Dos operas primas de Francia e Irán cierran la competición oficial de Cinema Jove

por © Oscar Peyrou (Valencia)-NOTICINE.com
Keshavarz
Keshavarz
El largometraje francés "Un poison violent" de la joven cineasta Katell Quillévéré (1980), clausuró este jueves la sección oficial de la XXVI edición del Festival Internacional Cinema Jove, de Valencia, que termina el viernes. Merecedora de La Luna de Valencia del certamen en 2006 por su corto "A bras le corps", Quillévéré regresa al Festival para estrenar su primer largo. Se trata de un retrato generacional sobre el despertar sexual, la inexorabilidad de la existencia y la pérdida de la fe, que la cineasta plasma en la vida de una adolescente repleta de incertidumbres que trata de aferrarse a la vida después del abandono de su padre.

Desde el mismo momento de la escritura del guión, Quillévéré pretendió encontrar un equilibrio entre esa crónica adolescente y el retrato coral de la familia. De hecho, la joven protagonista de "Un poison violent" no es el único personaje confuso: "Todos los personajes están conectados unos con otros por ese proceso de aprendizaje y deben enfrentarse a sus propios sentimientos y contradicciones", explica la directora.

Otro debutante en la realización de largometrajes es Houssein Keshavarz (1977), integrante de la nueva ola de cineastas iraníes comprometidos con su tiempo, quien traza en su comienzo cinematográfico, "Aragh Sagee/Dog Sweat",  presentado en Cinema Jove, un retrato de la actual sociedad persa totalmente distinto al que nos tienen acostumbrados los noticiarios, los reportajes o las contadas películas que nos llegan desde allí.

Rodada clandestinamente en el Teherán previo a las elecciones presidenciales de 2009, "Dog Sweat" refleja el malestar de una generación atrapada bajo el régimen islamista, cuyos jóvenes protagonistas tratan de buscar una vía de escape para burlar la censura. "Mi película trata de dar voz a los jóvenes que luchan hoy por ser libres en Irán. La rodamos ilegalmente en Teherán asumiendo un gran riesgo, en condiciones muy duras y con temor a ser arrestados, pues queríamos hacer una película  que recogiera de una manera fiel la energía y vitalidad incontenible de una generación rebelde que lucha por la libertad", explica el cineasta de origen iraní afincado en EE.UU.

Una generación rebelde que Keshavarz traslada a la gran pantalla entrelazando la  vida de seis jóvenes que sufren la opresión y censura de la conservadora sociedad islámica pero que no se resignan a realizar sus sueños, aunque tenga que ser de puertas hacia dentro. Personajes atrapados entre la realidad y el deseo, como una feminista que mantiene una relación con un hombre casado, un homosexual que debe enfrentarse a un matrimonio concertado o una pareja de novios que busca un lugar donde intimar. "Dog Sweat explora la dicotomía entre la cultura moderna y la tradición. Quería mostrar una realidad mucho más polifacética de la que tiene el mundo occidental de los jóvenes iraníes, una realidad de jóvenes preocupados por el sexo, las fiestas o el estatus social", añadió el director. La película fue nominada a los Independent Spirit Award y reconocida en los festivales de cine de Roma y Austin.

El certamen valenciano tambien ofrece el arte de la ilustración artesanal en su exposición "Vratislav Hlavatý: carteles de cine", presentada en el el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad de la Diputación de Valencia (MuVIM).

Las artes gráficas y el cine recorren juntos las paredes de la Sala Alta del MuVIM en una muestra en la que el artista Vratislav Hlavatý (República Checa, 1934) nos presenta una selección de sus carteles pintados a mano entre 1964 y 1990. Un período en el que los carteles de cine la antigua Checoslovaquia se encontraban, junto a los polacos, entre los mejores de este tipo de arte gráfico, ya que al no existir un mercado fílmico potente, los artistas tenían absoluta libertad de creación, una situación que contrastaba con el regimen autoritario que imperaba en el momento. La ausencia de títulos de crédito y la escasa presencia de texto en los carteles, que se reduce sólo al título de la película y el nombre del director, es otra de las características de estos carteles.

En los años 70 y 80, explica Hlavatý, "la única distribuidora checa existente no podía utilizar los carteles originales de la película porque solían tener algún símbolo de la cultura occidental, que era sinónimo de capitalismo, por lo que nos encargaban pintar los carteles a los ilustradores". Carteles que pintaban recurriendo a la imaginación y el talento ya que la única referencia que tenían de la película para inspirarse era el título y la sinopsis, pues no disponían de fotografías ni de la oportunidad de ver la cinta. La verdad, recuerda Hlavatý, "es que resultaba muy absurdo, pues a menudo nuestros carteles nada tenían que ver con la película, simplemente porque no la habíamos visto, aunque sorprendentemente, parece que nadie lo  notaba".

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