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OPINION: Los escritores y el cine

por © FP-NOTICINE.com
Cabrera Infante
Cabrera Infante
Pedro AlmodóvarCabrera InfantePor José LÓPEZ MARTÍNEZ

El año pasado, con motivo del centenario de Margaret Mitchell, recordaba yo la escasa importancia que la industria del cine suele dar a los escritores. En las carteleras cinematográficas se destacan los nombres del director, de los actores, de los responsables de la banda sonora, pero al autor del guión o de la obra en que está basado el filme se les coloca al final y casi siempre con letra menuda. Incluso hasta cuando se trata de autores tan renombrados como Margaret Mitchell. Todo buen aficionado al cine sabe que fueron Clark Gable, Olivia de Havilland y Vivien Leigh los protagonistas de "Lo que el viento se llevó", pero pocos recuerdan que Mitchell fue la autora de la novela, por cierto millonaria en ventas antes de rodarse la película y muy elogiada por la crítica.

En el mismo tono acaba de pronunciarse Guillermo Cabrera Infante en el ciclo "Confesiones de Autor", que organiza la Fundación Duques de Soria en la capital castellana. "En el cine -ha dicho el escritor cubano- no hay respeto por la literatura. Hay respeto por la fama, el dinero y la notoriedad de ciertas actrices". Actrices y actores de renombre y directores que producen sus propias películas son los amos del cotarro. Pedro Almodóvar es todo un ejemplo en España. De ahí que Guillermo Cabrera Infante se halle decepcionado de su trabajo como guionista, lamentándose de que hoy más que nunca la imagen del escritor en el cine carece de la atención y la relevancia debidas. Porque sin un buen argumento no puede realizarse una buena película y esa es tarea del escritor.

Cabrera Infante, nacido en Cuba, reside en Londes desde hace años, pero viaja con frecuencia a España, donde ha publicado la mayor parte de sus novelas, algunas de tanto éxito como "Tres tristes tigres", que obtuvo, en 1964, el Premio Biblioteca Breve, de Seix Barral, y "La Habana para un infante difunto", publicada, igualmente, por dicha editorial. También, como se sabe, ganó años más tarde el Premio Cervantes. Pero a la vez que un prosista brillante es un escritor cinematográfico, o sea, un hombre que narra con mentalidad fílmica. Un ejemplo tomado del inicio de "La Habana para un infante": "Subí, subimos, lo que era para mí entonces suntuosa escalera. Era la primera vez que subía una escalera: en el pueblo había muy pocas casas que tuvieran más de un piso y las que lo tenían eran inaccesibles. Este es mi recuerdo inaugural de La Habana".

Pero el cine le ha decepcionado. Hay unos "monstruos sagrados", entiende, que son los actores, los directores, los productores. Ellos deciden el fin último del guión, del trabajo del escritor. Lo piensa y lo dice públicamente quien ha escrito para Hollywood, quien ha intentado elevar la categoría del cine desde la literatura. Años de amarga experiencia -dice-, porque "de cada diez guiones apenas uno o dos llegan a convertirse en obra cinematográfica y en ese caso, los
directores desvirtúan absolutamente todo y los actores hacen lo que les da la gana". Por eso insiste en la retirada de su actividad como guionista, pues entiende que así un escritor en el cine no tiene sentido".