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Crítica: "Oscuro deseo", telenovela que no rompe nada

por © NOTICINE.com
María Fernanda Yepes y Maite Perroni, en "Oscuro deseo"
María Fernanda Yepes y Maite Perroni, en "Oscuro deseo"
Por Jon Apaolaza     

En los últimos tiempos, la plataforma Netflix parece haber descubierto en sus producciones propias lo obvio, que el sexo sigue siendo uno de los motores del mundo... del espectáculo. Luego de un remedo aún más machista de "50 sombras de Grey" en el largometraje polaco "365 días / 365 dni", llega una serie que intentan vendernos como transgresora y atrevida, la mexicana "Oscuro deseo / Dark Desire" (2020), creada por Leticia López Margalli, entre cuyos créditos está el gran éxito de Eugenio Derbez "No se aceptan devoluciones". Camuflada como thriller erótico, se queda en una telenovela con mejor dirección de arte, pero un guión tan torpe como la mayoría de sus actuaciones, ambos sellos del género televisivo del que México tiene un muy extenso e internacional curriculo.

Alma -Maite Perroni- es una profesora universitaria concienciada por los feminicidios, casada por cerca de dos décadas con un juez. En el fin de semana en que va a viajar a Cuernavaca a visitar a una amiga, cree confirmar que su marido (Jorge Poza), personaje patoso y engreido, tiene una aventura con su "asistente ejecutiva" y aprovechará sus días de ausencia para estar con la muchacha.

Aunque siempre ha sido fiel, Alma, que vive en una maravillosa casa con jardín y alberca, más digna de un narco o un empresario que de un juez y una profesora, se deja tentar por su amiga (María Fernanda Yepes) y en su primera noche de libertad conoce a un joven veinteañero, Darío (Alejandro Speitzer), quien sin embargo se mueve por la movida nocturna como zorro viejo en busca de su bocado.

Aunque ella lo echa de la casa de su amiga a primera hora, pretendiendo que el sexo ha sido puramente casual, el recuerdo de Darío (con sus ojos de cordero degollado, su tableta de chocolate en el abdomen y su cuerpo depilado) y el remordimiento (que no tuvo la noche de autos) le asaltarán a su regreso a casa. Paralelamente, la amiga en cuya casa pasó todo, aparece muerta en su baño, después de abrirle la puerta a alguien que conocía.

Así arranca "Oscuro deseo", vendida por Netflix como una especie de moderna "Atracción fatal / Fatal Attraction" y que sólo coincide con el referente en brindar mucho menos sexo del que promete. Es evidente que Leticia López no ha querido huir de sus referentes culturales telenoveleros, y ha heredado todo el bagaje del género: diálogos antinaturales, malas interpretaciones, personajes anclados en el cliché, sin alma ni dobleces...

Estamos en una producción de Argos para Netflix, y eso significa que se puede ir más lejos que en el Canal de las Estrellas, pero sólo lo hace en tibias escenas sexuales, mil veces vistas, donde hay más coreografía que verdadera pasión, hasta el punto de que el espectador no encuentra motivo que justifique la obsesión que Alma empieza a sentir por su amante de diseño.

En esta historia, el recurso a que la protagonista sea una adalid del feminismo en su aula (fuera parece una esposa tradicional) resulta una broma ridícula o indignante. Ahí, en el guión, es donde desde la segunda escena "Oscuro deseo" hace aguas. La intriga que nos espera en los siguientes capítulos, parece tan previsible que ni el atractivo físico de Maite Perroni y Alejandro Speitzer es capaz de generar la curiosidad de hacer otro clic en el segundo episodio.

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