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Crítica: "El sacrificio de Nehuen Puyelli", artificiosidad acartonada

por © NOTICINE.com
"El sacrificio de Nehuen Puyelli"
Por Edurne Sarriegui     

El prolífico realizador argentino José Celestino Campusano estrena esta semana su último trabajo en salas comerciales, después de su paso por la edición número 31 del Festival de Cine de Mar del Plata. En "El sacrificio de Nehuen Puyelli" (2016), que de ella se trata, Campusano vuelve a mostrar su gusto por las historias sórdidas y afirma el trabajo con actores no profesionales como marca autoral.

La historia, basada en hechos reales, gira en torno a Nehuen Puyelli (Chino Aracena), un curandero mapuche que es encarcelado tras haber sido acusado de ejercicio ilegal de la medicina y de enfrentarse a una familia de clase alta por mantener una relación homosexual con su joven hijo discapacitado. En la cárcel en la que está internado, un preso próximo a cumplir su condena, Ramón Arce (Damián Ávila), es el que mantiene el orden entre los internos con el acuerdo  del director. Necesitado de una dirección en las proximidades para poder disfrutar de salidas del penal, llega a un acuerdo con Nehuen que le ofrece su casa a cambio de protección.  

Pero este no es el único conflicto que se presenta en la trama. Campusano añade innumerables enfrentamientos a medida que avanza la historia. El argumento se desplaza dentro y fuera de la cárcel a través de los personajes que van y vienen mientras la violencia que se insinúa al principio va en aumento hasta tomar el principal protagonismo volviéndose omnipresente. Los personajes juegan papeles de buenos y malos evitando cualquier matiz en su comportamiento haciendo parecer sus actitudes artificiosas.

El realizador sale del entorno que le es habitual en el conurbano bonaerense para trasladarse al sur del país y hacer una crónica rural y carcelaria con personajes marginales y una crítica social de manera demasiado obvia.

"El sacrificio de Nehuen Puyelli" se ramifica de forma excesiva y pierde credibilidad con actuaciones acartonadas, diálogos recitados y discursos forzados. La sobreabundancia de actores no profesionales lleva a la cinta lejos del realismo que pretende para hacerla parecer inverosímil. Y la reducción a posiciones extremadamente maniqueas termina por restar credibilidad a conflictos importantes como la lucha de clases, la violencia carcelaria, el racismo y la xenofobia.

Fiel al estilo que ya ha mostrado anteriormente su autor, seguramente verá limitado su público a sus más fieles seguidores.

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