La Costa Azul se tiñe de sangre con las asiático-francesas "Vengeance" y "Kinatay"

por © E.E. (Cannes)-NOTICINE.com
Brillante Mendoza, con una de las actrices de 'Kinatay'
Brillante Mendoza, con una de las actrices de 'Kinatay'
Parece que este año el responsable máximo del contenido oficial del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, se planteó colorear de rojo los ríos de champán que corren por esta ciudad durante el certamen y ensangrentar las orillas del Mediterráneo. Después de un vampírico aperitivo el viernes con "Bak-Jwi", del coreano Park Chan-wook, este domingo hubo un doble plato fuerte con otros dos cineastas asiáticos: Johnnie To y su "Vengeance", y Brillante Mendoza y "Kinatay". Sobre todo con el segundo, la hemoglobina llegó a la tercera fila de butacas...

Ambas cintas coinciden en estar dirigidas por orientales y financiadas por Francia, país anfitrión del festival, que como de costumbre se reserva la mayor parte de la selección oficial, aunque a veces con acentos y visiones foráneas. También es común el género: cine negro teñido de rojo sangre.

El hongkonés Johnnie To ha realizado con "Vengeance" una especie de "remake" apócrifo de "El samurai", clásico del "Polar" realizado por Jean-Pierre Melville en 1967. Mucho ha llovido desde entonces y el estilo del cine negro evolucionado hacia terrenos cada vez más gráficos. Tiroteos, crímenes y salpicaduras de sangre han estado ya antes en la filmografía de To y aquí, de la mano de su casi tocayo Johnny Halliday, incombustible cantante rockero y ocasional actor francés, son aún más abundantes. Su personaje, a la sazón apellidado como el de Alain Delon en "El samurai", Costello, es un ex asesino a sueldo que debe volver al "tajo" para vengar el ataque de la mafia de Macao contra la familia de su hija.

Dejando aparte el exceso de violencia, To brilla con la cámara, pero pincha en hueso a la hora de dar una encarnación dramática a sus personajes, y esta "Vengeance" se queda en un espectáculo sanguíneo bien coreografiado y filmado pero poco o nada original en su guión.

Algo más de esfuerzo le puso el filipino Brillante Mendoza, cuyas impactantes películas, graficamente muy explícitas, llevan dando que hablar en festivales estos últimos tiempos. Un año después de lanzar aquí "Serbis", mete de nuevo el dedo en la llaga, más profundamente, con "Kinatay", sórdida historia sobre un aprendiz de policía filipino que por dinero se implica en trabajos de poca monta para un mafioso local y un día se convierte en testigo y cómplice del secuestro, violación, tortura y desmenbramiento de una prostituta con deudas por drogas.

Gran parte del "espectáculo" Mendoza nos lo hace degustar casi en tiempo real, según dice para hacer al espectador vivir sensaciones similares a las de este joven que cae irremediablemente en el pozo más oscuro de la violencia y el crimen sin quererlo, pero sin ser capaz de impedirlo. Desde luego, el resultado no es recomendable para estómagos sensibles, por excesivo y posiblemente gratuito.

En resumidas cuentas, dos cintas duras, pornográficamente sangrientas y violenta, que tendrán difícil difusión internacional en salas comerciales y más que discutibles merecimientos para formar parte del palmarés del próximo fin de semana.