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Crítica: "F1", Brad Pitt y Javier Bardem corren con el cinturón puesto

por © NOTICINE.com
Bardem y Pitt, en "F1"
Bardem y Pitt, en "F1"
Por Santiago Echeverría            

Joseph Kosinski, el director detrás del exitoso "Top Gun: Maverick", repite esquemas con "F1", una película que apuesta por la espectacularidad visual y la adrenalina de las carreras, pero que tropieza con una narrativa predecible y una devoción casi propagandística hacia el mundo del automovilismo. Brad Pitt encarna a Sonny Hayes, un expiloto que regresa al circuito para salvar el equipo de su viejo amigo (Javier Bardem) y apadrinar a un joven arrogante (Damson Idris) que sería su sucesor. La premisa es clásica: el veterano sabio, el pupilo rebelde y un montón de obstáculos que superar. Nada que no hayamos visto antes. Corre rápido pero siempre con un cinturón apretado que evita cualquier riesgo.

Lo más destacable de "F1" es, sin duda, su ejecución técnica. Kosinski y el director de fotografía chileno Claudio Miranda colocan cámaras en ángulos imposibles, creando una inmersión que hace sentir al espectador dentro del coche. Las secuencias de carrera son vertiginosas, con cortes rápidos y planos que capturan la brutalidad física de pilotar a 300 km por hora. El montaje de Stephen Mirrione (ganador de un Oscar) aporta ritmo, especialmente en escenas clave como los cambios de neumáticos, donde cada fracción de segundo cuenta.

Sin embargo, tanta perfección visual choca con un guion de Ehren Kruger ("Transformers") que no arriesga ni un ápice. Los diálogos son funcionales, a veces torpes ("¿Cómo se llega a ser la primera mujer directora técnica en la F1?", pregunta Sonny con una sonrisa), y los arcos de los personajes se resuelven sin sorpresas. Pitt, aunque carismático, interpreta a un héroe sin fisuras: un genio táctico, un líder nato y, por supuesto, irresistible para Kerry Condon (la técnico del equipo). No hay conflicto interno real, ni dilemas que tensionen la trama.



La película parece más interesada en glorificar la F1 que en contar una historia sólida. Con Lewis Hamilton como productor y cameos de pilotos reales, el film evita cualquier crítica al deporte. No hay villanos memorables —los rivales son sombras sin rostro—, ni riesgos narrativos. Incluso el choque inicial de egos entre Sonny y Joshua se diluye rápido, sin fricción genuina. Comparada con "Rush" (2013), donde la rivalidad entre Hunt y Lauda era visceral, "F1" se siente artificial, como un anuncio de alto presupuesto.

El tercer acto, además, se extiende innecesariamente, con normas de carrera explicadas con didactismo forzado ("¡Esto no es donde quieres estar: último lugar!"). Es una lástima, porque hay momentos que funcionan —como el discurso de Sonny sobre sumar pequeñas ventajas—, pero se pierden en un mar de convenciones.

Por todo lo anterior, podemos resumir que "F1" es un blockbuster bien ensamblado, ideal para ver en IMAX. Tiene secuencias emocionantes, un elenco estelar y un amor evidente por el automovilismo. Pero su devoción por la fórmula (nunca mejor dicho) la condena a ser un producto más del montón: brillante en la superficie, hueco en el fondo. Para fans del género, puede ser un divertido pasatiempo; para quienes busquen algo más, se quedará en pole position... pero sin llegar a ganar la carrera.

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