Estos son los actores y personajes que acompañan a Tini Stoessel en "Quebranto"
- por © Redacción (Argentina)-NOTICINE.com

A partir del 15 de agosto, Disney+ suma a su catálogo la serie "Quebranto", una miniserie de seis episodios que elige el thriller dramático como vehículo para desentrañar una historia familiar atravesada por el abandono, el silencio y el poder. Filmada en México y Argentina, la serie pone en marcha su relato a partir de una decisión íntima: la de Miranda Sanguinetti, una joven pianista argentina que decide buscar respuestas sobre sus orígenes. Lo que comienza como una inquietud personal pronto se convierte en una pesquisa cada vez más peligrosa.
La protagonista es interpretada por Tini Stoessel, quien regresa a la actuación de la mano de Disney, compañía con la que en su juventud se hizo famosa, tras varios años de dedicación a la música. En "Quebranto", Stoessel se mete en la piel de una joven con una vida aparentemente estable en Buenos Aires, pero marcada por trastornos de ansiedad que, como ella misma interpreta, tienen su raíz en un pasado opaco, en la falta de certezas sobre quién es y de dónde viene. “La angustia viene de no saber”, parece decir Miranda al tomar la decisión de viajar a México, su país natal, para ir al fondo del asunto.
Esa búsqueda la lleva a reconstruir una cadena de relaciones familiares que, lejos de ofrecer consuelo, termina revelando verdades incómodas. En su intento por entender qué ocurrió tras su nacimiento, Miranda se ve envuelta en las tensiones de dos mundos que nunca deberían haber colisionado: el de una familia mexicana poderosa, de influencia política y empresarial, y el de su madre biológica, Gabriela, una mujer que carga con las cicatrices de un destino marcado por la pobreza y el trauma.
Gabriela, interpretada por Daniela Peña, representa el eslabón más frágil de esta cadena. Desde la periferia social y emocional, su figura emerge como una presencia ausente que, sin embargo, condiciona toda la trama. El abandono, tanto el sufrido como el perpetrado, se revela como un eje silencioso que une a varios personajes.
Del otro lado están los Lara, una familia adinerada y estructurada en torno a una figura central: Santiago Lara (Otto Sirgo), un patriarca que, aunque retirado, sigue operando desde las sombras. Sus dos hijos, Rafael (Albi de Abreu) y Emiliano (Antonio de la Vega), cargan con historias que parecen bifurcarse. El primero se exilió en Chile y optó por alejarse del clan. El segundo, en cambio, se mantuvo al frente del negocio familiar y se muestra como un hombre serio, reservado, cuyo pasado será sacudido por la aparición de Miranda.
La intrincada red familiar se amplía con personajes como Javier (Jorge López), hijo de Rafael, seductor y ambicioso, que vuelve a México con un objetivo propio y termina siendo clave en el camino de Miranda; y Leo (Martín Barba), un ex militar que ha vivido sus propias heridas y que ahora, desde su rol como protector, se convierte en una figura crucial para la protagonista.
Los padres adoptivos de Miranda, Martín y María José Sanguinetti, interpretados por Rafael Ferro y Daniela Vargas, también se ven arrastrados a este torbellino. La hija que criaron, al indagar en su pasado, los obliga a revisar lo que creían inalterable. Las conversaciones que surgen de ese conflicto abren grietas y dejan expuestas verdades que no se habían querido ver.
El guion, escrito por Andrés Gelós, Natacha Caravia y Andrés Pascaner, pone especial atención en las ambigüedades morales de sus personajes. Nadie está del todo en un lado o en otro. Incluso Miranda, movida por una necesidad legítima, se ve obligada a moverse en zonas grises cuando decide infiltrarse en los negocios oscuros de la familia Lara para obtener la información que necesita. Filmada entre locaciones mexicanas y argentinas bajo dirección de Bernardo de la Rosa, la serie teje un mapa de lealtades rotas. Miranda descubrirá que indagar en el pasado exige pagar un precio: deberá navegar entre la luz de su talento musical y la oscuridad de una organización criminal que considera suya.
La serie plantea un dilema central: cuánto se está dispuesto a arriesgar por conocer la verdad. El precio que Miranda paga por reconstruir su identidad no es simbólico: involucra lealtades, vínculos afectivos y la posibilidad de cruzar límites que antes parecían impensables. La tensión no sólo viene de la acción –que la hay, en abundancia–, sino de las elecciones internas que cada personaje debe tomar.
En el mundo de "Quebranto", el poder aparece siempre en tensión con la memoria. La impunidad no es sólo jurídica, también es afectiva: las omisiones del pasado, las decisiones tomadas en nombre de otros, los silencios que se mantuvieron por "el bien de todos". La serie evita resolver estas tensiones con soluciones fáciles. Prefiere dejar que la oscuridad conviva con los matices, que el espectador no tenga siempre claro quién tiene razón o quién miente.
Con un reparto que combina figuras consolidadas y nuevos rostros, "Quebranto" apuesta por un tono serio, sostenido, donde cada episodio revela una capa nueva sin cerrarla del todo. La duración de 45 minutos por capítulo permite desarrollar con paciencia las líneas narrativas, y el montaje juega con los tiempos y los silencios, dejando espacio para que los conflictos respiren.
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La protagonista es interpretada por Tini Stoessel, quien regresa a la actuación de la mano de Disney, compañía con la que en su juventud se hizo famosa, tras varios años de dedicación a la música. En "Quebranto", Stoessel se mete en la piel de una joven con una vida aparentemente estable en Buenos Aires, pero marcada por trastornos de ansiedad que, como ella misma interpreta, tienen su raíz en un pasado opaco, en la falta de certezas sobre quién es y de dónde viene. “La angustia viene de no saber”, parece decir Miranda al tomar la decisión de viajar a México, su país natal, para ir al fondo del asunto.
Esa búsqueda la lleva a reconstruir una cadena de relaciones familiares que, lejos de ofrecer consuelo, termina revelando verdades incómodas. En su intento por entender qué ocurrió tras su nacimiento, Miranda se ve envuelta en las tensiones de dos mundos que nunca deberían haber colisionado: el de una familia mexicana poderosa, de influencia política y empresarial, y el de su madre biológica, Gabriela, una mujer que carga con las cicatrices de un destino marcado por la pobreza y el trauma.
Gabriela, interpretada por Daniela Peña, representa el eslabón más frágil de esta cadena. Desde la periferia social y emocional, su figura emerge como una presencia ausente que, sin embargo, condiciona toda la trama. El abandono, tanto el sufrido como el perpetrado, se revela como un eje silencioso que une a varios personajes.
Del otro lado están los Lara, una familia adinerada y estructurada en torno a una figura central: Santiago Lara (Otto Sirgo), un patriarca que, aunque retirado, sigue operando desde las sombras. Sus dos hijos, Rafael (Albi de Abreu) y Emiliano (Antonio de la Vega), cargan con historias que parecen bifurcarse. El primero se exilió en Chile y optó por alejarse del clan. El segundo, en cambio, se mantuvo al frente del negocio familiar y se muestra como un hombre serio, reservado, cuyo pasado será sacudido por la aparición de Miranda.
La intrincada red familiar se amplía con personajes como Javier (Jorge López), hijo de Rafael, seductor y ambicioso, que vuelve a México con un objetivo propio y termina siendo clave en el camino de Miranda; y Leo (Martín Barba), un ex militar que ha vivido sus propias heridas y que ahora, desde su rol como protector, se convierte en una figura crucial para la protagonista.
Los padres adoptivos de Miranda, Martín y María José Sanguinetti, interpretados por Rafael Ferro y Daniela Vargas, también se ven arrastrados a este torbellino. La hija que criaron, al indagar en su pasado, los obliga a revisar lo que creían inalterable. Las conversaciones que surgen de ese conflicto abren grietas y dejan expuestas verdades que no se habían querido ver.
El guion, escrito por Andrés Gelós, Natacha Caravia y Andrés Pascaner, pone especial atención en las ambigüedades morales de sus personajes. Nadie está del todo en un lado o en otro. Incluso Miranda, movida por una necesidad legítima, se ve obligada a moverse en zonas grises cuando decide infiltrarse en los negocios oscuros de la familia Lara para obtener la información que necesita. Filmada entre locaciones mexicanas y argentinas bajo dirección de Bernardo de la Rosa, la serie teje un mapa de lealtades rotas. Miranda descubrirá que indagar en el pasado exige pagar un precio: deberá navegar entre la luz de su talento musical y la oscuridad de una organización criminal que considera suya.
La serie plantea un dilema central: cuánto se está dispuesto a arriesgar por conocer la verdad. El precio que Miranda paga por reconstruir su identidad no es simbólico: involucra lealtades, vínculos afectivos y la posibilidad de cruzar límites que antes parecían impensables. La tensión no sólo viene de la acción –que la hay, en abundancia–, sino de las elecciones internas que cada personaje debe tomar.
En el mundo de "Quebranto", el poder aparece siempre en tensión con la memoria. La impunidad no es sólo jurídica, también es afectiva: las omisiones del pasado, las decisiones tomadas en nombre de otros, los silencios que se mantuvieron por "el bien de todos". La serie evita resolver estas tensiones con soluciones fáciles. Prefiere dejar que la oscuridad conviva con los matices, que el espectador no tenga siempre claro quién tiene razón o quién miente.
Con un reparto que combina figuras consolidadas y nuevos rostros, "Quebranto" apuesta por un tono serio, sostenido, donde cada episodio revela una capa nueva sin cerrarla del todo. La duración de 45 minutos por capítulo permite desarrollar con paciencia las líneas narrativas, y el montaje juega con los tiempos y los silencios, dejando espacio para que los conflictos respiren.
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