará a cada "orden de producción", cuáles son las reglas a las que habrán de ajustarse los aspirantes a créditos y premios y los integrantes de los comités de diverso orden, qué concursos se convocarán, etc. O sea, fijar una política amplia y democrática para los diferentes sectores de la actividad cinematográfica.

Los productores y cineastas, incluso los independientes, deberán participar activamente en las instancias de decisión a través de representantes genuinos, seleccionados con un criterio de ofrecer capacidad, conocimiento y honestidad suficiente como para poder ejercer dicha responsabilidad con criterios justos. Esto se logra a través de mecanismos democráticos y plurales en cada asociación profesional. De allí que sea bienvenida la constitución de una nueva asociación de productores y directores del cine independiente para que, por su intermedio, ese sector pueda tener una participación activa en la política cinematográfica.

Este es un medio complicado. Muchos cineastas, algunos de ellos muy destacados, tienen una fobia particular por los temas "gremiales". Consideran que no les corresponde y cuando necesitan se valen por sí mismos o a través de esquemas poco claros para lograr sus objetivos. Hay que entender que cada director o productor no tiene ninguna duda que su proyecto es merecedor del más amplio apoyo. Cuando esto se confronta con la realidad, llámese comités de evaluación, crítica o público, parece no haber consenso generalizado sobre el tema.

Es por ello que se torna urgente la convergencia de todos los sectores del quehacer cinematográfico para acordar las reglas del juego y asegurar el compromiso ineludible de cumplirlas, ganando o perdiendo en el intento individual. Sin un ánimo de respeto mutuo, de comprensión del otro, será difícil superar antinomias inútiles y sin salida. Para ello no sería mala idea, como planteó algún iniciado, convocar a un Congreso Cinematográfico donde estén presentes todos las asociaciones e individuos que tengan algo que opinar sobre el tema. Dicho Congreso, amplio en su convocatoria, podría elaborar los documentos que permitan definir esas reglas de juego que tanto hacen falta en temas tan importantes como la distribución del fondo de fomento cinematográfico, los temas de distribución y exhibición de las películas nacionales, la promoción del cine argentino en el exterior, la organización y participación en festivales internacionales, los llamados a concurso, etc. Sería más civilizado que enviar mensajes agresivos a través de los medios o respuestas rencorosas sotto voce.


(*): Bebe Kamin es realizador, directivo de DAC y representante de la misma ante el Consejo Asesor del INCAA.