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Crítica Seminci: "Aquarius", coraje frente a la playa

por © NOTICINE.com
Sonia Braga, en "Aquarius"
Por Edurne Sarriegui    
 
El pernambucano Kleber Mendonça Filho situa de nuevo su segundo largometraje en una edificación de su ciudad natal. Después de la multipremiada "Sonidos vecinos / O som ao redor" (2012), llega "Aquarius", un drama de tintes costumbristas en el que se entretejen la especulación inmobiliaria, la corrupción y la fortaleza de una mujer determinada a conservar su hogar de toda la vida, y que muestra también las relaciones entre clases sociales en el Brasil actual.

Doña Clara (Sonia Braga) es una crítica musical jubilada que habita un departamento en el edificio "Aquarius", construido sobre la elegante costa de Recife en los años cuarenta. Es la última habitante del lugar pues el resto de los propietarios vendió sus apartamentos a la empresa constructora Boa Viagem que pretende levantar un moderno condominio con decenas de plantas. Doña Clara es el ultimo bastión que defiende la tradición ante los avances de la modernidad en un Brasil cambiante.

Dividido en tres capítulos, el film comienza con la fiesta de cumpleaños de una tía de Clara en el inicio de los años ochenta. Se hace evidente que en esa familia hay mujeres de avanzada, fuertes y determinadas, que siempre han hecho valer sus opiniones y, poniéndose el mundo por montera, han tomado sus propias decisiones sin consultar a nadie. También queda claro el fuerte vínculo que establece la famila con su casa y con algunos objetos. Clara, viuda desde hace diecisiete años, que superó un cáncer de pecho en su juventud y que heredó la determinación de su tía, hace gala de su carácter para enfrentar las múltiples maneras -algunas sutiles y otras no tanto- que encuentra la empresa para que revoque su decisión de no vender la casa.

El personaje protagónico, ampliamente dibujado por el guion, encuentra en la interpretación de Sonia Braga la calidad necesaria para representar a una dama tan independiente, activa y vital.

"Aquarius" es una película que mantiene el interés en su trama y cuenta con una protagonista atractiva capaz de hacerse con la empatía del público. Lo que juega en contra de la cinta es su metraje excesivamente largo, resultando -particularmente en sus dos primeras partes- un tanto reiterativo. Son dos horas y veinticinco minutos que se superan gracias a la icónica Sonia Braga y su buen hacer, su entrega incondicional por el personaje ante la cámara.


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