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Colaboración: Terrorífico talento

por © NOTICINE.com
María Barranco, en "99.9"
Por Sergio Berrocal    

 Una película como la española “99,9” (1997) hubiese merecido otro marco, otra circunstancia, no de segundo plato en una televisión que de primero tenía un guiso mil veces recalentado a la lumbre de los millones de telespectadores que lo plebiscitan por lo visto. Pero da igual, el espectador inteligente es un pájaro raro que quizá estuviese en ese momento tratando de olvidar el guisote infame que se le quería meter de fuerza, con sonda si es necesario.

He visto muchas películas a lo largo de más de cuarenta años de crítica de cine y esta de Agustí Villalonga, servida con un virtuosismo natural por la actriz María Barranco, merece que se le mencione y que se le vitoree, que se le chille, aunque sea veintiún años después.

Es una película que han catalogado en el género de terror y sin duda tenían razón pero contiene algo más, mucho más. Ciertos artífices del género desde A. Romero a Alfred Hitchcock habrían dado algo por ejercer el talento que el director Villalonga maneja con una pericia que roza la enajenación mental. Porque finalmente se trata de eso. El filme es un crescendo embrujado, terrorífico que agarra al espectador y lo revuelca por donde le da la gana y el pueblo escenario de los acontecimientos se convierte en Bodega Bay sin pájaros pero con el terror corriendo entre sus muros.

No recuerdo haber visto en los últimos-muchos años un desparpajo igual para obligar al espectador a meterse en una abracadabrante historia de la que no se sabe si sale cuando se acaba la película. A mí me costó trabajo desconectarme pese a que la última parte se bañe en el gore y en lo más kafkiano que pueda imaginarse. No hay calificativos para poner en su sitio un filme que te come la sensatez hasta meterte de cabeza en un mundo aparentemente rural, donde podría respirarse hasta la paz de las ovejitas que no aparecen, por cierto por ninguna parte.

Hay un muerto, un señor joven al que ella, María Barranco, va a buscar porque después de todo es el padre de su hijo. Y cuando autopsian al hombre el forense decreta que “tiene semen en el ano como si hubiese tenido una relación sexual antes de morir”, de morir asesinado, claro, porque en esta Truculandia nadie puede morir de una pulmonía o de otra cosa admitida en el reino de los cielos. Aquí todo es a la tremenda. El desmadre en todo y para todo.

La película es del año 1997, lo cual quiere decir que hay millones de españoles que no la han visto. La copia está impecable y los actores en su sitio, aunque Terele Pávez rompa el molde y se muestre extravagantemente truculenta, hasta salirse de la pantalla.

Les extrañará que les hable de una película con tantos años, que ya tuvo sus premios, sus reconocimientos y sus aplausos pero el mismo año en que salía en las salas yo llegaba a Brasil por tres años. Viene a cuento porque si no tuve oportunidad de conectarme con la emisora en que en la frecuencia 99.9 María Barranco ejercía de respondedora a los oyentes en noches negras y desesperadas, yo entraba a mi manera en un mundo tan extraño como el del pueblo de la película. Algo más grande, Brasilia se me antojó el fin del mundo real, el de las esquinas y de las aceras que conocemos en Europa, y entré de lleno en una de las obras maestras del modernismo arquitectónico fraguado por Oscar Niemeyer y Lucio Costa.

Allí tienen un lago, el Paranoá, que los viejos del lugar, no mucho porque la ciudad tiene solo poco más de medio siglo, consideran mágico. A nadie se le ocurre pensar que es un agujero que los constructores hicieron para que la ciudad gozase de frescor, aunque se encuentre a unos 1200 metros de altura. La mayoría está convencida de que el lago fue horadado por las muchas lágrimas que durante años vertió un príncipe indígena, de cualquiera de las muchas tribus que todavía no han sido erradicadas, al que su prometida, una bella princesa, había abandonado.

Si tienen la curiosidad de ver “99.9” no se pierdan por nada el final, aunque les prometan oro, incienso y mirra. Es un fin de película, de tremendismo del más depurado, concienzudamente filmado, despacito, sin prisas, con todo el terror del mundo y de los infiernos. No se lo pierdan y comprobarán que también había en España un señor capaz de hacer ese fabuloso cine fantástico, de terror y de desesperación.

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