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Crítica: "Madre", viaje emocional a la playa

por © NOTICINE.com
"Madre"
"Madre"
Por Alejandro García    
  
"Madre", del director madrileño Rodrigo Sorogoyen, se ha convertido en una de las películas españolas más esperadas tras haber cosechado un premio Goya y una nominación a los Oscar en su anticipo como cortometraje. Ahora, en su secuela de largo metraje, otorga continuidad y profundidad a la historia que este nos presentó. En él, Elena (Marta Nieto) recibía la llamada de su hijo de seis años que se encontraba perdido y asustado en una playa del País Vasco francés por el descuido de su padre Ramón (Raúl Prieto). El corto nos hacía pensar que el desenlace había sido trágico y así lo confirma la película.

El film arranca precisamente con el cortometraje y el resto de la historia se nos presenta por medio de una elipsis de diez años que nos traslada cerca de la playa donde Elena perdió a su hijo y donde ahora vive enrocada en el dolor. Es la encargada de un restaurante y su único apoyo durante este tiempo ha sido Joseba (Àlex Brendemühl), quien, pese a sus esfuerzos, no alcanza a entender del todo por lo que ella está pasando. Es entonces cuando conoce a un chico llamado Jean (Jules Porier) que le llevará por un viaje emocional tan confuso para ella como para el espectador. Si bien en el cortometraje se buscaba que el espectador pensase al mismo tiempo que lo hacía su protagonista, ahora lo difícil es saber qué está pensando Elena en cada momento y qué le lleva a actuar cómo actúa.

Era complicado pensar que una historia diseñada para durar unos pocos minutos con un final bastante contundente pudiera ahora alargarse artificialmente con eficacia. Bien, pues "Madre" lo consigue, logra darle un nuevo enfoque a la trama: el duelo de Elena por la muerte de su hijo, que llevaba en suspenso una década y que es acelerado por la llegada del personaje de Jean. El punto fuerte de la película es el tratamiento del personaje de Elena y la gran interpretación que hace de éste Marta Nieto, quien demuestra que se puede expresar mucho más por medio de la gestualidad que de recitar líneas de guion.

Nadie a su alrededor entiende la relación de Elena y Jean, quizá ni ellos mismos, pero esta cuestión y el caos que esta desata pierden importancia para subrayar lo que se constituye como gran parte de la moraleja de esta película, el perdón. Elena no había sido capaz en todo este tiempo de perdonar a Ramón por el enorme error que le costó la vida al hijo de ambos, lo culpaba diariamente y esto, a su vez, contribuía a no pasar por el proceso completo de duelo, enfrascándose en la negación de los hechos.

Como ya ocurría en el cortometraje, los planos secuencia y la cámara en mano son los recursos técnicos más fáciles de percibir en este proyecto y al mismo tiempo los que más ayudan a expresar las intenciones del guion. Otro de sus fuertes es la localización, Las Landas (Francia), la cual se constituye como un entorno idílico para dar fuerza al relato y acompañar el viaje emocional anteriormente citado.

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