Crítica: "Thunderbolts", cambiando para que todo siga igual
- por © NOTICINE.com

Por Santiago Echeverría
"Thunderbolts", la nueva propuesta de la factoría Marvel, pretende renovar una receta ya por todos conocida. Lo consigue a medias, y desde luego mejora a la mayoría de las cintas de superhéroes que llenaron las salas, pero a la postre no deja de ser más de lo mismo. Intenta esta película dirigida por Jake Schreier y escrita por Joanna Calo y Eric Pearson dar a la fórmula MCU un enfoque más íntimo y psicológico, logrando momentos brillantes, aunque sin escapar por completo de los tópicos del universo cinematográfico que la alberga.
El mayor acierto de la cinta radica en su exploración de temas oscuros y emocionalmente complejos. La figura de Bob/The Sentry (Lewis Pullman) funciona como una metáfora potente sobre salud mental y soledad, confrontando a los protagonistas con sus propios traumas. Este enfoque se ve reforzado por una dirección visual audaz: la secuencia inicial de Yelena (Florence Pugh), filmada en plano cenital con juegos de sombras, no solo es estéticamente deslumbrante, sino que simboliza su aislamiento existencial.
El corazón de la película late en las relaciones entre personajes secundarios. El dúo de Yelena y Red Guardian (David Harbour) brilla con química cómica y emotiva, oscilando entre el ridículo paternal y la vulnerabilidad genuina. Escenas como los diálogos entre Bucky (Sebastian Stan) y Red Guardian sobre el suero del supersoldado, o las burlas al casco de John Walker (Wyatt Russell), demuestran que el MCU aún puede crear momentos humanos en medio del caos.
Además, el legado indie/A24 impregna el proyecto con un aire fresco, evitando el exceso de CGI y priorizando secuencias prácticas, como el combate de Bucky con una moto y un cóctel molotov.
Julia Louis-Dreyfus como Valentina roba cada escena con su mezcla de cinismo y elegancia, aunque su papel como antagonista podría haber sido explotado con más profundidad.
Sin embargo, Thunderbolts tropieza al intentar emular el tono desenfadado de "Guardianes de la Galaxia". El humor, aunque efectivo en dosis pequeñas (como los chistes sobre el nombre "Bob"), a menudo choca con la gravedad de los temas centrales, creando una tonalidad esquizofrénica. La primera mitad, cargada de exposición política y escenas estáticas con Valentina, ralentiza el ritmo antes de que la acción despegue.
El conjunto no termina de cohesionarse. Mientras Yelena y Red Guardian destacan, otros como Ghost (Hannah John-Kamen) y Taskmaster (Olga Kurylenko) se reducen a arquetipos con diálogos genéricos, desperdiciando su potencial. John Walker, cuyo pasado como Capitán América fascista podría ofrecer matices, queda en la superficie, aunque Wyatt Russell logra momentos de torpeza hilarante.
"Thunderbolts" no es la reinvención radical que algunos esperaban, pero sí un respiro dentro de un universo saturado de crossovers y fan service. Al centrarse en personajes rotos y preguntas incómodas ("¿cuál es el punto de todo esto?"), la película logra conmover más que la mayoría de los títulos recientes de Marvel. Florence Pugh, con su mezcla de ironía y melancolía, confirma por qué es una de las actrices más versátiles de su generación.
Es una lástima que el guion no confíe plenamente en su propia oscuridad, recurriendo a gags forzados y estructuras predecibles. Aun así, "Thunderbolts" marca un camino a seguir: historias más pequeñas, visualmente arriesgadas y emocionalmente honestas. Como dice Yelena: "No somos los Vengadores". Y quizá, en su imperfección, está su mayor virtud.
Sigue nuestras últimas noticias por INSTAGRAM, BLUESKY o FACEBOOK.
"Thunderbolts", la nueva propuesta de la factoría Marvel, pretende renovar una receta ya por todos conocida. Lo consigue a medias, y desde luego mejora a la mayoría de las cintas de superhéroes que llenaron las salas, pero a la postre no deja de ser más de lo mismo. Intenta esta película dirigida por Jake Schreier y escrita por Joanna Calo y Eric Pearson dar a la fórmula MCU un enfoque más íntimo y psicológico, logrando momentos brillantes, aunque sin escapar por completo de los tópicos del universo cinematográfico que la alberga.
El mayor acierto de la cinta radica en su exploración de temas oscuros y emocionalmente complejos. La figura de Bob/The Sentry (Lewis Pullman) funciona como una metáfora potente sobre salud mental y soledad, confrontando a los protagonistas con sus propios traumas. Este enfoque se ve reforzado por una dirección visual audaz: la secuencia inicial de Yelena (Florence Pugh), filmada en plano cenital con juegos de sombras, no solo es estéticamente deslumbrante, sino que simboliza su aislamiento existencial.
El corazón de la película late en las relaciones entre personajes secundarios. El dúo de Yelena y Red Guardian (David Harbour) brilla con química cómica y emotiva, oscilando entre el ridículo paternal y la vulnerabilidad genuina. Escenas como los diálogos entre Bucky (Sebastian Stan) y Red Guardian sobre el suero del supersoldado, o las burlas al casco de John Walker (Wyatt Russell), demuestran que el MCU aún puede crear momentos humanos en medio del caos.
Además, el legado indie/A24 impregna el proyecto con un aire fresco, evitando el exceso de CGI y priorizando secuencias prácticas, como el combate de Bucky con una moto y un cóctel molotov.
Julia Louis-Dreyfus como Valentina roba cada escena con su mezcla de cinismo y elegancia, aunque su papel como antagonista podría haber sido explotado con más profundidad.
Sin embargo, Thunderbolts tropieza al intentar emular el tono desenfadado de "Guardianes de la Galaxia". El humor, aunque efectivo en dosis pequeñas (como los chistes sobre el nombre "Bob"), a menudo choca con la gravedad de los temas centrales, creando una tonalidad esquizofrénica. La primera mitad, cargada de exposición política y escenas estáticas con Valentina, ralentiza el ritmo antes de que la acción despegue.
El conjunto no termina de cohesionarse. Mientras Yelena y Red Guardian destacan, otros como Ghost (Hannah John-Kamen) y Taskmaster (Olga Kurylenko) se reducen a arquetipos con diálogos genéricos, desperdiciando su potencial. John Walker, cuyo pasado como Capitán América fascista podría ofrecer matices, queda en la superficie, aunque Wyatt Russell logra momentos de torpeza hilarante.
"Thunderbolts" no es la reinvención radical que algunos esperaban, pero sí un respiro dentro de un universo saturado de crossovers y fan service. Al centrarse en personajes rotos y preguntas incómodas ("¿cuál es el punto de todo esto?"), la película logra conmover más que la mayoría de los títulos recientes de Marvel. Florence Pugh, con su mezcla de ironía y melancolía, confirma por qué es una de las actrices más versátiles de su generación.
Es una lástima que el guion no confíe plenamente en su propia oscuridad, recurriendo a gags forzados y estructuras predecibles. Aun así, "Thunderbolts" marca un camino a seguir: historias más pequeñas, visualmente arriesgadas y emocionalmente honestas. Como dice Yelena: "No somos los Vengadores". Y quizá, en su imperfección, está su mayor virtud.
Sigue nuestras últimas noticias por INSTAGRAM, BLUESKY o FACEBOOK.