Berlín se mira a sí misma y al poder especulativo en su "Internacional" apertura
- por © Alberto Duque López-NOTICINE.com
Si alguien se pregunta por qué una película comercial como "Agente Internacional" ha inaugurado este jueves la 59 versión de la Berlinale que, según los organizadores, promete ser totalmente diferente a las anteriores (hay películas de Stephen Frears, Bertrand Tavernier, Rachid Bouchareb, Chen Kaige, Francois Ozon. Andrzej Wajda, Fatih Akin, Costa-Gavras, Theo Angelopoulos y Stephen Daldry, entre otros grandes maestros), la respuesta obvia la encuentra en que parte de la trama ocurre en escenarios reconocidos de Berlín y que el director, Tom Tykwer, es alemán, tiene otras películas importantes como para merecer ese honor, "Corre, Lola, Corre" o "El Perfume" o "Heaven" que también inauguró Berlìn en 2002 y que su aporte teórico, financiero e investigativo al desarrollo del cine alemán ha sido significativo.
Uno siempre recuerda las películas por determinadas escenas. Son los momentos que se quedan, se graban, se convierten en referencias cuando se quiere analizar determinados elementos.
Uno recuerda, por ejemplo, la escena en que Marlon Brando contempla el cadáver acribillado de su hijo en la funeraria y no puede contener las lágrimas, en "El Padrino", o el monólogo sudoroso, oscuro y susurrante de "Apocalypsis Now", o el diálogo que sostiene Liam Neeson en las primeras escenas de "Venganza / Búsqueda implacable" (seis meses después de Latinoamérica y Europa se estrenó en Estados Unidos con éxito notable), cuando le indica a la hija cómo lidiar con los secuestradores que se la llevan, o la inmersión del niño en un tanque de excrementos en "Slumdog Millionaire", o el momento en que la mujer aprende a leer y escribir en "El lector", o cuando entra Alain Delon a su habitación en "El Samurai" y descubre el canario muerto en su jaula, o el niño persiguiendo un pendón amarillo en "El Ultimo Emperador", o el baile en "El Gatopardo" y así sucesivamente.
Es que "Agente Internacional" será recordada largamente por haber "destrozado" totalmente las instalaciones del hermoso edificio diseñado por Frank Lloyd Wright en Manhattan para el Guggenheim, cuando el protagonista (Clive Owen), sigue la pista de un asesino y avanza disparando por esas rampas que comunican con las numerosas salas y exposiciones, bajo un domo de cristal y en medio de paneles que abrigan las imágenes de una "instalación" del artista Julian Rosenfeldt, y a medida que avanza, su presa se esconde y a su turno es cazada por todo un batallón de sicarios que horadan las paredes, pulverizan las esculturas, rompen los muebles, matan a varios visitantes, llenan el aire de vidrio molido y convierten el Guggenheim en un infierno pocas veces visto por su espectacularidad salvaje.
La historia es muy actual y se inspira en sucesos verídicos. Un agente de Interpol y una funcionaria de la Fiscalía de Manhattan (Naomi Watts) investigan los malos pasos de un banco internacional que colabora con grupos mafiosos y terroristas, se relaciona con altos funcionarios y decide la suerte de miles de ciudadanos, hasta provocar su muerte espectacular (en los primeros minutos de la película), a pocos pasos de uno los sitios más concurridos y emblemáticos de Berlín.
Quienes recuerden el caso del Banco Internacional de Crédito y Comercio, fundado en Karachi, Pakistán en los setentas por Agha Hasan Abedi y convertido en uno de los más influyentes lavaderos de dinero del mundo, encuentran lazos evidentes con la entidad investigada en esta película, sobre todo en los negocios relacionados con el tráfico de armas, apoyo a los tiranos de repúblicas bananeras y africanas, financiación de mercenarios para participar en guerras ajenas y lejanas, y por supuesto, apoyo a los grupos terroristas del mundo. Todas esas actividades del banco pakistaní fueron cortadas de raíz por autoridades de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Ese es el enemigo al que se enfrentan dos solitarios personajes que no cuentan siquiera con la confianza ni el apoyo de sus respectivas organizaciones. Nadie quiere creer que ese Banco ofrezca todos, todos los servicios imaginables a sus clientes, desde lavar sus millones de dólares, matando a quien se atreva a interferir en las operaciones, hasta el asesinado de líderes políticos que no siguen sus órdenes.
El resultado es una típica y entretenida película de acción. Los tiroteos, los asesinatos, la cacería de los protagonistas, las balaceras y destrucciones en sitios cerrados como el Guggenheim o zonas públicas y concurridas como la nueva estación de trenes en Berlín, la Hauptbanhof, convierten la película en un ejemplo de excelente narración que recuerda algunos de los modelos del género como "Contacto en Francia / French Connection" o "Bullit" o algunas películas de Harry el Sucio o ciertas historias de Luc Besson.
Además, como nota curiosa, el protagonista no es el típico héroe del género, suicida y valiente, sino un hombre común y corriente, apasionado, obsesionado con su oficio y desesperado porque los superiores no entienden lo que ve con toda claridad: que ese Banco está manejado por asesinos inmorales. Para suerte suya, cuenta con la ayuda de una mujer fría e inteligente que sabe anticiparse a los enemigos.
Enfrentados a estos solitarios están los altos ejecutivos bancarios: despiadados, bien vestidos, elegantes, conocedores de las peores pasiones humanas, diseñadores de las operaciones más salvajes para castigar a los enemigos, veloces para pensar y actuar, y asesorados por uno de los personajes más sórdidos, un ex agente de la policía secreta alemana (interpretado con imaginación por Armin Mueller-Stahl) que organiza las peores matanzas.
Trabajando con su equipo de siempre, Tykwer se apoya en la fotografía de Frank Griebe, el diseñador Uli Hanisch, la editora Matilde Bonnefoy y Ngila Dickson, diseñadora de vestuario, para filmar esta película en escenarios reales de Berlín con sus edificios fantásticos y osados (además de la ciudad satélite, Wolfsburg), Lyon, Estambul (la mezquita de Sulleymaniye, el sistema de cisternas bizantinas, el Gran Bazar con sus 58 calles, 4.000 tiendas y más de 500.000 turistas diarios), Manhattan, Milán con sus puentes, su estación de trenes, el edificio Pirelli, y otras zonas que se convierten en escenarios de esta intriga.
Esta es la película que inaugura la versión 2009 del festival internacional de Berlín, una mirada ansiosa, nerviosa y muy bien realizada de ese universo de los ladrones y asesinos que utilizan bancos y corporaciones con la complicidad de numerosos gobiernos, para robar, matar, secuestrar, extorsionar, mentir, enlodar el nombre de los ciudadanos y fomentar el terrorismo, los malos gobiernos y la delincuencia en todo el mundo. Lo mejor es que el espectador se emociona con las escenas tremendistas (la muerte de un personaje al comienzo o los tiroteos en la espiral que une las salas del Guggenheim o la muerte de un delincuente a nombre de un político italiano asesinado varias semanas atrás), y luego recuerda que esos personajes y esas atrocidades existen. Basta leer los periódicos, escuchar la radio o mirar la televisión, y descubrir la realidad, entre líneas.
Uno siempre recuerda las películas por determinadas escenas. Son los momentos que se quedan, se graban, se convierten en referencias cuando se quiere analizar determinados elementos.
Uno recuerda, por ejemplo, la escena en que Marlon Brando contempla el cadáver acribillado de su hijo en la funeraria y no puede contener las lágrimas, en "El Padrino", o el monólogo sudoroso, oscuro y susurrante de "Apocalypsis Now", o el diálogo que sostiene Liam Neeson en las primeras escenas de "Venganza / Búsqueda implacable" (seis meses después de Latinoamérica y Europa se estrenó en Estados Unidos con éxito notable), cuando le indica a la hija cómo lidiar con los secuestradores que se la llevan, o la inmersión del niño en un tanque de excrementos en "Slumdog Millionaire", o el momento en que la mujer aprende a leer y escribir en "El lector", o cuando entra Alain Delon a su habitación en "El Samurai" y descubre el canario muerto en su jaula, o el niño persiguiendo un pendón amarillo en "El Ultimo Emperador", o el baile en "El Gatopardo" y así sucesivamente.
Es que "Agente Internacional" será recordada largamente por haber "destrozado" totalmente las instalaciones del hermoso edificio diseñado por Frank Lloyd Wright en Manhattan para el Guggenheim, cuando el protagonista (Clive Owen), sigue la pista de un asesino y avanza disparando por esas rampas que comunican con las numerosas salas y exposiciones, bajo un domo de cristal y en medio de paneles que abrigan las imágenes de una "instalación" del artista Julian Rosenfeldt, y a medida que avanza, su presa se esconde y a su turno es cazada por todo un batallón de sicarios que horadan las paredes, pulverizan las esculturas, rompen los muebles, matan a varios visitantes, llenan el aire de vidrio molido y convierten el Guggenheim en un infierno pocas veces visto por su espectacularidad salvaje.
La historia es muy actual y se inspira en sucesos verídicos. Un agente de Interpol y una funcionaria de la Fiscalía de Manhattan (Naomi Watts) investigan los malos pasos de un banco internacional que colabora con grupos mafiosos y terroristas, se relaciona con altos funcionarios y decide la suerte de miles de ciudadanos, hasta provocar su muerte espectacular (en los primeros minutos de la película), a pocos pasos de uno los sitios más concurridos y emblemáticos de Berlín.
Quienes recuerden el caso del Banco Internacional de Crédito y Comercio, fundado en Karachi, Pakistán en los setentas por Agha Hasan Abedi y convertido en uno de los más influyentes lavaderos de dinero del mundo, encuentran lazos evidentes con la entidad investigada en esta película, sobre todo en los negocios relacionados con el tráfico de armas, apoyo a los tiranos de repúblicas bananeras y africanas, financiación de mercenarios para participar en guerras ajenas y lejanas, y por supuesto, apoyo a los grupos terroristas del mundo. Todas esas actividades del banco pakistaní fueron cortadas de raíz por autoridades de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Ese es el enemigo al que se enfrentan dos solitarios personajes que no cuentan siquiera con la confianza ni el apoyo de sus respectivas organizaciones. Nadie quiere creer que ese Banco ofrezca todos, todos los servicios imaginables a sus clientes, desde lavar sus millones de dólares, matando a quien se atreva a interferir en las operaciones, hasta el asesinado de líderes políticos que no siguen sus órdenes.
El resultado es una típica y entretenida película de acción. Los tiroteos, los asesinatos, la cacería de los protagonistas, las balaceras y destrucciones en sitios cerrados como el Guggenheim o zonas públicas y concurridas como la nueva estación de trenes en Berlín, la Hauptbanhof, convierten la película en un ejemplo de excelente narración que recuerda algunos de los modelos del género como "Contacto en Francia / French Connection" o "Bullit" o algunas películas de Harry el Sucio o ciertas historias de Luc Besson.
Además, como nota curiosa, el protagonista no es el típico héroe del género, suicida y valiente, sino un hombre común y corriente, apasionado, obsesionado con su oficio y desesperado porque los superiores no entienden lo que ve con toda claridad: que ese Banco está manejado por asesinos inmorales. Para suerte suya, cuenta con la ayuda de una mujer fría e inteligente que sabe anticiparse a los enemigos.
Enfrentados a estos solitarios están los altos ejecutivos bancarios: despiadados, bien vestidos, elegantes, conocedores de las peores pasiones humanas, diseñadores de las operaciones más salvajes para castigar a los enemigos, veloces para pensar y actuar, y asesorados por uno de los personajes más sórdidos, un ex agente de la policía secreta alemana (interpretado con imaginación por Armin Mueller-Stahl) que organiza las peores matanzas.
Trabajando con su equipo de siempre, Tykwer se apoya en la fotografía de Frank Griebe, el diseñador Uli Hanisch, la editora Matilde Bonnefoy y Ngila Dickson, diseñadora de vestuario, para filmar esta película en escenarios reales de Berlín con sus edificios fantásticos y osados (además de la ciudad satélite, Wolfsburg), Lyon, Estambul (la mezquita de Sulleymaniye, el sistema de cisternas bizantinas, el Gran Bazar con sus 58 calles, 4.000 tiendas y más de 500.000 turistas diarios), Manhattan, Milán con sus puentes, su estación de trenes, el edificio Pirelli, y otras zonas que se convierten en escenarios de esta intriga.
Esta es la película que inaugura la versión 2009 del festival internacional de Berlín, una mirada ansiosa, nerviosa y muy bien realizada de ese universo de los ladrones y asesinos que utilizan bancos y corporaciones con la complicidad de numerosos gobiernos, para robar, matar, secuestrar, extorsionar, mentir, enlodar el nombre de los ciudadanos y fomentar el terrorismo, los malos gobiernos y la delincuencia en todo el mundo. Lo mejor es que el espectador se emociona con las escenas tremendistas (la muerte de un personaje al comienzo o los tiroteos en la espiral que une las salas del Guggenheim o la muerte de un delincuente a nombre de un político italiano asesinado varias semanas atrás), y luego recuerda que esos personajes y esas atrocidades existen. Basta leer los periódicos, escuchar la radio o mirar la televisión, y descubrir la realidad, entre líneas.