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Crítica: "¿Quién quiere casarse con un Astronauta?", comedia gay ligera que homenajea a las rom-coms yanquis

por © NOTICINE.com
"¿Quién quiere casarse con un Astronauta?"
"¿Quién quiere casarse con un Astronauta?"
Por Santiago Echeverría      

La opera prima del también productor David Matamoros, "¿Quién quiere casarse con un Astronauta?", navega por los paisajes familiares de la comedia romántica de Hollywood con un mapa de ruta conocido, ligero, muy propio de la temporada, y confortable. Eso sí, aquí no hay chico y chica, sino dos chicos. La premisa inicial —un diseñador de interiores (Raúl Tejón) que emprende un viaje por la Ruta 66 para casarse con alguien, cualquiera, tras el rechazo de su pareja de 15 años (Alejandro Nones)— prometía mayores giros en el camino. Sin embargo, el film opta por mantener el volante firme en el carril de las convenciones del género.

El guion despliega destellos de ingenio, especialmente en sus guiños metacinematográficos al citar clásicos como "Pretty Woman" y en la construcción del protagonista, un romántico que confunde la vida con los films de Julia Roberts o Sandra Bullock. No obstante, evita adentrarse en los desiertos emocionales más áridos. El conflicto central —la crisis de una relación larga— se resuelve mediante diálogos que suenan a ejercicios de manual terapéutico, mientras el desenlace se vislumbra desde los primeros compases del viaje. La llegada a Las Vegas, con su despliegue de neón y capillas kitsch, funciona más como postal turística que como catalizador dramático.



El mayor mérito de la película radica en su aproximación desdramatizada a las relaciones homosexuales: aquí no hay traumática salida del armario, discriminación ni luchas identitarias. Los personajes queer simplemente existen, aman y discuten sobre compromisos domésticos, igual que si fueran heterosexuales. Esta normalización, sin embargo, tropieza con su adhesión a estructuras tradicionales: la obsesión por el matrimonio institucional, los triángulos amorosos predecibles y secundarios reducidos a alivios cómicos. La militancia LGTB que algunos destacan se limita a una presencia numérica de personajes diversos, no a una exploración de sus contradicciones.

Matamoros demuestra oficio en el ritmo ágil y el tono ligero, evitando que los 100 minutos se hagan pesados. Raúl Tejón aporta carisma y vulnerabilidad creíble al protagonista, aunque Raúl Fernández (como el joven Esteban) y Alejandro Nones lucen constreñidos por personajes poco desarrollados. La química entre las parejas fluctúa: convincente en los momentos de comedia, forzada en las escenas de conflicto profundo. Visualmente, la road movie brinda atractivas panorámicas del desierto americano y moteles de carretera, pero la fotografía se conforma con lo funcional, sin buscar una mirada personal.

El título —referencia a un muñeco de plástico regalado en Área 51— simboliza la desconexión entre la promesa inicial y el desarrollo real. Como ese souvenir kitsch, la película cumple su función decorativa: entretener con una historia de amor sencilla. Pero quienes esperaban que la metáfora espacial anunciara una exploración de territorios emocionales inéditos, encontrarán solo un viaje por paisajes ya cartografiados.

"¿Quién quiere casarse con un Astronauta?" es ese gazpacho ligero con el que empezar un menú estival. Funciona como comedia romántica gracias a su ritmo ágil y a la empatía que genera su protagonista, pero deja la sensación de una oportunidad desaprovechada para profundizar en las complejidades del amor a largo plazo o para subvertir los códigos del género. Su valor reside más en lo que representa —un cine LGTB alejado del trauma— que en lo que logra artísticamente.

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