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Crítica: "Todo lo que veo es mío", arte cinéfilo con poca historia

por © NOTICINE.com
"Todo lo que veo es mío"
Por Edurne Sarriegui

La dupla conformada por Mariano Galperín y Román Podolsky estrenan su obra conjunta "Todo lo que veo es mío" (2017). Los autores reflejan en este film los meses que pasó en Buenos Aires Marcel Duchamp y llega a las pantallas comerciales de Argentina después de pasar por la sección oficial de Festival de Cine de Mar del Plata.

Duchamp fue un artista de vanguardia y  uno de los más conspicuos representantes del dadaísmo, corriente artística que buscó oponerse a los cánones establecidos y que se expresa en diferentes manifestaciones del arte. Francés de nacimiento, Marcel pasó por ciudades como París, Zurich y Nueva York, antes de recalar por unos meses en Buenos Aires cuando en Europa se desarrollaba la última parte de la Primera Guerra Mundial. En medio de los grandes cambios que se estaban produciendo en el mundo occidental, el protagonista de "Todo lo que veo es mío" eligió una ciudad bastante alejada de las innovaciones estéticas en una suerte de retiro durante el que seguramente esperaba apropiarse de nuevas experiencias que sirvieran para nutrir su afán de innovación.

La cinta de Galperín y Podolsky carece de una línea argumental o de un rumbo dramático para desarrollar la estadía del francés en tierras australes. Tomando como referencia párrafos de algunas cartas que se supone escribía a sus hermanas, se concentran en las probables experiencias del visitante en la Buenos Aires de principios del siglo veinte, a la que no podía dejar de ver como una ciudad provinciana con pretensiones de gran ciudad.

La fotografía de "Todo lo que veo es mío" es la parte más relevante de la película que protagoniza Michel Noher junto a Malena Sánchez como Ivonne Chastel, su compañera en esta aventura latinoamericana. Con pocos medios y personajes, rodada casi exclusivamente en interiores, los autores se las arreglan para rescatar la ciudad porteña de un siglo atrás y mostrar algunos de los tópicos de la época como el anarquismo, el tango y una actitud conservadora que Duchamp no podía dejar de denostar.

"Todo lo que veo es mío" es un ejercicio cinematográfico dirigido a cinéfilos que sabrán disfrutar de una fotografía exquisita con especial énfasis en las imágenes cotidianas que probablemente el genio del artista podía apreciar e incorporar a su arte.

Pero esa preponderancia de lo visual y la exclusión casi total de un argumento limitarán sin duda su llegada a buena parte de los espectadores.

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