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Crítica: "La noche sin mí", Natalia Oreiro en un drama de encierros sin salida y tensiones soterradas

por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
"La noche sin mí", con Natalia Oreiro
"La noche sin mí", con Natalia Oreiro
Por Juan Pablo Russo        

Dirigida por María Laura Berch y Laura Chiabrando, "La noche sin mí" (2025) es un retrato austero y minucioso de una mujer cuya percepción del mundo se desplaza sutilmente. La muy prolífica en los últimos tiempos Natalia Oreiro sostiene con precisión este relato sin fisuras ni fugas, donde la intimidad se vuelve territorio de conflicto.

En "La noche sin mí", el conflicto no reside en los hechos, sino en la percepción. Eva (Natalia Oreiro), ama de casa, supervisora de escuela, esposa y madre de dos hijos, atraviesa una noche aparentemente ordinaria. Sin embargo, un acontecimiento puntual modifica su manera de estar en el mundo. La estructura familiar permanece intacta, pero algo en su interior ya no encaja del mismo modo.

La película evita la lógica del cambio visible o el punto de giro narrativo. No hay ruptura, no hay liberación, no hay viaje. Lo que se cuenta es una forma de resistencia muda, de saturación silenciosa frente a lo cotidiano.



Berch y Chiabrando optan por una dirección contenida y rigurosa. La cámara se mueve con mesura, muchas veces estática, encuadrando espacios domésticos que se vuelven opresivos sin necesidad de subrayados. El uso de planos cerrados y silencios extendidos reproduce visualmente la idea de encierro emocional.

Incluso cuando el relato sale momentáneamente del hogar, el afuera no representa una apertura, sino una continuidad del mismo clima. No hay contraste entre el adentro y el afuera, porque el conflicto está alojado en la interioridad de Eva, no en su contexto.

Natalia Oreiro sostiene la película desde una actuación esencial, construida con una precisión casi imperceptible. Su Eva se impone sin necesidad de subrayados: cada mirada, cada pausa, cada gesto mínimo revela un trabajo actoral profundamente interior. Lejos de la grandilocuencia, Oreiro elige el susurro antes que el grito, y desde ahí estructura el corazón del film.

En lugar de ocupar el centro con intensidad emocional explícita, se retira estratégicamente para dejar que el relato respire a través suyo. Su presencia marca el pulso narrativo: en una película que se apoya casi por completo en las actuaciones, su interpretación es la columna vertebral. Eva no necesita estallar para ser inolvidable; basta con observarla transformarse en el silencio.

"La noche sin mí" evita el dramatismo, el subrayado, la moraleja. Su mayor virtud está en sostener un tono constante, contenido, que nunca busca manipular al espectador. No hay clímax, no hay resolución, no hay aprendizaje. Hay una mujer que empieza a ver las cosas desde otro lugar, aunque todo siga igual.

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