Crítica: "Monsieur Aznavour", biografía desde la admiración
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Por Santiago Echeverría
Hacer una crítica cinematográfica "objetiva" de "Monsieur Aznavour" sería aparte de un oxímoron, un imposible. Más aún en el caso de quien firma este artículo, que creció con discos de vinilo de Charles Aznavour, propiedad paterna, y nunca ha dejado de escuchar sus canciones. Resumir en algo más de dos horas más de 90 años de vida no era una tarea fácil para los directores y guionistas Mehdi Idir y Grand Corps Malade. Empiezan con el niño Charles, nacido en una familia de emigrantes armenios en Francia, y acaban en la etapa final. El resultado está fundamentalmente reservado a los fans del artista, quienes quedarán al menos medianamente satisfechos. El resto, dificilmente será seducido por esta agiografía del autor de "Hier encore" o "La Bohème".
Las posibilidades de convertirse en un astro de la canción para el joven Aznavour parecían mínimas. Era bajito, con entradas, poquita cosa y con voz de fumador. Podía haber sido solo compositor y dejar que otros y otras cantaran sus temas, pero fue capaz de empeñarse, luchar, caerse, levantarse, invertir en sí mismo, hasta verse en cabecera de cartel y vender millones de discos en medio mundo. Salvando muchas distancias en nuestro mundo iberoamericano podríamos encontrar un cierto paralelismo en José Luis Perales.
"Monsieur Aznavour" narra esa lucha, sus ambiciones y altibajos, sin en ningún momento mostrar debilidades o puntos oscuros, aderezado todo con sus mayores éxitos, que se escuchan casi íntegramente. Nadie encontrará un punto de crítica, y quizás esto es lo que distingue a esta producción francesa que convocó a más de 2 millones de espectadores en su país de origen.
Cada canción inmortal nace de una experiencia vital, la ambición insaciable del artista se reafirma, y su vida personal —sus matrimonios, su relación con sus hijos— queda en un segundo plano difuso. Este enfoque, si bien permite desfilar los grandes éxitos del repertorio, termina por diluir el punto de vista de los cineastas en favor de un homenaje lineal y convencional. La puesta en escena, anónima y funcional, parece confiar toda la carga emocional a la potencia intrínseca de las canciones, recurriendo con frecuencia a planos secuencia y movimientos de cámara ampulosos que, lejos de aportar profundidad, acaban por formalizar y restar espontaneidad a lo que vemos.
En el centro de este vasto panorama se alza la interpretación de Tahar Rahim. Hay que reconocer su trabajo titánico y meticuloso. Rahim no solo se sumerge en la gestualidad nerviosa y la sonrisa carismática de Aznavour, sino que emprende un colosal esfuerzo vocal para apropiarse de las canciones, un trabajo que resulta, en muchos momentos, sorprendente. Sin embargo, persiste la sensación de que se trata de una misión imposible. Por mucho talento y esfuerzo que despliegue el actor, la distancia física con el personaje es un obstáculo que la película no logra superar por completo. Rahim no es Aznavour. Lo interpreta con una destreza admirable, pero la sombra del esfuerzo es constante, recordándonos que estamos ante una actuación, la de alguien que no se parece demasiado al astro galo.
"Monsieur Aznavour" quedará como una biopic extensa y minuciosa que brilla cuando se concentra en la forja del mito, en la lucha por el reconocimiento. Sin embargo, se vuelve más superficial y esquemática cuando debe retratar el peso de la propia leyenda. La película se convierte en un tributo demasiado respetuoso y la revisión cronológica de los grandes éxitos a arriesgarse a una mirada más crítica o personal sobre las zonas de sombra de un hombre complejo. Es un film que, como el propio Aznavour en sus últimos años sobre el escenario, demuestra una tenacidad y un oficio innegables, pero que, al intentar abarcarlo todo, termina por dejar la sensación de que la canción más profunda sobre su vida aún está por escribirse.
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Hacer una crítica cinematográfica "objetiva" de "Monsieur Aznavour" sería aparte de un oxímoron, un imposible. Más aún en el caso de quien firma este artículo, que creció con discos de vinilo de Charles Aznavour, propiedad paterna, y nunca ha dejado de escuchar sus canciones. Resumir en algo más de dos horas más de 90 años de vida no era una tarea fácil para los directores y guionistas Mehdi Idir y Grand Corps Malade. Empiezan con el niño Charles, nacido en una familia de emigrantes armenios en Francia, y acaban en la etapa final. El resultado está fundamentalmente reservado a los fans del artista, quienes quedarán al menos medianamente satisfechos. El resto, dificilmente será seducido por esta agiografía del autor de "Hier encore" o "La Bohème".
Las posibilidades de convertirse en un astro de la canción para el joven Aznavour parecían mínimas. Era bajito, con entradas, poquita cosa y con voz de fumador. Podía haber sido solo compositor y dejar que otros y otras cantaran sus temas, pero fue capaz de empeñarse, luchar, caerse, levantarse, invertir en sí mismo, hasta verse en cabecera de cartel y vender millones de discos en medio mundo. Salvando muchas distancias en nuestro mundo iberoamericano podríamos encontrar un cierto paralelismo en José Luis Perales.
"Monsieur Aznavour" narra esa lucha, sus ambiciones y altibajos, sin en ningún momento mostrar debilidades o puntos oscuros, aderezado todo con sus mayores éxitos, que se escuchan casi íntegramente. Nadie encontrará un punto de crítica, y quizás esto es lo que distingue a esta producción francesa que convocó a más de 2 millones de espectadores en su país de origen.
Cada canción inmortal nace de una experiencia vital, la ambición insaciable del artista se reafirma, y su vida personal —sus matrimonios, su relación con sus hijos— queda en un segundo plano difuso. Este enfoque, si bien permite desfilar los grandes éxitos del repertorio, termina por diluir el punto de vista de los cineastas en favor de un homenaje lineal y convencional. La puesta en escena, anónima y funcional, parece confiar toda la carga emocional a la potencia intrínseca de las canciones, recurriendo con frecuencia a planos secuencia y movimientos de cámara ampulosos que, lejos de aportar profundidad, acaban por formalizar y restar espontaneidad a lo que vemos.
En el centro de este vasto panorama se alza la interpretación de Tahar Rahim. Hay que reconocer su trabajo titánico y meticuloso. Rahim no solo se sumerge en la gestualidad nerviosa y la sonrisa carismática de Aznavour, sino que emprende un colosal esfuerzo vocal para apropiarse de las canciones, un trabajo que resulta, en muchos momentos, sorprendente. Sin embargo, persiste la sensación de que se trata de una misión imposible. Por mucho talento y esfuerzo que despliegue el actor, la distancia física con el personaje es un obstáculo que la película no logra superar por completo. Rahim no es Aznavour. Lo interpreta con una destreza admirable, pero la sombra del esfuerzo es constante, recordándonos que estamos ante una actuación, la de alguien que no se parece demasiado al astro galo.
"Monsieur Aznavour" quedará como una biopic extensa y minuciosa que brilla cuando se concentra en la forja del mito, en la lucha por el reconocimiento. Sin embargo, se vuelve más superficial y esquemática cuando debe retratar el peso de la propia leyenda. La película se convierte en un tributo demasiado respetuoso y la revisión cronológica de los grandes éxitos a arriesgarse a una mirada más crítica o personal sobre las zonas de sombra de un hombre complejo. Es un film que, como el propio Aznavour en sus últimos años sobre el escenario, demuestra una tenacidad y un oficio innegables, pero que, al intentar abarcarlo todo, termina por dejar la sensación de que la canción más profunda sobre su vida aún está por escribirse.
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