Imprimir

Colaboración: A tiros

por © NOTICINE.com
Favela en Río de Janeiro
Por Toni Berrocal   

Mientras maqueto uno de los tantos artículos que me llegan desde el otro lado del charco, veo que uno de los diarios españoles titula: "Muere la actriz de “Urgencias / E.R.” Vanessa Márquez por disparos de la policía. Sin saber cómo, la muerte de esa actriz de origen mexicano reaviva una historia que creía enterrada tiempo atrás.

Allá por los años noventa, siendo estudiante de periodismo y corresponsal extranjero de una ya desaparecida agencia de prensa en Brasil, conocí a una joven comunicadora de origen africano que solía cubrir eventos culturales y extranjero en suelo brasileño.

Uno de los días en que estábamos sentados en el restaurante universitario donde solíamos reunirnos después del almuerzo uno de nuestros amigos andaba bromeando conmigo:

“Oí cara ¿qual e a konbersa di día?", me dijo entre mezclando idiomas, "tú viu aquela mulher bu é sabi, gostosa ela, vai la rapaz, convida ela a uma Catxupa e típico nós terra”.  

En aquellos años me cruzaba con aquella chiquita al menos tres veces al día en la Cámara alta del Congreso Nacional en Brasilia.

Se decía que era la hija de unos diplomáticos en puesto cuya embajada estaba en el barrio más elitista de Brasilia, el lago Sul.

Aquel día andaba sentada en un rinconcito revisando notas con sus cascos escuchando a Cesária Évora.

Mirándome de reojo y con media sonrisa en la cara me contesto en un perfecto español entremezclado con criollo:

“Bon atardi, ¿te envió aquel figura para invitarme a salir no?, ¿entonces qué hacemos tomamos kafé o vamos kumer después del trabajo?, alguien me dijo que quería invitarme a una Catxupa pero como seguramente no sabes prepararla te la cocino yo te parece?", me preguntó sonriendo.

Aquel día quedamos en vernos en su casa situada en la SQS 308 Sul donde de vez en cuando solía cocinar para un grupo de selectos amigos.

Fue ella quien me presento a uno de los mejores fotógrafos brasileños que haya conocido. Aquel muchachito era José Varella entonces reportero del Correio Braziliense que había trabajado para la revista IstoÉ y destacado por obtener el premio Ayrton Senna de Periodismo.

Echando la mirada atrás creo que fue ahí en ese preciso momento donde todo comenzó entre nosotros.

Ella solía compaginar sus estudios de la facultad de periodismo con las relaciones internacionales y su trabajo como intérprete en la Cámara cuando la conocí.

Apasionada por la fotografía de Sebastião Salgado casi siempre la veía ojear su libro editado en 1997 titulado “Terra”.

Con José Varella nos hicimos amigo desde el comienzo y no perdimos el contacto hasta que un día a través de las redes sociales me entere de su fallecimiento en 2012 a causa de un cáncer de pulmón que había acabado con su vida a los cincuenta y cinco años.

Un dia mientras comíamos en un restaurante del Brasilia Shopping, mi amiga me reveló que la habían llamado para hacerle una prueba de cámara para presentar una emisión televisiva. Emocionada y sin poder articular palabras un temblor interno le invadió el cuerpo, pues aquel ensayo era en cuestión de horas.  

Algunos días más tarde la cadena concluyó integrarla y encabezarla a un grupo de reporteros de actualidad encargados de abordar y analizar temas sociales desde diferentes perspectivas.

Tras el éxito del programa la dirección de la misma cadena optó por mandarla a Nueva York donde trabajaría para ellos conjuntamente con el canal 4 como corresponsal.

En aquellos años la carrera de Bill Clinton pendía literalmente de un hilo pues por aquel entonces el comité judicial estaba decidiendo si procesar al presidente por el escándalo Lewinsky.

Con el tiempo aquella chiquilla que había dejado Brasilia para instalarse en los Estados Unidos siguió escalando metas profesionales.

Cinco años y medio después de haberse marchado, cansada del mundillo político en el que finalmente se había metido, volvió a Brasilia y retomó unas asignaturas pendientes al mismo tiempo que ejercía como periodista, pero de esta vez con el cargo de directora regional de aquel programa de televisión al que años antes se había presentado.

Pasó el tiempo y regresé a Europa. Allí tuve la sorpresa de encontrarme una carta de mi amiga, quien me había escrito algunos días antes de volver definitivamente a Brasilia diciéndome que hubiese querido verme pero que había sido imposible.

Volví a Brasilia cinco años después. Y una mañana decidí caminar por aquellos pasillos emblemáticos de la universidad de Brasilia en los cuales todavía se pueden escuchar los susurros de vidas pasadas.

Fue ese mismo día que ella y yo nos encontramos, pero también fue la última vez que la vi con vida.

Algunos meses antes la policía brasileña había conseguido dar un golpe contra la llamada mafia del carnaval de Río de Janeiro.

Una acción en la cual cayeron fiscales, jueces, empresarios y líderes de varias escuelas de samba además de alguna que otra organización del famoso festival.

Según me había contado ella, la dirección de la cadena quería hacer una emisión especial de noventa minutos sobre dicho asunto. Era una gran oportunidad en su carrera. Sin embargo, yo tenía la mosca detrás de la oreja. Algo no terminaba de gustarme pero no dije nada y la deje seguir el camino que ella misma había elegido.

Años más tarde, mientras estaba trabajando de noche para una serie de discotecas frente a la bahía de África, recibí una llamada sobre las tres y media de la mañana.

Del otro lado del teléfono un buen amigo mío de la universidad, entre lágrimas y con la voz rota, me dio la noticia.  Nuestra amiga había muerto asesinada por un sicario de la mafia carioca de Rio de Janeiro.

Pero otras fuentes dijeron que, en realidad, la habían matado para que no revelase ciertas cosas que sabía.

Sigue nuestras últimas noticias por TWITTER.