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Crítica: "Mi obra maestra", amigos hasta la muerte

por © NOTICINE.com
Luis Brandoni y Guillermo Francella
Por Edurne Sarriegui   

En un mes de estrenos nacionales importantes, llega al público argentino la comedia "Mi obra maestra" de Gastón Duprat. Con la colaboración ya usual de su hermano Andrés en el guion y la de su socio creativo Mariano Cohn -esta vez desde la producción- el trío responsable de "El Ciudadano Ilustre" (2017) vuelve a la carga con una comedia cargada de ironía que se permite retratar personajes con una dimensión universal a pesar de su marcado color local.

Renzo Nervi (Luis Brandoni) es un pintor que supo conocer el éxito en décadas pasadas. Casi octogenario, de carácter rebelde, y actitudes provocadoras y desafiantes, no consigue vender un cuadro desde hace años.

Arturo (Guillermo Francella) es un marchand y galerista que trata de sobrevivir en el difícil mundo de la compraventa del arte. Profundo conocedor del mercado y sus caprichos, trata de ayudar a su amigo de toda la vida, Nervi, que se encuentra al borde del colapso económico. Pero el maestro no está dispuesto a dejarse ayudar si eso significa claudicar en sus más profundas convicciones, esas que le llevan a pensar que su genialidad debería ser reconocida como ya lo fue en el pasado.

Claramente dividida en tres actos, Gaston Duprat dedica el primero a presentar al artista ofendido y a su dedicado marchand, un tanto cansado de sus actitudes. Lo que no se adivina en un principio es el tipo de amistad que une a los protagonistas. Es de esas amistades en las que la lealtad supera las diferencias y perdona exabruptos sin cuestionar. Un valor marcado a fuego en la idiosincrasia local.

En el segundo acto, el guion de Andrés Duprat -profundo conocedor del mundo del arte  en el que se desenvuelve como profesional-  pone en evidencia el esnobismo y la especulación en torno al mercado de obras de arte. Ese mercado en el que el talento no tiene tanta influencia como tienen la especulación y la conveniencia financiera, el esnobismo de compradores siempre atentos a las modas. Un mercado que privilegia  la afectación y la pedantería del dinero sobre el conocimiento de la técnica y la creatividad.

Presentadas así las cosas, el tercer acto se encarga de resolver el problema de Nervi con una artimaña pergeñada por su amigo Arturo.

Un poco previsible –y además, anticipada por un tráiler de la película que casi la cuenta entera- no pierde su efectividad como respuesta a ese mundo que el guion quiere, sin duda, poner en evidencia y, de alguna manera, desenmascara esas actitudes cursilonas y pretenciosas que pululan en torno a galerías y subastas.

La cinta gana en eficacia con sus actores. Además de la dupla Francella-Brandoni interpretando a los protagonistas, se destaca la presencia de Dudú, la galerista de proyección internacional magníficamente encarnada por Andrea Frigerio, y Alex, el hilo conductor de las maquinaciones de los dos amigos interpretado por el español Raúl Arévalo.

"Mi obra maestra" gana valor como denunciante irónica de actitudes comunes de pedantería y afectación. Actitudes estás que se pueden encontrar en variados  ámbitos de la actividad humana y no solo en el de las galerías de arte. Por otro lado es un canto de alabanza hacia la amistad que trasciende las situaciones personales de los amigos y se mantiene incólume a pesar de los vaivenes de la vida.

Está lejos del humor explosivo del sketch. Su humor se basa más en la agudeza, el ingenio y la complicidad de los protagonistas.

Es una comedia amable y entretenida que deja la sonrisa dibujada en el rostro del espectador. Y esto no se debe tanto a la comicidad que desarrolla como a una historia en la que la amistad y la carga de ironía que trasunta dejan la satisfacción de vislumbrar que, a veces, los más legos en un tema tan elevado como el arte, no están tan lejos de la verdad.

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