Crítica: "27 El club de los malditos", entre la caricatura y el dislate

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Capusotto, en "27 El club de los malditos"
Por Edurne Sarriegui     

El argentino Nicanor Loreti estrena su quinto largometraje coescrito junto al británico Alex Cox. "27 El club de los malditos" mezcla la acción, el policial negro y la comedia en un hipotético submundo con una historia original en su propuesta pero que defrauda en su desarrollo. Los coguionistas toman un hecho real que ha provocado multitud de especulaciones como es la muerte inesperada de estrellas de la música a la edad de veintisiete años y desarrollan una teoría conspirativa a su alrededor.

En una calurosa noche del verano porteño un famoso cantante punk, Leandro de la Torre (interpretado por el cantante local de cumbia "El Polaco"), muere al caer desde una ventana durante el festejo de su cumpleaños. Mientras tanto Paula (Sofía Gala Castiglione), una joven fan que no pudo acceder a la fiesta, graba involuntariamente la caída y se convierte así en clave para la resolución del caso. A cargo de la investigación estará el teniente Lombardo interpretado por Diego Capusotto, un policía poco convencional. Juntos, testigo y detective, tendrán que desentrañar una malévola conspiración para hacer pasar por suicidios lo que en realidad son asesinatos inspirados por un deseo de venganza.

La cinta tiene puntos en común con anteriores trabajos de Loreti y -como en "Kryptonita" (2015)- vuelve a llevar un mito popular a un conurbano bonaerense habitado por personajes delirantes y marginales desde el punto de vista de la propia propuesta. El policía violento y adicto al alcohol etílico (muy parecido a un personaje más de los programas televisivos de Capusotto), protagonista del film, está rodeado por personajes de similar tenor que conforman un universo que oscila entre la caricatura y el dislate. El reconocido gusto de Cox por la cultura punk se ve reflejado en la estética predominante a lo largo del metraje.

"27 El club de los malditos" es un film que busca permanentemente la risa fácil en el espectador. Acierta al plantear un misterio que genera cierta expectativa pero termina decayendo a medida que la historia se torna intrincada y el tono delirante de la propuesta se hace excesivo. Para disfrute de aquellos que aprecian las más personales apuestas de Nicanor Loreti.

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