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Crítica: "Marilyn", al final todos me amarán

por Super User
"Marilyn"
Por Juan Pablo Russo    

Martín Rodríguez Redondo debuta en el largometraje narrando una historia sobre diversidad sexual y opresión de clase con la notable "Marilyn" (2018), estrenada en la Berlinale y ahora en salas argentinas, un acercamiento profundo y certero inspirado en un hecho de la realidad.

Marcos (formidable actuación de Walter Rodríguez despojada de todo tipo de clichés) vive junto a sus padres y hermano en una zona rural de la Argentina. Su padre es el único que vislumbra un futuro para el adolescente más allá de las tareas rurales. Pero el padre muere repentinamente y Marcos queda a la merced de su madre y hermano, dos seres que niegan lo que está delante de sus ojos con un hostigamiento feroz. A Marcos le encantan las lentejuelas, la ropa de mujer y un chico que conoce en un quiosco del pueblo cercano.

"Marilyn" se inspira en la historia verdadera de Marcelo Bernasconi ocurrida en 2009, un chico de campo condenado a cadena perpetua por matar a su madre y hermano luego de sufrir un rechazo permanente, de encierros y maltratos, por su elección sexual. En la cárcel, Marcelo se asumió como trans y se convirtió en Marilyn.

Rodríguez Redondo utiliza el colorido y la alegría del carnaval para ambientar una ópera prima con un trasfondo oscuro y trágico. Es el carnaval el único momento que Marcos tiene para liberarse pero también a partir de él comenzará la tragedia. "Marilyn" es una película sensorial donde la tensión se respira en el aire mientras uno espera un trágico desenlace que nunca llega, siendo ese momento fatal tan impactante como liberador, tanto para el personaje como para el espectador.

"Marilyn" escapa a las convenciones del género policial sobre el que se enmarca la historia, su corazón late por un costado donde el riesgo es mayor. Rodríguez Redondo trabaja sobre la perturbación provocada por el rechazo de la propia familia ante mandatos sociales y opresión de clase. Patrones-Padres-Hijos, la santísima trinidad del poder y la dominación de uno sobre otros. El peor pecado de Marcos no es su elección sexual sino su condición social.

Con una puesta en escena precisa, Rodríguez Redondo acierta en cada una de las decisiones que toma, ya sea en cuanto a la forma de filmar, de que mostrar o en qué momento musicalizar, como también la novedosa manera en la que decide contar una historia LGTB donde el verdadero problema subyace en la pobreza.

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