Crítica: "Mazel Tov", tradición, familia y humor ahogados por los clichés
- por © NOTICINE.com

Por Santiago Echeverría
El regreso del argentino Adrián Suar a la dirección con "Mazel Tov" es como un banquete familiar donde los platos se alternan entre lo picante y lo amargo. La película, que se estrena este 17 de abril en el país austral, luego de estrenarse en el Festival de Málaga, teje un tapiz de emociones con hilos de humor judío y dramas universales, aunque algunos nudos quedan flojos.
En el centro de este universo está Darío Roitman (Suar), un antihéroe que regresa de Estados Unidos para encontrarse no con las festividades planeadas, sino con el silencio helado de un velorio. Suar, conocido por sus personajes egocéntricos, aquí se permite cierta vulnerabilidad, pero es Fernán Mirás quien roba la escena con una interpretación que duele por lo verosímil. Su personaje, el hermano mayor, carga con resentimientos que se filtran en cada mirada y gesto contenido, como si llevara el peso de una genealogía entera sobre los hombros.
Natalie Pérez, como la hermana que intenta mantener la cordura entre el caos, brilla con una naturalidad que contrasta con los excesos caricaturescos de otros personajes, convertidos en clichés. Es ella quien, en medio de gritos y reproches, ofrece un respiro de humanidad.
La película comienza como una farsa al estilo "Relatos salvajes", con situaciones absurdas y diálogos cortantes. Pero cuando el polvo del humor se asienta, emerge un drama íntimo que recuerda a otro cineasta judío argentino, Daniel Burman ("El abrazo partido"). Es en estos momentos —como una escena de 12 minutos donde Rodolfo Ranni desgrana verdades como puñaladas— donde "Mazel Tov" encuentra su pulso.
Sin embargo, el guion de Pablo Solarz ("Un novio para mi mujer") no siempre logra equilibrar los registros. Las discusiones sobre herencias o los chistes fácilmente reconocibles caen en el lugar común, como si la película temiera ahondar demasiado en sus propias heridas.
El título —"Mazel Tov", esa expresión que resuena en bodas y bat mitzvot— promete una inmersión en la cultura judía. Pero más allá del setting ritualístico (el shiva, los brindis en idish), la trama podría trasladarse a cualquier familia donde la muerte de un padre actúe como detonante. Esto, que podría ser virtud, se vuelve limitación: al diluir lo específico, la película pierde la oportunidad de explorar conflictos únicos de esa comunidad.
Hay una escena reveladora: Darío (Suar) mira por la ventana de su antigua casa mientras afuera llueve. La cámara se demora en su perfil, capturando una rareza en su filmografía: la quietud. Suar, acostumbrado a los ritmos frenéticos de la comedia, aquí experimenta con silencios y planos largos. No siempre funciona —algunas transiciones son torpes—, pero hay destellos de un cineasta que quiere crecer, después de ya dos realizaciones.
"Mazel Tov" es como el personaje de Suar: ambivalente, contradictorio, pero con momentos de genuina lucidez. Rescata la química de su elenco y la fotografía de Guillermo Nieto, que pinta Buenos Aires con tonos cálidos y nostálgicos. Sin embargo, se queda en la puerta de algo mayor porque es demasiado "familiar", en el sentido de ya vista. Lamentablemente, la actual situación en Gaza, y el genocidio impulsado por un gobierno israelí ultrarreligioso que ya ha causado más de 50 000 muertos, no ayudará a la expansión internacional de esta cinta en países donde la población de origen judío es menos notoria que en Argentina.
Sigue nuestras últimas noticias por INSTAGRAM, BLUESKY o FACEBOOK.
El regreso del argentino Adrián Suar a la dirección con "Mazel Tov" es como un banquete familiar donde los platos se alternan entre lo picante y lo amargo. La película, que se estrena este 17 de abril en el país austral, luego de estrenarse en el Festival de Málaga, teje un tapiz de emociones con hilos de humor judío y dramas universales, aunque algunos nudos quedan flojos.
En el centro de este universo está Darío Roitman (Suar), un antihéroe que regresa de Estados Unidos para encontrarse no con las festividades planeadas, sino con el silencio helado de un velorio. Suar, conocido por sus personajes egocéntricos, aquí se permite cierta vulnerabilidad, pero es Fernán Mirás quien roba la escena con una interpretación que duele por lo verosímil. Su personaje, el hermano mayor, carga con resentimientos que se filtran en cada mirada y gesto contenido, como si llevara el peso de una genealogía entera sobre los hombros.
Natalie Pérez, como la hermana que intenta mantener la cordura entre el caos, brilla con una naturalidad que contrasta con los excesos caricaturescos de otros personajes, convertidos en clichés. Es ella quien, en medio de gritos y reproches, ofrece un respiro de humanidad.
La película comienza como una farsa al estilo "Relatos salvajes", con situaciones absurdas y diálogos cortantes. Pero cuando el polvo del humor se asienta, emerge un drama íntimo que recuerda a otro cineasta judío argentino, Daniel Burman ("El abrazo partido"). Es en estos momentos —como una escena de 12 minutos donde Rodolfo Ranni desgrana verdades como puñaladas— donde "Mazel Tov" encuentra su pulso.
Sin embargo, el guion de Pablo Solarz ("Un novio para mi mujer") no siempre logra equilibrar los registros. Las discusiones sobre herencias o los chistes fácilmente reconocibles caen en el lugar común, como si la película temiera ahondar demasiado en sus propias heridas.
El título —"Mazel Tov", esa expresión que resuena en bodas y bat mitzvot— promete una inmersión en la cultura judía. Pero más allá del setting ritualístico (el shiva, los brindis en idish), la trama podría trasladarse a cualquier familia donde la muerte de un padre actúe como detonante. Esto, que podría ser virtud, se vuelve limitación: al diluir lo específico, la película pierde la oportunidad de explorar conflictos únicos de esa comunidad.
Hay una escena reveladora: Darío (Suar) mira por la ventana de su antigua casa mientras afuera llueve. La cámara se demora en su perfil, capturando una rareza en su filmografía: la quietud. Suar, acostumbrado a los ritmos frenéticos de la comedia, aquí experimenta con silencios y planos largos. No siempre funciona —algunas transiciones son torpes—, pero hay destellos de un cineasta que quiere crecer, después de ya dos realizaciones.
"Mazel Tov" es como el personaje de Suar: ambivalente, contradictorio, pero con momentos de genuina lucidez. Rescata la química de su elenco y la fotografía de Guillermo Nieto, que pinta Buenos Aires con tonos cálidos y nostálgicos. Sin embargo, se queda en la puerta de algo mayor porque es demasiado "familiar", en el sentido de ya vista. Lamentablemente, la actual situación en Gaza, y el genocidio impulsado por un gobierno israelí ultrarreligioso que ya ha causado más de 50 000 muertos, no ayudará a la expansión internacional de esta cinta en países donde la población de origen judío es menos notoria que en Argentina.
Sigue nuestras últimas noticias por INSTAGRAM, BLUESKY o FACEBOOK.