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Crítica: "Altamira", pintando sentimientos

por © NOTICINE.com
''Altamira''
Por Borja Garrido

Quince largos años han pasado desde que el director británico Hugh Hudson estrenase su película "Soñé con África / Pasión por África / I Dreamed of Africa", que con un coste de 50 millones de dólares sólo recaudó 14,4 en todo el mundo, tras la que se retiró (o le retiraron) de la realización de largometrajes, viajando a las sombras con la filmación de un par de documentales y proyectos cortos que jamás lograron alcanzar la relevancia y el valor de algunas de sus propuestas del pasado. Orgulloso director de la conocida producción "Carros de fuego / Carrozas de fuego / Chariots of Fire", Hudson ha decidido mostrar a la audiencia nuevamente su faceta más artística, más íntima y más sentimental en un homenaje ya no sólo al investigador asociado al descubrimiento de las Cuevas de Altamira, Marcelino Sanz de Sautuola, sino también al interior más puro de la persona que se esconde tras la figura histórica.

"Altamira", cuyo estreno en las salas españolas se producirá este mismo viernes, sirve como excusa perfecta para dar una pequeña lección de historia a los espectadores acerca de uno de los descubrimientos de carácter arqueológico y artístico más importantes de la historia de la humanidad. Sin embargo, a pesar de esta especie de funcionalidad didáctica que se halla implícita en la naturaleza del film, lo que debemos destacar de la película no es más que la belleza y la coherencia narrativa con que se describen los acontecimientos, repletos de una carga dramática máxima en esta historia del desconocimiento.

A pesar de que gran parte de la audiencia pueda esperar en la cinta una profunda y tediosa lección acerca del grandioso arte de las pinturas rupestres de Altamira, lo cierto es que aparentemente esa nunca ha sido la intención por parte del equipo directivo, lo cual se deja entrever ya desde los primeros minutos de la aventura y es un aspecto que quizá deje un sabor agridulce a los espectadores que no fuesen a las salas demasiado bien informados acerca de lo que van a visionar durante su estancia en el cine. Por tanto, es preciso apuntar que no nos encontramos ante una película de un carácter histórico meramente documental, puesto que al fin y al cabo la producción orbita en torno a la historia de cómo tanto la comunidad científica como la población popular guiada bajo las directrices del conservadurismo católico tacharon el descubrimiento de las Cuevas de Altamira como un fraude total y a su descubridor, Don Marcelino, como un falsificador, haciendo que su propia hija (la primera en ver las pinturas) y el resto de su familia viviesen en un calvario durante años.

Habiendo sido rodada en diversas localizaciones próximas a los acontecimientos reales como Santander, Santillana o Castro Urdiales, y con un reparto que cumple de manera excelente, la película guía a los espectadores hacia una belleza fotográfica y de montaje repleta de verdes colinas y rodeada de los altos picos rocosos de la costa de Santander, donde en 1878 una jovencísima María Sautuola (Allegra Allen), de tan solo 9 años, y su padre, Marcelino (Antonio Banderas), un hombre aficionado a la arqueología debido a esa fuerza invisible que empuja inevitablemente al ser humano a la constante búsqueda innata del conocimiento, descubren algo extraordinario que reescribiría por completo la historia de la humanidad tal y como se conocía en la época: las primeras pinturas prehistóricas encontradas hasta la fecha, unos impresionantes bisontes a galope trazados con dulzura y precisión que desafiaron los dogmas establecidos.

Sin embargo, los conflictos espirituales no tardan en aparecer cuando ya desde el inicio Conchita (Golshifteh Farahani), la madre de María, fiel devota y de ideas totalmente cuadriculadas, al igual que los representantes de la Iglesia Católica, quedan perturbados por el descubrimiento. Consideran que estas pinturas plasmadas en el paleolítico son un ataque a la verdad de la Biblia. Sorprendentemente, la comunidad científica representada por el prehistoriador Émile Cartailhac (Clément Sibony) también acusa de fraude a Marcelino y su grandioso descubrimiento, probablemente corroído por la envidia de no ser él mismo el encargado de llevar el estandarte del progreso, o dolido ante su nula capacidad de entender que lo bonito de la ciencia es dejar libre el conocimiento y comprender que ni siquiera la más pura de las verdades puede ser comprendida y tomada de forma absoluta. Es en ese preciso momento cuando la familia entra en una fuerte crisis tanto personal como social, que además empeora cuando finalmente cierran la cueva. El mundo idílico e inocente en el que vivía la joven María se derrumba por completo, y sus intentos por ayudar sólo logran empeorar las cosas.

Finalmente, podemos considerar "Altamira", europuding con participación de España, Francia y Gran Bretaña, filmado en inglés, como un producto bastante completo y que se muestra realmente sólido a lo largo de su duración, sin mostrar altibajos en su línea argumental y logrando acompañar la narración con elementos que la hacen ante todo amena y fácil de seguir. Teniendo unas interpretaciones realmente notables, una composición musical muy cuidada y limpia de manos de Mark Knopfler, y un montaje fotográfico espectacular como principales bazas para resultar agradable al público generalista, es justo valorar a la cinta como una propuesta en líneas generales bastante decente y que decide no tomar riesgos que la podrían haber impulsado hacia el éxito o lastrado a los infiernos y el más profundo de los olvidos.