Crítica: "28 años después / Exterminio: La evolución / 28 Years Later", aún queda algo por contar de los zombis
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Por Santiago Echeverría
Danny Boyle y Alex Garland regresan al universo que revolucionó el horror postapocalíptico con "28 años después / Exterminio: La evolución / 28 Years Later", una secuela que trasciende el mero ejercicio nostálgico para convertirse en una obra tan visceral como reflexiva. Dos décadas después de su icónico "28 días después / Exterminio / 28 Days Later", la dupla demuestra que aún hay savia creativa en este mundo arrasado por el virus de la ira, combinando tensión implacable, profundidad emocional y una estética tan cruda como hipnótica.
La película se aleja de los caminos trillados del género al centrarse en Spike (Alfie Williams), un niño de 12 años cuya vulnerabilidad y coraje lo convierten en un protagonista inusual pero fascinante. En una comunidad aislada que ha retrocedido a un medievo postapocalíptico, Spike debe enfrentar no solo a las criaturas infectadas —ahora evolucionadas en variantes grotescas, desde los lentos "Slow-Lows" hasta los aterradores "Alphas"—, sino también las mentiras de su padre (Aaron Taylor-Johnson) y el deterioro de su madre enferma (Jodie Comer). Esta dinámica familiar añade capas de drama íntimo a la narrativa de supervivencia, elevando el film más allá del terror convencional.
Boyle despliega su firma visual con imágenes impactantes: planos pastorales teñidos de sangre, secuencias de fuga frenéticas y un uso audaz de multimedia que recuerda a Trainspotting. La banda sonora de Young Fathers y el diseño de sonido de Johnnie Burn amplifican la atmósfera opresiva, mientras que el guion de Garland entrelaza crítica política (con guiños al Brexit y el aislamiento británico) y reflexiones filosóficas sobre la humanidad en crisis.
Pero es la llegada de Ralph Fiennes como el enigmático Dr. Kerson lo que catapulta la película a otro nivel. Su personaje, un erudito trastornado que construye un templo con cráneos ("Memento Mori"), encarna la dualidad entre la locura y la compasión, robándose cada escena con una presencia magnética. Fiennes, junto a Comer —sobresaliente en su papel de madre al borde del abismo—, dota al film de un alma que equilibra su brutalidad con momentos de conmovedora ternura.
"28 años después / Exterminio: La evolución / 28 Years Later" no es perfecta: algunos giros narrativos rozan lo inverosímil, y la estructura bifurcada —entre la cacería con el padre y la búsqueda de redención con la madre— pierde un poco de fuelle antes del tercer acto. Sin embargo, su ambición es encomiable. Lejos de ser un producto calculado para explotar una franquicia, esta secuela se siente necesaria, expandiendo el mito con ideas frescas y un corazón palpitante.
Con un cliffhanger que anticipa una trilogía (el próximo capítulo, "The Bone Temple", ya está en camino), Boyle y Garland demuestran que el virus del cine audaz sigue vivo. "28 Years Later" es horror con mayúsculas: inteligente, desgarrador y, sobre todo, imposible de olvidar.
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Danny Boyle y Alex Garland regresan al universo que revolucionó el horror postapocalíptico con "28 años después / Exterminio: La evolución / 28 Years Later", una secuela que trasciende el mero ejercicio nostálgico para convertirse en una obra tan visceral como reflexiva. Dos décadas después de su icónico "28 días después / Exterminio / 28 Days Later", la dupla demuestra que aún hay savia creativa en este mundo arrasado por el virus de la ira, combinando tensión implacable, profundidad emocional y una estética tan cruda como hipnótica.
La película se aleja de los caminos trillados del género al centrarse en Spike (Alfie Williams), un niño de 12 años cuya vulnerabilidad y coraje lo convierten en un protagonista inusual pero fascinante. En una comunidad aislada que ha retrocedido a un medievo postapocalíptico, Spike debe enfrentar no solo a las criaturas infectadas —ahora evolucionadas en variantes grotescas, desde los lentos "Slow-Lows" hasta los aterradores "Alphas"—, sino también las mentiras de su padre (Aaron Taylor-Johnson) y el deterioro de su madre enferma (Jodie Comer). Esta dinámica familiar añade capas de drama íntimo a la narrativa de supervivencia, elevando el film más allá del terror convencional.
Boyle despliega su firma visual con imágenes impactantes: planos pastorales teñidos de sangre, secuencias de fuga frenéticas y un uso audaz de multimedia que recuerda a Trainspotting. La banda sonora de Young Fathers y el diseño de sonido de Johnnie Burn amplifican la atmósfera opresiva, mientras que el guion de Garland entrelaza crítica política (con guiños al Brexit y el aislamiento británico) y reflexiones filosóficas sobre la humanidad en crisis.
Pero es la llegada de Ralph Fiennes como el enigmático Dr. Kerson lo que catapulta la película a otro nivel. Su personaje, un erudito trastornado que construye un templo con cráneos ("Memento Mori"), encarna la dualidad entre la locura y la compasión, robándose cada escena con una presencia magnética. Fiennes, junto a Comer —sobresaliente en su papel de madre al borde del abismo—, dota al film de un alma que equilibra su brutalidad con momentos de conmovedora ternura.
"28 años después / Exterminio: La evolución / 28 Years Later" no es perfecta: algunos giros narrativos rozan lo inverosímil, y la estructura bifurcada —entre la cacería con el padre y la búsqueda de redención con la madre— pierde un poco de fuelle antes del tercer acto. Sin embargo, su ambición es encomiable. Lejos de ser un producto calculado para explotar una franquicia, esta secuela se siente necesaria, expandiendo el mito con ideas frescas y un corazón palpitante.
Con un cliffhanger que anticipa una trilogía (el próximo capítulo, "The Bone Temple", ya está en camino), Boyle y Garland demuestran que el virus del cine audaz sigue vivo. "28 Years Later" es horror con mayúsculas: inteligente, desgarrador y, sobre todo, imposible de olvidar.
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