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Colaboración: Frijoles cubanos y desmadre informativo

por © NOTICINE.com
Ropa vieja y frijoles en el menú de La Bodeguita
Por Sergio Berrocal   

No me lo explico pero un plato de frijoles con arroz, ni siquiera un sándwich cubano, me ha enredado la cabeza con la “nueva prensa” que desde hace un tiempo circula en Cuba a través de Internet. No es que tenga nada que ver con aquel plato majestuoso que servían por los años ochenta y cinco (1985, siglo XX, no XIX) en La Bodeguita del Medio en La Habana.

Ya no sé si ese lindo lugar sigue existiendo, porque todo pasa con una celeridad que mete miedo. Pasaron incluso aquellos rápidos y furiosos, a la par que tremendamente malos, fotogramas de la película que debía inaugurar el rodaje a toda pastilla de producciones norteamericanas en La Habana.

Cómo pasa el tiempo. Cuando vi aquella cosa en pantalla grande también me acordé de los frijoles, ¿será porque llevan el alma cubana y nunca parecen furiosos, al contrario tan modositos ellos, jugando con el arroz hecho a punto de boca hasta extranjera?

En aquellos años ochenta no recuerdo que hubiese ningún revuelo en Internet que concerniera a Cuba. Fidel Castro, que en paz descanse, leía a mano y gafas los despachos de las agencias de prensa extranjeras, porque entonces en Cuba esa opinión era muy importante. Recuerdo incluso un festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Tuve la oportunidad de cruzarme e incluso de estar un ratito con aquel señor que no asustaba a los niños con su uniforme. A mí me daba confianza, quizá porque de crio tuve uno en casa que olía parecido.

Eran tiempos de prensa escrita y los centavos que consagrabas a la compra de Granma antes de subir a la agencia (yo era de la AFP) me parecían maravillosamente invertidos porque, como recién llegado que yo era a esa isla socialista frente a Estados Unidos (¡qué lindo título de película!) abrir el diario me daba la extraña sensación de meterme en un lugar prohibido. Me gustaba la tinta roja, que por cierto sigue siendo la misma, casi la misma maqueta.

La verdad es que por mucho que releyera y releyera Granma –no olviden que un servidor acababa de llegar a Cuba por primera vez—no tenía las claves para entender lo que leía, aunque estaba escrito en un perfecto español pero con claves que ni el pobrecito mío del KGB. Pero me procuraba sensaciones de machismo loco, de penetración de secretos de otro mundo, el mundo comunista en lucha, qué sé yo.

Los compañeros de la AFP me traducían y ya uno se sentía un hombrecito.

Han pasado todos estos años y Granma está ya en Internet, donde se puede leer desde cualquier lugar del mundo. Qué cosas. Creo que Fidel no se lo hubiera creído. Él repasaba los cables de las agencias internacionales que hablaban de Cuba a la mano, sin consola de visualización ni otras gaitas. Y estaba tan al corriente de todo como hoy podemos estarlo.

Pero ya he dicho que han pasado los años y cosas sobre Cuba se reflejan en muchas web que circulan por el mundillo de Internet. Incluso Granma se ha hecho digital, como el resto de la prensa oficial cubana. Sin duda para que más gente pueda acceder a las informaciones que quieran dar.

Al mismo tiempo, revistas digitales de todo tipo –lejos de la oficialidad—proponen distintas visiones de Cuba, con opiniones que pueden ser hasta chocantes para algunos pero que dan otro punto de vista en el picadillo de opiniones que hace una prensa libre y plural.

Pero no a todo el mundo le gustan probablemente ya los frijoles con arroz y prefieren el no menos delicioso sándwich cubano. Y esto es lo que ocurre con los nuevos focos de opinión que surgen desde Internet como base.

He leído precisamente en otras web que esos fugitivos de la información dicen muchas cosas que no son verdad, que enredan. Pero, señor mío, virgen de la Caridad del Cobre, la democracia es eso. La democracia es permitir y aceptar sin poner cara de asquito que otros señores y señora puedan emitir otras opiniones, por delirantes que sean. Lean la prensa europea, norteamericana… ¿Qué hubiera sido de Voltaire?

Todo llevado por las reflexiones que aquellos frijoles de La Bodeguita del Medio me inspiraron ya entonces, hace más de treinta años. Hay grandes escritores franceses convencidos de que la buena comida engendra pensamientos útiles y a veces celestiales.

Si ahora que empieza una nueva era en Cuba, con un nuevo Presidente, buenos propósitos que ya llegan hasta el extranjero, en fin, ahora que se habla de Cuba un poquito fuera de casa, si ahora precisamente nos llevamos las manos a la cabeza porque alguien o muchos alguien no piensan como nosotros y lo escriben… Apaga y vámonos, como dicen los españoles para expresar la fatalidad ante lo imposible.

Entiendo que después de sesenta años de leer un único periódico para todas las necesidades sea difícil aceptar esa intrusión de opiniones que antes no salían del cuchicheo o de conversaciones en el patio de una casa de Playa, donde los participantes en la tertulia nos tomábamos por conspiradores.

Ahora, cualquiera que acceda a Internet tiene la posibilidad de saber muchas de aquellas cosas reservadas para un puñadito de elegidos. Es una pena porque yo adoraba el patio de la casa de Chango, enorme periodista y gran cubano pese a ser argentino. Bueno, el Che también lo era y un tal Jorge Ricardo Massetti, fundador de Prensa Latina, venían igualmente de esas tierras.

Miren, lo que ocurre es que lo que hoy puede leerse libremente lo que se decía casi en un murmullo en un grupito restringido y maravilloso en La Bodeguita del Medio o en el patio de mi amigo. Pero quien tenía que saber las cosas, sabía.

Y no se preocupen. No creo en las revoluciones vía internet. Cuando Fidel Castro decidió vivir su sueño socialista ni siquiera existía Granma.

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