Los hermanos Javier y Carlos Bardem, e Icíar Bollaín, reciben premios en Festival de Santander
- por © Redacción-NOTICINE.com

El Festival de Cine de Santander sigue entregando premios en reconocimiento de actores y directores. El sábado fue el turno de los hermanos Javier y Carlos Bardem, a quienes se concedió el Faro Verde por su respaldo a la movilización contra el calentamiento global, manifestado en el documental "Santuario" (2021), y a la cineasta Icíar Bollaín, que recibió el Faro de Honor Carlos Saura. En Ausencia del ganador del Oscar, por motivos profesionales (aunque envió un video), tanto su hermano Carlos como Bollaín coindieron en denunciar el genocidio en Gaza.
Carlos Bardem recibió el Faro Verde por su vinculación a las iniciativas ecológicas. Al tomar la palabra, su discurso no fue de agradecimiento protocolario. Con un tono sereno pero firme, desarmó de inmediato la idea de que su activismo sea un mérito. "Muchas gracias al Festival por premiarnos por algo que entendemos que no es ningún sacrificio, sino una obligación", comenzó. Su voz se convirtió en un diagnóstico crudo de la crisis planetaria. "A veces es muy incómodo recordarle a todo el mundo que las cosas están muy mal, que no estamos haciendo las cosas bien y que la degradación de los ecosistemas se ha acelerado de forma exponencial. Vivimos sobre una bomba climática".
Puso un ejemplo concreto, tangible, algo que muchos en la audiencia habían experimentado ese mismo verano. "Este verano el Mar Mediterráneo ha alcanzado los 30 grados, eso es una bomba de energía que, con la llegada del frío, puede provocar fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes e intensos". Para él, la solución no es técnica, sino profundamente filosófica y jurídica. "Tenemos que replantearnos seriamente cómo reintegrarnos en la naturaleza. La única manera de revertir esto es cambiar una visión utilitarista de la naturaleza... Tenemos que llevar la naturaleza al discurso de lo ético, de lo jurídico, darle una protección legal a los ecosistemas".
Fue entonces cuando entrelazó la crisis ecológica con la humanitaria. Su discurso dio un giro. "El mayor acto de ecología hoy es la denuncia", afirmó, y esa denuncia, para él, tiene nombre: Gaza. "Se está destrozando una parte del planeta para hacerlo inhabitable, para expulsar de allí a sus legítimos moradores". Alertó sobre la paralizante narrativa de la inevitabilidad. "No hagamos caso cuando nos dicen que las cosas no se pueden cambiar, que las cosas son como son, que todo es muy complicado, esto es una mentira. Las cosas se pueden cambiar y se deben cambiar". Concluyó con un llamado a la acción: "Tenemos que tener claro que la esperanza es un motor revolucionario".
En la misma velada, la cineasta Icíar Bollaín recogió el Faro de Honor Carlos Saura. Su mirada se dirigió hacia atrás, hacia las personas que han formado parte de su camino. Explicó que el cine es un oficio de compañeros, de manos que se agarran en la incertidumbre. "No hacemos cine solos, no es posible", dijo, recordando a colaboradores como la guionista Alicia Luna.
Pero el centro de su emotivo discurso fue la figura de Carlos Saura, el faro que da nombre al premio. Recordó la primera vez que la potencia del cine la golpeó con fuerza: fue con "La caza". "Yo creo que no entendí mucho de lo que pasaba allí, pero yo percibía esa tensión, ese juego de poder, esa violencia... a mí me dejó clavada en la butaca, y para mí fue como la primera vez que dije: Eso es lo que se puede hacer en cine". Habló de Saura no solo como un maestro, sino como un hombre "amable, curioso y profundamente humano" cuyo legado la abruma.
Sin embargo, al igual que Bardem, su pensamiento terminó volando hacia Gaza. Lo hizo a través de historias concretas, de pequeños destellos de vida. Contó que este verano había visto obras de teatro gazatíes que eran "relatos de infancia, relatos del primer beso, relatos de cigarritos fumados a escondidas". Esa normalidad robada es lo que, subrayó, se está borrando. "El genocidio que estamos viendo, además de las muertes de miles y miles de personas, se está borrando una cultura, se está borrando un pueblo, se están borrando recuerdos".
Mencionó un documental filmado a través de WhatsApp, "Put Your Soul on your hand and walk", que sigue la vida de una fotógrafa en Gaza. El título surge de la respuesta que la mujer dio cuando le preguntaron si no tenía miedo al salir a la calle: "Pongo mi alma en las manos y camino". Bollaín adoptó esa imagen como un mandato colectivo. "Yo creo que el pueblo palestino ha puesto su alma en nuestras manos y nos toca caminar y darles voz, siempre que podamos, en cualquier sitio". Su última frase quedó flotando en el aire del auditorio, uniendo ambos premios, el verde y el honorífico, en un mismo sentimiento de urgencia: "Porque llevamos su alma en las manos y porque les queda poco".
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Carlos Bardem recibió el Faro Verde por su vinculación a las iniciativas ecológicas. Al tomar la palabra, su discurso no fue de agradecimiento protocolario. Con un tono sereno pero firme, desarmó de inmediato la idea de que su activismo sea un mérito. "Muchas gracias al Festival por premiarnos por algo que entendemos que no es ningún sacrificio, sino una obligación", comenzó. Su voz se convirtió en un diagnóstico crudo de la crisis planetaria. "A veces es muy incómodo recordarle a todo el mundo que las cosas están muy mal, que no estamos haciendo las cosas bien y que la degradación de los ecosistemas se ha acelerado de forma exponencial. Vivimos sobre una bomba climática".
Puso un ejemplo concreto, tangible, algo que muchos en la audiencia habían experimentado ese mismo verano. "Este verano el Mar Mediterráneo ha alcanzado los 30 grados, eso es una bomba de energía que, con la llegada del frío, puede provocar fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes e intensos". Para él, la solución no es técnica, sino profundamente filosófica y jurídica. "Tenemos que replantearnos seriamente cómo reintegrarnos en la naturaleza. La única manera de revertir esto es cambiar una visión utilitarista de la naturaleza... Tenemos que llevar la naturaleza al discurso de lo ético, de lo jurídico, darle una protección legal a los ecosistemas".
Fue entonces cuando entrelazó la crisis ecológica con la humanitaria. Su discurso dio un giro. "El mayor acto de ecología hoy es la denuncia", afirmó, y esa denuncia, para él, tiene nombre: Gaza. "Se está destrozando una parte del planeta para hacerlo inhabitable, para expulsar de allí a sus legítimos moradores". Alertó sobre la paralizante narrativa de la inevitabilidad. "No hagamos caso cuando nos dicen que las cosas no se pueden cambiar, que las cosas son como son, que todo es muy complicado, esto es una mentira. Las cosas se pueden cambiar y se deben cambiar". Concluyó con un llamado a la acción: "Tenemos que tener claro que la esperanza es un motor revolucionario".
En la misma velada, la cineasta Icíar Bollaín recogió el Faro de Honor Carlos Saura. Su mirada se dirigió hacia atrás, hacia las personas que han formado parte de su camino. Explicó que el cine es un oficio de compañeros, de manos que se agarran en la incertidumbre. "No hacemos cine solos, no es posible", dijo, recordando a colaboradores como la guionista Alicia Luna.
Pero el centro de su emotivo discurso fue la figura de Carlos Saura, el faro que da nombre al premio. Recordó la primera vez que la potencia del cine la golpeó con fuerza: fue con "La caza". "Yo creo que no entendí mucho de lo que pasaba allí, pero yo percibía esa tensión, ese juego de poder, esa violencia... a mí me dejó clavada en la butaca, y para mí fue como la primera vez que dije: Eso es lo que se puede hacer en cine". Habló de Saura no solo como un maestro, sino como un hombre "amable, curioso y profundamente humano" cuyo legado la abruma.
Sin embargo, al igual que Bardem, su pensamiento terminó volando hacia Gaza. Lo hizo a través de historias concretas, de pequeños destellos de vida. Contó que este verano había visto obras de teatro gazatíes que eran "relatos de infancia, relatos del primer beso, relatos de cigarritos fumados a escondidas". Esa normalidad robada es lo que, subrayó, se está borrando. "El genocidio que estamos viendo, además de las muertes de miles y miles de personas, se está borrando una cultura, se está borrando un pueblo, se están borrando recuerdos".
Mencionó un documental filmado a través de WhatsApp, "Put Your Soul on your hand and walk", que sigue la vida de una fotógrafa en Gaza. El título surge de la respuesta que la mujer dio cuando le preguntaron si no tenía miedo al salir a la calle: "Pongo mi alma en las manos y camino". Bollaín adoptó esa imagen como un mandato colectivo. "Yo creo que el pueblo palestino ha puesto su alma en nuestras manos y nos toca caminar y darles voz, siempre que podamos, en cualquier sitio". Su última frase quedó flotando en el aire del auditorio, uniendo ambos premios, el verde y el honorífico, en un mismo sentimiento de urgencia: "Porque llevamos su alma en las manos y porque les queda poco".
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