Por Edurne Sarriegui  

"Una noche de amor" (2016) es una comedia romántica, segundo trabajo del director argentino Hernán Guerschuny  ("El crítico"). Significa además un doble debut cinematográfico para su protagonista, Sebastián Wainraich -actor conocido en Argentina, sobre todo por sus trabajos televisivos, teatrales y radiales- autor también, en este caso, del guión con la colaboración del realizador.

Leonel (Sebastián Wainraich) y Paola (Carla Peterson) llevan doce años casados. Guionista él y psicóloga ella, gozan del éxito laboral, tienen dos hijos pequeños  y disfrutan de la tranquilidad de un matrimonio bien avenido aunque, en el caso de Leonel, la tentación viva en el mismo edificio.

Una noche en la que tienen previsto cenar con una pareja de amigos se ven obligados a hacerlo solos ante la repentina separación de sus compañeros de salida. Esta inesperada circunstancia y la reunión durante la velada con otra pareja que aporta su particular manera de vivir el matrimonio, provocaran entre Leonel y Paola diversas discusiones y pases de facturas.

El encuentro cara a cara  con la separación ajena sacude las telarañas de su relación y pone sobre la mesa viejos reclamos y nuevos planteos, así como las inevitables diferencias entre ambos sexos.

El tema de las relaciones de pareja y de cómo la rutina y las múltiples obligaciones hacen perder el foco de lo que es importante, no resulta original. La comodidad de una vida compartida pareciera atentar contra el amor - que se da por sentado- y la pasión - que se supone innecesaria.
 
Wainraich y Guerschuny, eligen la comedia para llevar a la pantalla situaciones consideradas habituales y reclamos atribuidos tanto a ellos como a ellas. En ese tono destaca la actuación de Carla Petersen que demuestra una vez más sus dotes de comediante.

La cinta cuenta con las actuaciones de Rafael Spregelburd, María Carámbula, Justina Bustos como la bella tentación, y Soledad Silveyra en una corta pero efectiva intervención como la madre de Leonel.

"Una noche de amor" no ofrece sorpresas. Se queda con lo obvio, asumiendo que la felicidad que promete el enamoramiento no es eterna y que hay que poner algo más después del final feliz de las historias de amor. Le falta un poco de nervio para crear una expectativa que vaya más allá de cuál será la decisión final de los protagonistas. Provoca sonrisas pero definitivamente no consigue la carcajada esperable de una comedia.

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