Crítica Huelva: "Los renacidos", un definitivo cambio de vida
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Por Miguel Castelo
Uno de los problemas -si bien es cierto, menores- que tenemos los espectadores ante las películas que de habla hispana proceden de otros países de nuestro ámbito cultural es la dificultad para entender diálogos con expresiones autóctonas, frases dichas o a medio decir con excesiva rapidez, giros lingüísticos, las lógicas contracciones de cada idioma, etc. Una dificultad de comprensión que en ciertos momentos puede ser sustancial para el procesado de lo que nos está siendo contado. Un inconveniente en este sentido, que por lo demás no deja de ser una manifestación de riqueza lingüística y cultural de la que todos podemos aprender.
Viene esta observación a cuenta de algunos pequeños detalles observados "Los renacidos", film argentino (en coproducción con España y Chile), escrito, producido y dirigido por Santiago Esteves. ¿Por qué, sin motivo aparente, el hermano mayor agrede violentamente al menor? ¿La madre de ambos muere de muerte natural o alguien la asesina? En el segundo de los casos, ¿quién? Preguntas latentes en el transcurso de la proyección. Fue después, en conversación con un colega y amigo, cuando estas incógnitas quedaron más o menos felizmente desveladas.
No impide esta circunstancia apreciar que "Los renacidos" es una propuesta que tiene interés. De ella se dice en los materiales informativos escritos que cuenta una historia en la que dos hermanos se ven envueltos en el marco de una estructura mafiosa y obligados a colaborar en un peligroso negocio de falsas desapariciones. Y así es. El episodio arranca en un centro médico, se supone que de una localidad no muy grande, en el que un joven médico atiende con amabilidad y cualificación profesional a pacientes, principalmente infantiles, que en compañía de sus mayores abandonan la consulta encaminados a recuperarse de su dolencia y, por tanto, confortados. A partir de aquí, sin menoscabo de su segura profesionalidad pero, en contra de su voluntad, su práctica médica dará un giro de ciento ochenta grados en medio de una espiral de violencia.
Santiago Esteves aborda la construcción audiovisual de su historia escrita en el papel con la misma decisión, seguridad y eficacia que el aludido personaje que la habita. Por mejor decir, de todos los personajes que, de algún modo u otro, la protagonizan. El elenco al completo, encabezado por Marco Antonio Caponi y Pedro Fontaine está lleno de prototipos tan bien diseñados en el guión como encarnados en el film. Desde los dos antitéticos hermanos hasta la episódica figura de sus padres, pasando por toda la galería de sicarios de diversa jerarquía. Todo resulta convincente y verosímil. A ello contribuyen todos los recursos utilizados, los que por norma intervienen en los procesos de la construcción cinematográfica: selección de intérpretes, escenarios, dirección fotográfica y de actores, montaje música, etc. Una completa y excelente puesta en escena.
Cada proyecto demanda sus especificidades y Esteves demuestra haber tenido claros sus objetivos. Quería contar una historia entre desaparecidos en extrañas circunstancias y necesitados de desaparecer ante un inminente peligro, y lo ha conseguido con creces, rotundamente. No da tregua, mantiene en vilo a quienes permanecemos, vigilantes, a este otro lado de la pantalla. Estamos ante una poderosa historia de misterio con implicaciones políticas narrada en clave de thriller. Es probable que esté inspirada en una realidad factible. De esto nada se dice claramente en el transcurso del relato, tampoco en los títulos de crédito. Ciertamente, no era necesario.
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Uno de los problemas -si bien es cierto, menores- que tenemos los espectadores ante las películas que de habla hispana proceden de otros países de nuestro ámbito cultural es la dificultad para entender diálogos con expresiones autóctonas, frases dichas o a medio decir con excesiva rapidez, giros lingüísticos, las lógicas contracciones de cada idioma, etc. Una dificultad de comprensión que en ciertos momentos puede ser sustancial para el procesado de lo que nos está siendo contado. Un inconveniente en este sentido, que por lo demás no deja de ser una manifestación de riqueza lingüística y cultural de la que todos podemos aprender.
Viene esta observación a cuenta de algunos pequeños detalles observados "Los renacidos", film argentino (en coproducción con España y Chile), escrito, producido y dirigido por Santiago Esteves. ¿Por qué, sin motivo aparente, el hermano mayor agrede violentamente al menor? ¿La madre de ambos muere de muerte natural o alguien la asesina? En el segundo de los casos, ¿quién? Preguntas latentes en el transcurso de la proyección. Fue después, en conversación con un colega y amigo, cuando estas incógnitas quedaron más o menos felizmente desveladas.
No impide esta circunstancia apreciar que "Los renacidos" es una propuesta que tiene interés. De ella se dice en los materiales informativos escritos que cuenta una historia en la que dos hermanos se ven envueltos en el marco de una estructura mafiosa y obligados a colaborar en un peligroso negocio de falsas desapariciones. Y así es. El episodio arranca en un centro médico, se supone que de una localidad no muy grande, en el que un joven médico atiende con amabilidad y cualificación profesional a pacientes, principalmente infantiles, que en compañía de sus mayores abandonan la consulta encaminados a recuperarse de su dolencia y, por tanto, confortados. A partir de aquí, sin menoscabo de su segura profesionalidad pero, en contra de su voluntad, su práctica médica dará un giro de ciento ochenta grados en medio de una espiral de violencia.
Santiago Esteves aborda la construcción audiovisual de su historia escrita en el papel con la misma decisión, seguridad y eficacia que el aludido personaje que la habita. Por mejor decir, de todos los personajes que, de algún modo u otro, la protagonizan. El elenco al completo, encabezado por Marco Antonio Caponi y Pedro Fontaine está lleno de prototipos tan bien diseñados en el guión como encarnados en el film. Desde los dos antitéticos hermanos hasta la episódica figura de sus padres, pasando por toda la galería de sicarios de diversa jerarquía. Todo resulta convincente y verosímil. A ello contribuyen todos los recursos utilizados, los que por norma intervienen en los procesos de la construcción cinematográfica: selección de intérpretes, escenarios, dirección fotográfica y de actores, montaje música, etc. Una completa y excelente puesta en escena.
Cada proyecto demanda sus especificidades y Esteves demuestra haber tenido claros sus objetivos. Quería contar una historia entre desaparecidos en extrañas circunstancias y necesitados de desaparecer ante un inminente peligro, y lo ha conseguido con creces, rotundamente. No da tregua, mantiene en vilo a quienes permanecemos, vigilantes, a este otro lado de la pantalla. Estamos ante una poderosa historia de misterio con implicaciones políticas narrada en clave de thriller. Es probable que esté inspirada en una realidad factible. De esto nada se dice claramente en el transcurso del relato, tampoco en los títulos de crédito. Ciertamente, no era necesario.
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