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Crítica: "Más locos que una cabra", no apta para todo tipo de públicos

por © NOTICINE.com
"Más locos que una cabra / Cabras da peste"
"Más locos que una cabra / Cabras da peste"
Por Lucía Martín Muñoz      

La brasileña "Más locos que una cabra / Cabras da peste" (2021), escrita y dirigida por Vitor Brandt, se estrenó el pasado fin de semana en la plataforma de streaming Netflix, resultando una comedia de enredo que destaca por su falta de originalidad.

El film narra la historia de dos policías que se enfrentan a un cártel de la droga, para rescatar a una cabra llamada Celestina a la que Brucewilis, un agente de una pequeña provincia brasileña, le tiene extremado cariño. Desde ese momento sus vidas se unen como si el destino no tuviese nada mejor que hacer y se da rienda suelta a un espectáculo de gags encadenados.

La cinta es un ejercicio de redundancia de un tipo de comedia que se puede ver en otras películas como "Mortadelo y Filemón" (2003) o "Anacleto: Agente secreto" (2015). Bien es cierto que este subgénero está estudiado, trabajado y cumple con todos los clichés habidos y por haber que pueden encontrarse en otros films y que funcionan, pero no para todo tipo de públicos y sobre todo no para los más exigentes.

El típico poli bueno y poli malo, el cerebro y los músculos, protagonizan una comedia de absurdo con códigos narrativos que un niño entendería, pero que para un adulto resulta pesado, excesivo, explicativo y hasta repetitivo. La historia ya está escrita, y es por este motivo por el que intentan mantener la atención del espectador en pantalla constantemente con movimientos y acción a través de persecuciones, capoeira y parkour.

El film no conseguirá sacar ninguna sonrisa a un espectador al que los clowns de manual no le hagan gracia. Sin embargo, y aunque el humor es subjetivo y a gusto del consumidor, puede escocer en pleno siglo XXI usar a colectivos marginalizados o vulnerables, como personas trans, homosexuales o discapacitados para hacer un chiste fácil, y fuera de lugar.

"Cabras da peste" fracasa en el intento de mostrarse feminista o al menos aparentarlo, con personajes irreales y forzados. Durante el relato aparecen mujeres en puestos de autoridad como una jefa de policía, sin embargo, su actitud y su forma de expresarse son culturalmente masculinas, dejando patente que para que una mujer sea poderosa o fuerte necesita comportarse como un hombre, levantar pesas o disparar con una pistola. El hecho de que se vea tan forzado no se da solo por una mala interpretación del feminismo, sino de que la idea de que estos personajes no sean hombres, no nace del creador ni del guionista, sino de una cláusula de un contrato de Netflix.

Sobresale la labor del departamento de arte con unas paletas de color muy cuidadas y llamativas, y también los stunts que ante un relato que ya hemos visto antes, consiguen que sigamos mirando a la pantalla.

La inexistencia de un discurso detrás, da lugar a una película vacía en la que Netflix de nuevo pretende mantener su sello homogeneizando todas las producciones, sin respetar las normas de idiosincrasia de las diferentes culturas, y, provocando, que el hecho de que sea brasileña, lamentablemente, solo significa que se ha rodado en Brasil.

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