Crítica: "Ahí viene", decadencia

por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
"Ahi viene"
Por Juan Pablo Russo   

El cine argentino realizado de manera autogestionada, cooperativa y comunitaria viene abriéndose camino como y donde puede, primero a través de la presentación en festivales –José Celestino Campusano fue el emblema de este movimiento- y desde hace un tiempo también accediendo a estrenos comerciales dentro de un circuito caníbal cada vez más dominado por sectores privilegiados y multinacionales. "Ahí viene" (2018), ópera prima de Federico Jacobi, es otro ejemplo como se puede hacer cine alejado de los cánones comerciales que lo rigen.

La historia es simple y concreta. Un hombre pasa sus últimos días en una decadente casona que en otro tiempo albergó a una familia que ya no existe, mientras el hijo, recién llegado de España, intenta reconstruir una relación que se rompió y parece imposible subsanar.

"Ahí viene" es una película de personajes y espacios. Dividida en tres partes primero asistimos a la soledad de un hombre que se enfrenta a la muerte en una casa que funciona como la metáfora de la vejez, el deterioro y la decadencia. Daniel Quaranta interpreta a través de silencios y una actuación basada en lo corporal a un hombre encerrado en los recuerdos de un pasado mejor. En la segunda mitad la aparición del hijo (Nahuel Yotich) y la tensa relación que mantienen los (y nos) interpela sobre el sentido de la vida y lo material. Para el final, Jacobi se sale de ese espacio cerrado, claustrofóbico, para abrirlo al barrio, oxigenarlo, como tregua hacia una sanación del vínculo.

Jacobi recurre a una puesta compleja como lo es trabajar la mayor cantidad del metraje en un mismo espacio, algo que podría devenir en una puesta netamente teatral, sobre todo al contar con solo dos personajes, pero logra salir airoso, apostando a una serie de encuadres, puestas y movimientos de cámara que se corren de lo convencional.

Más allá de las imperfecciones que se le puedan encontrar, "Ahí viene" posee varios méritos, y no solo por la forma de realización, sino también por la mirada inteligente del director sobre una historia sensible que le evita todo el tiempo a la sensiblería.

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