Crítica: "Los 4 Fantásticos: Primeros pasos", por fin una película digna del comic original
- por © NOTICINE.com

Por Santiago Echeverría
Pocas franquicias surgidas del comic han tenido una relación tan tortuosa con la gran pantalla como la de los 4 Fantásticos / Fantastic Four. Tres intentos fallidos—decepcionantes o directamente olvidables—dejaron a los seguidores de Marvel con la sensación de que la Primera Familia de superhéroes nunca lograría una adaptación digna de su legado. Pero con "Los Cuatro Fantásticos: Primeros pasos / The Fantastic Four: First Steps", esa racha parece haber terminado.
La nueva película dirigida por Matt Shakman apuesta, curiosamente, por mirar al pasado. El film no sólo se sitúa en una versión retro-futurista de los años 60, sino que abraza la estética de esa época con entusiasmo: desde la arquitectura del Baxter Building, que podría estar sacada de un catálogo de diseño moderno de mediados de siglo, hasta los electrodomésticos que conviven con tecnología propia de un comic de la época. La decisión es más que un recurso visual; marca un tono y un espíritu que atraviesan toda la película. Aquí no hay un guiño forzado a la cultura pop de entonces, sino una reinterpretación cariñosa de un tiempo donde los héroes todavía eran, en esencia, familia.
La historia, lejos de las agotadoras líneas argumentales multiversales del Universo Marvel reciente, mantiene las cosas sencillas y autocontenidas. No se trata de un prólogo ni de un desfile de cameos de otros superhéroes. El público se encuentra con un cuarteto ya consolidado, cuyos miembros son conocidos y admirados en su mundo por haber salvado la Tierra en más de una ocasión. Reed Richards (el chileno Pedro Pascal), Sue Storm (Vanessa Kirby), Johnny Storm (Joseph Quinn) y Ben Grimm (Ebon Moss-Bachrach) son personajes con los que resulta fácil conectar, no por sus habilidades sobrehumanas, sino por su convivencia cotidiana, sus diferencias y su afecto mutuo.
El conflicto central introduce dos amenazas simultáneas: una de escala cósmica y otra íntima. Por un lado, llega la Silver Surfer, interpretada por Julia Garner, para anunciar la inminente destrucción del planeta a manos de Galactus, un devorador de mundos cuya representación visual está a medio camino entre un coloso metálico oxidado y un robótico titán salido de un mal sueño. Por otro lado, Sue está embarazada, un giro que no sólo humaniza aún más la historia sino que la transforma en un drama familiar con dilemas morales. ¿Qué se hace cuando salvar al mundo implica sacrificar al hijo que aún no ha nacido?
En medio de esta tensión, la película encuentra espacio para lo pequeño: los desayunos compartidos, las bromas, los momentos de incertidumbre sobre el futuro. Las escenas en las que los personajes simplemente conviven son algunas de las más disfrutables, en parte porque los actores consiguen generar una química creíble y cercana. Pascal interpreta a un Reed Richards más emocionalmente torpe que frío, mientras Kirby da a Sue Storm una solidez que no depende de clichés. Joseph Quinn aporta un aire juvenil y rebelde a Johnny Storm, y Moss-Bachrach logra dotar al pétreo Ben Grimm de una ternura inesperada, sin que su interpretación se vea enterrada por los efectos digitales.
La acción está bien dosificada, sin caer en el vértigo sin sentido de otras entregas del MCU. Hay peleas, claro, pero no son el núcleo de la película. Los combates se integran al relato porque están motivados por la protección de la familia y el intento de negociar antes de destruir, una diferencia sutil pero importante en un género que suele resolverlo todo a puñetazos.
Visualmente, la cinta combina efectos digitales con escenarios prácticos de forma armoniosa, logrando que el espectador sienta que está viendo un mundo habitable y no un simple decorado de pantalla verde. La dirección de arte, los trajes retro de Alexandra Byrne y la banda sonora orquestal de Michael Giacchino refuerzan esa sensación de aventura clásica sin renunciar a lo espectacular. Hay detalles deliciosos, como los cameos de actores del mítico proyecto de Roger Corman nunca estrenado, o un homenaje al merchandising excesivo de los superhéroes, que aquí se trata con ironía.
¿Es una película perfecta? No. Algunos subtramas se quedan en el aire, como el reino subterráneo del Mole Man o el romance de Ben Grimm con una profesora de Brooklyn interpretada por Natasha Lyonne. También hay algún exceso de duración en ciertas secuencias y un par de efectos visuales que no son memorables y decepcionan. Pero son detalles menores en un conjunto que privilegia lo emocional sobre lo grandilocuente.
"Los Cuatro Fantásticos: Primeros pasos / The Fantastic Four: First Steps" es, sobre todo, una historia sobre vínculos humanos. Habla de la familia, de la dificultad de ser héroe cuando también se es padre, madre, hermano o amigo. Y lo hace sin recurrir a la solemnidad ni al cinismo, algo que resulta refrescante en tiempos donde el género parece haber olvidado por qué nos gustaban los superhéroes cuando éramos niños.
El resultado es un reinicio que no intenta reescribir las reglas del juego, sino recordar por qué estos personajes fueron importantes alguna vez. Después de tantos tropiezos, los Cuatro Fantásticos finalmente encuentran su sitio en el cine. Y lo hacen, irónicamente, volviendo al pasado.
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Pocas franquicias surgidas del comic han tenido una relación tan tortuosa con la gran pantalla como la de los 4 Fantásticos / Fantastic Four. Tres intentos fallidos—decepcionantes o directamente olvidables—dejaron a los seguidores de Marvel con la sensación de que la Primera Familia de superhéroes nunca lograría una adaptación digna de su legado. Pero con "Los Cuatro Fantásticos: Primeros pasos / The Fantastic Four: First Steps", esa racha parece haber terminado.
La nueva película dirigida por Matt Shakman apuesta, curiosamente, por mirar al pasado. El film no sólo se sitúa en una versión retro-futurista de los años 60, sino que abraza la estética de esa época con entusiasmo: desde la arquitectura del Baxter Building, que podría estar sacada de un catálogo de diseño moderno de mediados de siglo, hasta los electrodomésticos que conviven con tecnología propia de un comic de la época. La decisión es más que un recurso visual; marca un tono y un espíritu que atraviesan toda la película. Aquí no hay un guiño forzado a la cultura pop de entonces, sino una reinterpretación cariñosa de un tiempo donde los héroes todavía eran, en esencia, familia.
La historia, lejos de las agotadoras líneas argumentales multiversales del Universo Marvel reciente, mantiene las cosas sencillas y autocontenidas. No se trata de un prólogo ni de un desfile de cameos de otros superhéroes. El público se encuentra con un cuarteto ya consolidado, cuyos miembros son conocidos y admirados en su mundo por haber salvado la Tierra en más de una ocasión. Reed Richards (el chileno Pedro Pascal), Sue Storm (Vanessa Kirby), Johnny Storm (Joseph Quinn) y Ben Grimm (Ebon Moss-Bachrach) son personajes con los que resulta fácil conectar, no por sus habilidades sobrehumanas, sino por su convivencia cotidiana, sus diferencias y su afecto mutuo.
El conflicto central introduce dos amenazas simultáneas: una de escala cósmica y otra íntima. Por un lado, llega la Silver Surfer, interpretada por Julia Garner, para anunciar la inminente destrucción del planeta a manos de Galactus, un devorador de mundos cuya representación visual está a medio camino entre un coloso metálico oxidado y un robótico titán salido de un mal sueño. Por otro lado, Sue está embarazada, un giro que no sólo humaniza aún más la historia sino que la transforma en un drama familiar con dilemas morales. ¿Qué se hace cuando salvar al mundo implica sacrificar al hijo que aún no ha nacido?
En medio de esta tensión, la película encuentra espacio para lo pequeño: los desayunos compartidos, las bromas, los momentos de incertidumbre sobre el futuro. Las escenas en las que los personajes simplemente conviven son algunas de las más disfrutables, en parte porque los actores consiguen generar una química creíble y cercana. Pascal interpreta a un Reed Richards más emocionalmente torpe que frío, mientras Kirby da a Sue Storm una solidez que no depende de clichés. Joseph Quinn aporta un aire juvenil y rebelde a Johnny Storm, y Moss-Bachrach logra dotar al pétreo Ben Grimm de una ternura inesperada, sin que su interpretación se vea enterrada por los efectos digitales.
La acción está bien dosificada, sin caer en el vértigo sin sentido de otras entregas del MCU. Hay peleas, claro, pero no son el núcleo de la película. Los combates se integran al relato porque están motivados por la protección de la familia y el intento de negociar antes de destruir, una diferencia sutil pero importante en un género que suele resolverlo todo a puñetazos.
Visualmente, la cinta combina efectos digitales con escenarios prácticos de forma armoniosa, logrando que el espectador sienta que está viendo un mundo habitable y no un simple decorado de pantalla verde. La dirección de arte, los trajes retro de Alexandra Byrne y la banda sonora orquestal de Michael Giacchino refuerzan esa sensación de aventura clásica sin renunciar a lo espectacular. Hay detalles deliciosos, como los cameos de actores del mítico proyecto de Roger Corman nunca estrenado, o un homenaje al merchandising excesivo de los superhéroes, que aquí se trata con ironía.
¿Es una película perfecta? No. Algunos subtramas se quedan en el aire, como el reino subterráneo del Mole Man o el romance de Ben Grimm con una profesora de Brooklyn interpretada por Natasha Lyonne. También hay algún exceso de duración en ciertas secuencias y un par de efectos visuales que no son memorables y decepcionan. Pero son detalles menores en un conjunto que privilegia lo emocional sobre lo grandilocuente.
"Los Cuatro Fantásticos: Primeros pasos / The Fantastic Four: First Steps" es, sobre todo, una historia sobre vínculos humanos. Habla de la familia, de la dificultad de ser héroe cuando también se es padre, madre, hermano o amigo. Y lo hace sin recurrir a la solemnidad ni al cinismo, algo que resulta refrescante en tiempos donde el género parece haber olvidado por qué nos gustaban los superhéroes cuando éramos niños.
El resultado es un reinicio que no intenta reescribir las reglas del juego, sino recordar por qué estos personajes fueron importantes alguna vez. Después de tantos tropiezos, los Cuatro Fantásticos finalmente encuentran su sitio en el cine. Y lo hacen, irónicamente, volviendo al pasado.
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