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Cine francés en La Habana: ¿Quién se lleva lo mejor del pastel?

por © NOTICINE.com
'Una visita inoportuna'
Por Frank Padrón

Difícil le hubiera sido al jurado de la Asociación Cubana de la Prensa, asociada a la FIPRESCI, seleccionar como ocurría en años anteriores, la mejor película dentro del Festival de cine francés que hasta el 23 de mayo corre en varios cines capitalinos y del resto del país. Y es que, a diferencia de ediciones precedentes, la número 15 correspondiente a este 2012, muestra una calidad no solo alta sino suficientemente pareja en el grueso de sus propuestas.

Ello no significa, por supuesto, que no haya piezas menores, o títulos atendibles aunque no conseguidos en su totalidad, pero poco margen hay, afortunadamente, a abandonar la sala con esa desagradable sensación de haber perdido el tiempo.

Para ilustrar lo apuntado, tenemos "Una visita inoportuna" que no es otra que… el cáncer; en esta comedia del conocido Bertrand Blier ("Los actores", "Mi hombre"…) a los personajes principales –un famoso escritor, alcohólico y desengañado, y su incondicional sirvienta, quien lo ama en secreto- se les presenta la temida y recurrente enfermedad personificada e interactuando constantemente en sus vidas, dentro de la confortante mansión campestre donde ambos viven.

A pesar de que el director y guionista fue nominado a los César 2010 por ambas labores, el humor negro, que en ocasiones funciona aquí por el desenfado de las situaciones y varios chistes logrados, no cubre satisfactoriamente todo el trayecto, volviéndose con frecuencia reiterativo, cargante y, a la larga, tan inoportuno como reza el título. Jean Dujardin ("El artista") y Anne Alvaro –mejor actriz de reparto en esas, las estatuillas de la Academia francesa- salvan en buena medida al film del descalabro.

"Mi parte del pastel", de Cedric Klaspisch ("Una casa de locos") es otra que empieza y se enrumba muy bien, hasta que el fallido desenlace ejecuta el tiro de gracia a otra comedia que pudo ser casi perfecta. Una mujer de provincia pierde su empleo y al buscarlo en París da con el hombre que tuvo que ver con el cierre de la fábrica donde ella trabajaba.

La relación de esta ama de casa, madre de familia cálida, honesta y laboriosa con el capitalista rico, frío y calculador, quien parece mejorar humanamente con ello, ofrece una confrontación (psicológica, clasista, de género) que la cinta ofrece con la gracia y el ingenio propios de una comedia con todas las de la ley, sin dejar de esmerarse en el diseño de personajes y la conformación de situaciones, los cuales detentan suficientes densidad y alcance para, a su vez, trascender la ligereza del tono elegido.

Pero…lo dicho: afanoso por "robarse" el show mediante uno de esos finales efectistas, amén de increíbles y facilistas, Klaspisch precipita los sucesos, va a los extremos y pierde buena parte de un pastel que, sin esa mancha, hubiera sido sencillamente delicioso; claro, no al punto de que el espectador olvide los valores de la historia y su puesta, incluyendo un par de contundentes desempeños: los de la carismática Karin Viard y el no menos seguro Gilles Lelouch.

Dentro de los varios documentales que la muestra francesa de este año trae, descuella "La Danza", un vasto acercamiento al Ballet de la Opera de París realizado por Frederick Wiseman: las interioridades, también literalmente de ese aclamado templo cultural, sede de una de las compañías de danza, como se sabe, más prestigiosas del mundo, llenan 159 minutos dentro de los que, por tanto, no se escatiman excesivos detenimientos, ensayos a veces innecesarios o fragmentos de reuniones que pudieron quedar en la mesa de edición; al margen de esto, se trata de un incalculable documento, una prueba al canto que despeja cualquier duda acerca del porqué del prestigio de ese colectivo: la obsesión casi delirante con el perfeccionamiento y la exquisitez de bailarines y coreógrafos, el sentido casi místico de profesionalidad y trabajo en equipo, las diferentes y variadas tendencias danzarias (de lo clásico a lo posmoderno, de lo tradicional a lo experimental) revelan desde una cámara curiosa y abarcadora, las peculiaridades y matices de la escuela francesa de ballet; fotografía, música, angulaciones y enfoques, montaje, equilibrio entre lo hablado y lo propiamente danzario, resumen no solo un testamento valiosísimo sino un film que, artísticamente -y pese a los señalamientos- vale por sí mismo.

Ya hemos visto cómo el Festival desborda las fronteras geográficas: cineastas de otras nacionalidades y orígenes que, ya sea en coproducción, ya rodando en el mítico país, hacen simplemente cine francés, están presentes, llámense Radu Mihaileanu, nacido en Rumania (ya comentábamos "La fuente de las mujeres"), o Patricio Guzmán, de Chile, discursando sobre las estrellas y el firmamento (en el documental "Nostalgia de la luz", que abordaremos tan pronto se estrene). En este grupo se inserta el célebre realizador finlandés Aki Kaurismaki ("Un hombre sin pasado", "Luces al atardecer"… ) presente en la muestra con su reciente "El puerto de la esperanza" (2011).

En el puerto francés Le Havre, el escritor bohemio Marcel Marx se gana la vida como limpiabotas y pasa sus días sin sobresaltos, cuando dos acontecimientos amenazan con alterarla bruscamente: la enfermedad repentina de su esposa y el cruce en su camino de un niño negro inmigrante y perseguido por la policía. Con la austeridad narrativa habitual en su cine, Kaurismaki nos entrega otra historia llena de calidez, humanismo y sensibilidad, latiendo bajo la cáscara de un discurso solo en apariencia frío y monótono; no hay realmente, que levantarla mucho para embriagarse con un canto a la solidaridad humana ajena a fronteras de etnias, razas, estatus socioeconómico y culturas, y en definitiva, a ese amor todopoderoso, capaz de lograr lo más difícil, algo que no por muy dicho siempre resulta eficaz, sobre todo cuando el mensaje llega envuelto en una morfología tan personal y deslumbrante.

La manera en que el finlandés tiende a armar sus personajes (además de los protagónicos, descuellan aquí el inspector de policía o los vecinos, tan singulares) y tejer los nexos entre ellos, es uno de los valores también presentes en "El puerto…" que sin dudas llega a buen puerto por virtudes no menos sobresalientes (una edición milimetrada y casi perfecta, un tratamiento de la cámara atento con igual precisión a interiores como a espacios abiertos, ambos decisivos en la narración, la intensidad y a la vez economía de recursos en la fotografía, las actuaciones ajustadas de André Wilms, Kati Outinen , Jean Pierre Darrosuin y Alina Salo)…

Siguen los estrenos, las películas estelarizadas por la actriz invitada de este año (Isabelle Huppert) –algunas, a propósito, desconocidas por la mayoría- y mientras tanto, el público sigue fluyendo con entusiasmo a las salas del festival francés que (¿será acaso por celebrar sus 15?) se nos antoja muy superior a las anteriores.    

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