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Crítica: "Nasha Natasha", el ángel del transiberiano

por © Escribiendocine-NOTICINE.com
"Nasha Natasha"
"Nasha Natasha"
Por Juan Pablo Russo   

"Nasha Natasha" comienza a gestarse en 2014 cuando Natalia Oreiro emprende una gira artística que la lleva a recorrer miles de  kilómetros por la Federación Rusia a través del transiberiano. Un primer corte de este documental, que fue mutando con los años, se estrenó en una primera versión en el Festival de Cine de Moscú en 2016, y finalmente llega a Netflix para el disfrute de no solo de fans sino también de cinéfilos.

Martín Sastre, responsable de aquella magnífica comedia musical "almodovariana" llamada "Miss Tacuarembó" (2010), también protagonizada por Oreiro, dirige, fiel a su estilo rupturista enmarcado en una estética pop, un documental que trasciende más allá del retrato artístico.

"Nasha Natasha" toma como punto de partida la gira de la artista uruguaya afincada en Argentina por diferentes ciudades rusas donde, pese a la distancia y las diferencias culturales moviliza masas de fanáticos que siguen tanto su carrera actoral como musical, para construir un retrato genuino y personal tanto de la artista como de la persona.

Dividido en segmentos, Sastre muestra la intimidad de la gira que se entrelaza con imágenes inéditas de su vida personal, con testimonios de familiares y amigos, como sus padres, Facundo Arana, su compañero en la ficción, la actriz y amiga Valeria Lorca, su esposo Ricardo Mollo, líder de Divididos, y el hijo de ambos Atahualpa. La cámara se posa en momentos únicos captados por la sensibilidad de un director que sabe lo que quiere, y la presencia de una artista que desnuda su alma frente a cámara, con total naturalidad y sin ningún tipo de posturas ficticias.

En el documental no faltan los momentos musicales con los hits de Oreiro, ni las imágenes de aquellas novelas que la consagraron antes de dedicarse de lleno al cine, carrera que le valió tres premios Cóndor de Plata por sus actuaciones protagónicas en "Infancia Clandestina" (2012), "Wakolda" (2013) y "Gilda: No me arrepiento de este amor" (2016), pero lo que en verdad importa más allá de las virtudes cinematográficas y narrativas de esta obra es lo que se ve más allá de la pantalla, algo que la atraviesa para llegar al corazón. Eso es "ángel", una cualidad que muy pocos poseen, y que Sastre logró materializar en una película.

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