Kaurismäki y Jodie Foster traen humor y ternura a Cannes

por © E.E. (Cannes)-NOTICINE.com
Aki Kaurismaki (Reuters)
Aki Kaurismaki (Reuters)
La tendencia natural de los programadores de festivales -y quizás también de los propios cineastas que aspiran a estar en ellos- es al drama de cortarte las venas y agotarte la esperanza. Sí, aceptamos que el mundo no hay quien lo arregle y vamos de culo y cuesta abajo, pero... ¡Cómo se agradece un punto de optimismo, de humor y buena onda! Y si de paso nos rescatan del arroyo de lo politicamente incorrecto a Mel Gibson, pues miel sobre ojuelas. Esto es lo que han brindado este martes en Cannes Aki Kaurismäki con "Le Havre" y Jodie Foster con "El castor".

Maestro de la sencillez y la ironía "on the rocks", el finlandés Kaurismäki ha ido en busca del euro francés para filmar en la ciudad portuaria del mismo nombre "Le Havre", una fábula, un cuento de hadas muy bien intencionado y escrito que nos reconcilia con el género humano, aquí solidario, simpático y eso... humano. ¿Qué la realidad que rodea a la emigración es más oscura? Probablemente, pero hay que agarrarse a estos cuentos como a un clavo ardiendo o tirar la toalla.

Su personaje central, Marcel (que ya apareció encarnado en el mismo actor, André Wilms, en "La vida de Bohemia" hace casi dos décadas) se ha convertido en limpiabotas y vive en un pasado indeterminado (tal vez los años 50 o 60 por la ambientación) en esa ciudad de puerto mercante en el norte de Francia, junto a su esposa. Su vida tranquila se ve transformada cuando en ella entra de forma casual un pequeño africano, que ha llegado como polizón en un barco, y aspira a llegar a Inglaterra donde está su madre. Marcel y sus amigos del barrio van a confabularse para ayudarle, frente a la inhumanidad del Estado que quiere enviarlo de vuelta a su continente.

No tiene fácil Kaurismäki, menos vitriólico que de costumbre para amabilizar su historia, entrar en el palmarés, con una competencia de historias graves llenas de pretensiones, pero este martes ha divertido al respetable, que se lo ha agradecido con calurosos aplausos.

También gustó -esta vez fuera de concurso- la nueva realización de Jodie Foster, "El castor", cinta guardada en un cajón mientras escampaba la tormenta Mel Gibson, a quien se le calienta la boca cuando se pasa de copas y/o se pelea con su pareja de turno. Supuestas expresiones antisemitas en un ambiente donde lo judío tiene tanto peso como Hollywood no ha contribuido precisamente a granjearle simpatías al bueno de Mel, y de ahí el ostracismo al que buena parte de la industria le ha condenado durante meses.

Foster, amiga personal y compañera de aventuras fílmicas, debe pensar que una cosa es el actor y otra la persona, y antisemita, machista, bebedor o deslenguado, Gibson sigue siendo un pedazo de intérprete, como nos lo demuestra gracias a ella de nuevo en este "El castor" en el que se convierte en un deprimido ex ejecutivo que sólo acierta a expresarse y relacionarse con el mundo exterior y su propia familia a través de una manopla terminada en un peluche de castor.

En Estados Unidos casi nadie le ha hecho caso, pero el film de Foster / Gibson puede tener mejor suerte en el resto del mundo civilizado, un poquito más tolerante.

La jornada se completó con otra cinta francesa (la de Kaurismäki como decíamos está también financiada por el país anfitrión), un experimento a medio camino entre ficción y documental, firmado por el veterano Alain Cavalier y protagonizado por él mismo junto a Vincent Lindon, en una relación paternofilial entre director y actor, porque va de cine dentro del cine.

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