Por Eva Ramos    
 
Parece que fue ayer, pero ha pasado más de medio siglo desde que Narciso Ibáñez Serrador tuviera en vilo a todo un país con su serie "Historias para no dormir". Aunque el maestro del misterio español no haya podido ver este homenaje que se le ha hecho póstumamente, seguramente que estaría bastante satisfecho con las versiones que se ha hecho hasta el momento de cuatro de los capítulos de su serie, actualizados por reconocidos cineastas actuales.

Es posible que una de las mejores bazas de la serie es precisamente que cada capítulo sea dirigido por un director de prestigio. Garantiza que cada realizador va a poner lo mejor de sí mismo en el episodio que le corresponda, y así se ha visto con "El doble" de Rodrigo Sorogoyen. El director y escritor de la magistral "Stockholm" (2013) ha realizado su propia versión del capítulo del mismo nombre, dirigido por Chico Ibáñez, llevándola hasta nuestros días con una calidad de producción difícilmente superable.

Las interpretaciones tanto de David Verdaguer como de Vicky Luengo son impecables, en una vuelta al eterno tema del doble del arte en general y, sobre todo, de la literatura y el cine. Sin embargo, el trasladar a la actualidad este motivo que ha sido revisitado en tantas ocasiones y siempre desde diferentes prismas, hace que parece que nunca se agote. Ya no se trata de dos partes de un yo, de reencarnaciones, de nuestra imagen en el espejo o de gemelos, sino de dos yoes reales, uno humano y otro que parece no serlo, un clón (de ahí el "doble" del título), producto adquirido por el original.

Es a través de esta vuelta de tuerca de la dualidad como Sorogoyen trata dos temas fundamentales: las relaciones de pareja y el consumismo moderno frente a los sentimientos. Pese a que el centro es la relación entre los protagonistas, se plantea subrepticiamente el dilema de si los clones que son adquiridos son seres con derechos y sentimientos al igual que la criatura de origen. Un tema antiguo pero que aquí se lleva a la intimidad del hogar.

En un futuro totalmente verosímil, gracias a que acabamos de vivir lo que creíamos ficción y que se recrea en las mascarillas y confinamientos que aparecen en el episodio, donde la domótica está a la orden del día como en muchos hogares de la actualidad, una pareja que se nos muestra totalmente feliz y enamorada en un primer momento pasará a perturbarnos en pocos minutos.

La pareja protagonista parece haber superado problemas del pasado y estar en su mejor momento; se nos cuenta a través de sus discusiones que probaron a abrir la pareja en el pasado y no funcionó. Esta vez hay un tercer elemento, pero una de las partes no lo sabe, y ese es el conflicto en la historia. Pero Sorogoyen hace a través de la ciencia ficción una defensa del poliamor dentro de una sociedad que está empezando a entender que el romanticismo monógamo que nos vendieron como única opción no es la opción "correcta", sino que cada pareja elige su forma de amar y de relacionarse. Y el problema de esta pareja no es la inclusión de terceras personas, sino el miedo al abandono y la falta de sinceridad y de confianza del uno en el otro.

Siempre es de agradecer que la fantasía no se quede en la sorpresa al espectador y en un par de imágenes que quedan en el recuerdo, sino que penetre en nuestra realidad para profundizar en nuestro día a día, en este caso la de las relaciones sentimentales, a través de un género que siempre consigue la atención del gran público.

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