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Crítica Cannes: "O agente secreto", la memoria es inevitable, pero puede ser también excesiva

por © NOTICINE.com
"O agente secreto"
"O agente secreto"
Por Santiago Echeverría       

El brasileño Kleber Mendonça Filho teje a lo largo de dos horas y media, en "O agente secreto", un thriller político que se resiste a las etiquetas. Ambientada en el Recife de 1977, durante el Carnaval y bajo la dictadura militar, la película navega entre el drama histórico, el humor surrealista y la reflexión sobre la memoria. Wagner Moura encarna a Marcelo, un hombre en fuga cuya búsqueda de identidad —y de un registro que pruebe la existencia de su madre desaparecida— sirve de hilo conductor para explorar cómo los regímenes autoritarios manipulan el olvido.

El film destaca por su recreación atmosférica: el calor opresivo, los cines decadentes y los autos vintage sumergen al espectador en un Brasil donde la corrupción policial y las desapariciones son tan cotidianas como los carteles de "Tiburón" en las salas de cine. Moura aporta una presencia serena y magnética, aunque su personaje funciona más como símbolo de resistencia que como héroe convencional. La trama, repleta de asesinos, burócratas siniestros y ataques homofóbicos, oscila entre lo tenso y lo absurdo, reflejando la paranoia de una sociedad donde lo real y lo ficticio se confunden.



Aquí radica su mayor acierto y su talón de Aquiles: Mendonça prioriza la textura sobre la narrativa. Escenas extendidas en archivos burocráticos o diálogos intrincados pueden agotar, pero también construyen una sensación de urgencia clandestina. Los flashforwards con investigadores modernos transcribiendo cintas añaden capas meta-cinematográficas —¿es esta una ficción o un documento recuperado?—, aunque rompen el ritmo. La violencia, cuando estalla, es casi cómica en su exageración: tiroteos con entrañas volando contrastan con secuencias íntimas donde un padre enseña a su hijo a nadar.

El director homenajea su ciudad natal con devoción casi arqueológica —desde el Tropicália en la banda sonora hasta los carteles de cine—, pero esta pasión a veces deriva en nostalgia fragmentaria. La subtrama de la pierna, aunque ingeniosa, parece un guiño autocomplaciente a su anterior "Bacurau", mientras que cameos como el de Udo Kier aportan más estilo que sustento.

Pese a sus excesos, "O agente secreto" logra inquietar al cuestionar cómo se construye la historia. ¿Son las grabaciones de Marcelo, rescatadas décadas después, un acto de resistencia o una ilusión de justicia? Mendonça Filho sugiere que el cine, incluso en su caos, puede ser un arma contra el olvido. No es una obra redonda, pero sí necesaria: un mosaico imperfecto donde cada exceso, quizás, es un acto deliberado de rebeldía.

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