Colaboración: Penélope Cruz olvidó el amor en Cannes

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Javier Bardem y Penélope Cruz (AFP)
Por Sergio Berrocal   

Estoy espeluznado, como mi amigo Pitusin que sigue un tratamiento dermatológico. Estoy sobre todo escandalizado, cabreado, repugnado, aterrorizado. La pareja ideal de mucha gente, gente de cine, claro, Penélope Cruz y Javier Bardem, no tiene suficiente empuje amoroso y la han cateado en su aparición estelar de la alfombra roja en el Festival de Cine de Cannes.

Lo afirma, lo jura, lo certifica, una cronista del diario francés Le Figaro, la biblia de la burguesía francesa sin la cual no se puede andar por un salón a la moda. ¡Qué catástrofe! Por lo visto, por lo leído, la pareja se presentó a la entrada del feo edificio del Festival para acceder al mismo en medio de la habitual nube de fotógrafos y ahí la atraparon, la vilipendiaron los adjetivos de la periodista.

La parejita, que ignoro si se habrá dado cuenta de la polvareda que ha armado en la prensa conservadora y exquisita, llegaron para presentar la película del iraní Asghar Farhadi, "Todos lo saben / Everybody Knows".

Y entonces fue cuando la aguda cronista, que probablemente se había encaramado a una de las palmeras de los alrededores para ver y juzgar mejor, se percató de que no apareció la pareja lo suficientemente "caliente" (en español en el texto) sino, dice, dos actores demasiado distantes.

Y eso, suspira compugida sacando de sus entretelas un pañuelito de encaje para secarse las lágrimas de ver que "la pareja más glamourosa de Hollywood" ya no es lo que fuera.

Es probable que ustedes, lectores, embriagados por la decisión de Donald Trump de dejarnos solos con el problema atómico de los ayatolás de Irán, y escandalizados por los líos que su señora esposa tiene en la Casa Blanca no hayan tenido fuerzas para observar tamaña catástrofe, en el Festival de Cannes después de que las feministas tomasen el poder en Hollywood.

Puede entenderse pero es imperdonable que no se hayan dado cuenta de que las dos estrellas anden como desaliñadas en las cosas del amor. Oiga, que cuando el glamour se pierde, luego cuesta un montón recuperarlo. Y es que Cannes siempre será Cannes, el festival cinematográfico donde todo vale pero donde no se puede cometer la menor falta de protocolo, y menos aparecer lejanos, sin calentura, cuando el pueblo esperaba algo así como una escena de amor chispeante en la mismísima alfombra roja. Y yo me pregunto, ¿no será que desde los acontecimientos hollywoodenses la alfombra roja ha recibido un tratamiento químico para que las parejas no puedan acercarse más de la cuenta y evitar así todo ese "calentón" que tanto echa de menos la cronista de Le Figaro?.

Querida Penélope, tenías que haber hecho a uno de tus asesores de imagen aquella pregunta que en un teatro de París hacía repetidamente una vedette de la revista, quizá fuera Josephine Baker cuando aparecía en escena: "¿He bajado con todo el glamour necesario la escalera?" Porque en el escenario habían montado una larguísima y empinadísima escalera donde podías romperte fácilmente un tobillo y hasta el alma.

El Festival de Cannes ha cambiado mucho, mon amour. Ya no es aquel rígido, monacal escenario que metía miedo a todos los cineastas del mundo. Se ha puesto más light, como esa bebida. Ahora se exige presencia, ausencia, espectáculo.

Y esto me deprime profundamente. La escena más light que yo he vivido en Cannes fue una aparición de Marcello Mastroianni en lo alto de la alfombra roja, mirando a Catherine Deneuve que se alejaba por la avenida.

Era la continuación de "La Dolce vita" sin cámaras y sin Federico Fellini dando voces. Igualito, igualito.

Pero la historia que les cuento del glamur que exige este año Le Figaro me provoca un profundo malestar, muy cerquita del cabreo de pataleta.

Mon Dieu, ¿esa mujer no se ha enterado de que en el cine han quedado prohibidas las escenas "calientes" como dice ella. Que hombres y mujeres deben de conservar una distancia prudente y no enmarañarse…?

Recuerdo cuando algunas estrellas se atrevían a aparecer en la alfombra roja y subir los escalones, peligrosísimos de la muerte, como los de Josefina Baker, con muy poquita cosa que ocultaran sus cuerpos serranos. Pero, ¡si han prohibido por lo visto hasta hacerse fotos, eso que llaman selfi o algo parecido, en la puñetera alfombrita! ¡Adónde vamos a llegar!

Claro, que ahora que caigo, Penélope quizá se acordó del director de su película, que es iranio, es decir sujeto de sus majestades los ayatolas, que tienen un sentido muy especial de la moral, más o menos como en ese país petrolero donde las mujeres podrán por fin conducir un coche…. Si pero cubiertas de velos hasta el moño. ¿Las imaginan conducir en Arabia Saudita, con los miles de grados centígrados que hace, con un infinitamente pequeño bikini? Seguro que no las dejan y, sin embargo, la temperatura ambiente lo justificaría.

Mon Dieu! ¡Cómo hemos cambiado!

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