Crítica San Sebastián: "Si no ardemos, cómo iluminar la noche", el monstruo con rostros humanos
- por © NOTICINE.com

Por Santiago Echeverría
La llegada de Laura a El Silencio es el inicio de un viaje que trasciende el mero cambio de escenario. En "Si no ardemos, cómo iluminar la noche" (2025), la opera prima de la costarricense Kim Torres, el pueblo se convierte en un estado de ánimo, un lugar donde la naturaleza exuberante y la leyenda se funden con los temores de una adolescente. La película teje con paciencia un relato de iniciación donde lo real y lo simbólico coexisten, creando una atmósfera densa y sugerente que es, al mismo tiempo, su mayor fortaleza y su desafío más evidente.
Torres construye el mundo de Laura con una mirada sobria y un ritmo deliberadamente pausado. La cámara se toma su tiempo para observar los gestos de la joven protagonista, interpretada con una introversión convincente por Lara Yuja Mora, capturando la incomodidad de un cuerpo que cambia en un entorno que también se revela como cambiante e inestable. La directora demuestra un notable control atmosférico, utilizando el sonido y la luz natural no como adornos, sino como elementos narrativos esenciales que transmiten la opresión y la confusión que embargan a Laura. La naturaleza, inicialmente idílica, se va cargando de una amenaza latente, reflejando el despertar de la protagonista a un mundo adulto donde el peligro, especialmente para las mujeres, es tangible.
La leyenda de la bestia de pelo morado que acecha en el bosque funciona como el eje alegórico de la historia. Este cuento popular, que las voces del pueblo repiten como una advertencia velada, es el mecanismo a través del cual la película explora el miedo a la violencia sexual y la desaparición de mujeres. El film evita caer en lo explícito o lo sobrenatural, sugiriendo con inteligencia que los monstruos reales pueden tener un rostro humano y que las historias que se narran son, en última instancia, herramientas para entender o encubrir los traumas de una comunidad. Esta aproximación, más interesada en la sugerencia que en la confirmación, dota a la película de una capa de misterio y de una potente carga feminista.
Sin embargo, esta narrativa atmosférica y simbólica requiere del espectador una entrega y una paciencia que no siempre se ven recompensadas con un desarrollo dramático equivalente. La película concentra los eventos cruciales de su trama en un último acto que llega con cierta precipitación, dejando la sensación de que el metraje anterior, lento y absorbido por la construcción del ambiente y los conflictos internos de Laura, ha desaprovechado la oportunidad de desarrollar con más profundidad la intriga que ella misma plantea. El elenco, que incluye a actores noveles y profesionales como la mexicana Teresa Sánchez, funciona con naturalidad, anclando la historia en un realismo que contrasta efectivamente con los elementos más líricos.
"Si no ardemos, cómo iluminar la noche" se consolida como un debut interesante y con una voz propia. Kim Torres demuestra una sensibilidad especial para hablar de la adolescencia femenina y la violencia estructural, evitando un tono didáctico y confiando en el poder de las imágenes y los sonidos. Aunque su ritmo contemplativo y su estructura puedan resultar incómodos para algunos, la película deja una huella persistente, la de una fábula moderna que ilumina, con un destello tenue pero firme, las sombras que habitan en el silencio de un pueblo y en el corazón de una joven.
Sigue nuestras últimas noticias por INSTAGRAM, BLUESKY o FACEBOOK.
La llegada de Laura a El Silencio es el inicio de un viaje que trasciende el mero cambio de escenario. En "Si no ardemos, cómo iluminar la noche" (2025), la opera prima de la costarricense Kim Torres, el pueblo se convierte en un estado de ánimo, un lugar donde la naturaleza exuberante y la leyenda se funden con los temores de una adolescente. La película teje con paciencia un relato de iniciación donde lo real y lo simbólico coexisten, creando una atmósfera densa y sugerente que es, al mismo tiempo, su mayor fortaleza y su desafío más evidente.
Torres construye el mundo de Laura con una mirada sobria y un ritmo deliberadamente pausado. La cámara se toma su tiempo para observar los gestos de la joven protagonista, interpretada con una introversión convincente por Lara Yuja Mora, capturando la incomodidad de un cuerpo que cambia en un entorno que también se revela como cambiante e inestable. La directora demuestra un notable control atmosférico, utilizando el sonido y la luz natural no como adornos, sino como elementos narrativos esenciales que transmiten la opresión y la confusión que embargan a Laura. La naturaleza, inicialmente idílica, se va cargando de una amenaza latente, reflejando el despertar de la protagonista a un mundo adulto donde el peligro, especialmente para las mujeres, es tangible.
La leyenda de la bestia de pelo morado que acecha en el bosque funciona como el eje alegórico de la historia. Este cuento popular, que las voces del pueblo repiten como una advertencia velada, es el mecanismo a través del cual la película explora el miedo a la violencia sexual y la desaparición de mujeres. El film evita caer en lo explícito o lo sobrenatural, sugiriendo con inteligencia que los monstruos reales pueden tener un rostro humano y que las historias que se narran son, en última instancia, herramientas para entender o encubrir los traumas de una comunidad. Esta aproximación, más interesada en la sugerencia que en la confirmación, dota a la película de una capa de misterio y de una potente carga feminista.
Sin embargo, esta narrativa atmosférica y simbólica requiere del espectador una entrega y una paciencia que no siempre se ven recompensadas con un desarrollo dramático equivalente. La película concentra los eventos cruciales de su trama en un último acto que llega con cierta precipitación, dejando la sensación de que el metraje anterior, lento y absorbido por la construcción del ambiente y los conflictos internos de Laura, ha desaprovechado la oportunidad de desarrollar con más profundidad la intriga que ella misma plantea. El elenco, que incluye a actores noveles y profesionales como la mexicana Teresa Sánchez, funciona con naturalidad, anclando la historia en un realismo que contrasta efectivamente con los elementos más líricos.
"Si no ardemos, cómo iluminar la noche" se consolida como un debut interesante y con una voz propia. Kim Torres demuestra una sensibilidad especial para hablar de la adolescencia femenina y la violencia estructural, evitando un tono didáctico y confiando en el poder de las imágenes y los sonidos. Aunque su ritmo contemplativo y su estructura puedan resultar incómodos para algunos, la película deja una huella persistente, la de una fábula moderna que ilumina, con un destello tenue pero firme, las sombras que habitan en el silencio de un pueblo y en el corazón de una joven.
Sigue nuestras últimas noticias por INSTAGRAM, BLUESKY o FACEBOOK.