15 BAFICI: A modo de balance, más que positivo

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Santiago Loza
Por Martín Iparraguirre

El desafío no era nada sencillo, pero la 15 edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) finalizó el domingo con un balance más que positivo y un palmarés que hizo honor a la calidad exhibida durante todo el certamen, ratificando su estatura como uno de los más importantes encuentros cinematográficos de toda América, por extensión del mundo.

Literalmente, el mejor cine contemporáneo del mundo se pudo ver durante once días en Buenos Aires, con la asistencia de unas 370.000 personas (un 85 por ciento de entradas vendidas), que presenciaron un total de 473 películas (distribuidas en 165 cortometrajes, 36 mediometrajes y 272 largometrajes). Los números no son nada desdeñables, pero antes que su contundencia, hay que valorar la calidad de la propuesta, que este año fue notablemente superior a la de las últimas ediciones. No sólo por la inclusión de las últimas películas de los maestros del mundo (sin agotar la nómina, citemos a Abbas Kiarostami, Jafar Panahi, Manoel de Oliveira, Aki Kaurismäki, Pedro Costa, Oliver Assayas, Víctor Erice, Raúl Ruiz, Jean-Marie Straub, Jonas Mekas, Margarethe Von Trotta, John Gianvito, Apitchapong Weerasethakul, Takeshi Kitano y Masahiro Kobayashi), sino también de los autores que han despuntado en la última década (como Joao Pedro Rodríguez, Carlos Reygadas, Naomi Kawase, Jem Cohen o Vincenzo Marra, entre otros), y por supuesto de las nuevas promesas que vienen asomando hace algunos años, algo que constituye la marca distintiva del festival (entre muchos otros, Michael Wahrmann, Jim Finn, Sylvain George, Christian Petzold, Yulene Olaizola, Gastón Solnicki, León Siminiani, Pablo Larraín, Kleber Mendonça Filho).

El otro gran desafío que encaraba la nueva dirección del festival, comandado por primera vez por el crítico y programador Marcelo Panozzo, era la organización, sobre todo teniendo en cuenta el cambio de la sede principal de las proyecciones de los cines Hoyts del Abasto al Village de Recoleta, un complejo más lujoso pero también más costoso. Y hay que decir que si bien hubo problemas en ciertas salas (por ejemplo, con la proyección frustrada de "Like someone in love", de Kiarostami, en la Leopoldo Lugones), la mayoría no fue en la sede del Village, cuyas instalaciones demostraron ser sensiblemente mejores a las de la otrora sede tradicional del encuentro.

Los premiados

Como ya se sugirió al inicio, los premios otorgados por el festival ostentaron cierta justicia, algo no tan frecuente como suele pensarse en este tipo de festivales. El mayor ganador de la noche fue el film británico "Berberian Sound Studio", de Peter Strickland, que recibió el premio a Mejor Película de la Competencia Internacional del Bafici, además de llevarse también el premio ADF al Mejor Director de Fotografía por la labor de Nick Knowland. El galardón, otorgado por un jurado formado por el argentino Andrés Di Tella (primer director del Bafici), la taiwanesa Chinlin Hsieh, la francesa Marie-Pierre Macia, el canadiense Peter Mettler y la vienesa Veronika Franz, significó acaso también la ratificación de las nuevas búsquedas estéticas del festival, ya que se trata de un impecable thriller psicológico de estilo clásico, donde un ingeniero de sonido británico (interpretado por el gran Toby Jones) llega a un estudio de grabación italiano, poblado de burócratas y vampiresas, para realizar el diseño sonoro de un film de horror del cual termina convirtiéndose en víctima. Film hecho de climas y sugerencias, con un tono decididamente lynchiano, Berberian Sound Studio es en realidad un tratado sobre el sonido en el cine, donde precisamente el ámbito sonoro se apropia progresivamente de la narración, imbuyendo al protagonista en la propia ficción que realiza, hasta no poder distinguirla ya de la simple realidad.

En la sección, se otorgó además un Premio Especial del Jurado para la película argentina "Leones", opera prima de la joven directora y artista plástica Jazmín López, que contó con un trabajo excepcional tras las cámaras de Matías Mesa, único justificativo para la decisión. Orquestada en virtuosos planos secuencia que siguen a cinco amigos durante una travesía incierta en medio de un bosque, Leones es una película tan seductora visualmente como frívola en su propuesta narrativa, dominada por un guión de sesgo literario cuya solemnidad destruye toda apuesta a la incertidumbre y al suspenso, supuestamente los motores originales de la película.

El jurado entregó también una mención especial al film suizo "Playback", de Antoine Cattin y Pavel Kostomarov, un documental deslumbrante sobre el director ruso Alexei German durante la filmación de la frustrada adaptación de "Qué difícil es ser Dios", novela de los hermanos Arkadi y Boris Strugatski, un proyecto delirante  que llevará  a sus protagonistas al borde del colapso, y mostrará la peor cara del propio  German, capaz sin embargo de contagiarnos su pasión desbordante por el séptimo arte. El premio al Mejor Actor fue para Francesco Carril por "Los Ilusos", del español Jonás Trueba, un pequeño pero notable film de cámara (¿autobiográfico?) sobre un director en busca de un nuevo trabajo, que retrata como pocos la vida bohemia juvenil.

Mientras que la gran candidata argentina de la sección, la película "Viola", de Matías Piñeiro, se llevó el bien merecido premio a la Mejor Actriz para todas sus protagonistas (María Villar, Agustina Muñoz, Elisa Carricajo y Romina Paula), además de ganar también el premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI). Por fin, el Mejor Director fue el estadounidense Matt Porterfield, autor de una pequeña joya denominada "I used to be darker".

Vanguardia y género

Pero si aquellos fueron los premios más resonantes para la prensa, hay que decir que la sección central de esta edición fue otra: la nueva Competencia Vanguardia y Género, inaugurada este año por la flamante dirección del BAFICI, que sin dudas constituyó la mayor novedad del encuentro y promete signar su fisonomía en las próximas ediciones. Nada será igual, en efecto, después de esta competencia que apostó a unir términos que se suelen pensar como opuestos en el arte cinematográfico: el cine de vanguardia (con excelentes films como "Stemple Pass", de James Benning, "Leviathan", de Lucien Castaing-Taylor  y Véréna Paravel, "Vers Madrid", de Sylvain George, o "Lukas the Strange", de John Torres) convivió lúdicamente con películas de la más pura cepa genérica (como "A Hijacking", de Tobías Lindholm, "Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta", de Ernesto Díaz Espinoza, o "Vamps", de la norteamericana Amy Heckerling).

Precisamente, la película de Heckerling (directora de "Ni idea") fue una de las candidatas que sonaban para ganar la competencia, lo que demuestra la variedad y vitalidad que ostentaba la sección. Pero el Gran Premio de Vanguardia y Género recayó merecidamente en la película española "Arraianos", notable documental de Eloy Enciso Cachafeiro sobre una población perdida en la frontera entre Galicia y Portugal, llamada Couto Mixto, sobreviviente de otro tiempo histórico. El film constituye efectivamente un viaje a un universo inconmensurable al nuestro, reglado por formas de convivencias y una cultura absolutamente distintas: sin descuidar la belleza estética, y privilegiando el testimonio de propios pobladores, Cachafeiro recorre aquí todos los intersticios de Couto Mixto, componiendo un fresco capaz de captar el funcionamiento colectivo de este verdadero microcosmos, donde la humanidad sigue siendo el valor privilegiado por todos.

El premio al Mejor Largometraje fue a su vez para "Joven y alocada", opera prima de la chilena Marialy Rivas, una comedia desafiante por su tema más que por su estética: el desesperado despertar sexual de una adolescente evangelista, inmersa en una familia conservadora.  Quizás la gran ausente en el palmarés de la sección fue "A última vez que vi Macau", de los portugueses João Pedro Rodrigues ("Morir como un hombre") y João Rui Guerra da Mata, un film que sintetiza como ningún otro la propuesta de la sección, además de ser uno de los mejores del festival.

Especie de ensayo histórico-político sobre Macao, la emblemática ciudad que perteneció a Portugal durante casi 450 años y hoy administra China, el film constituye un thriller de aires clásicos donde un hombre regresa a la ciudad para ayudar a su amiga Candy, una misteriosa travesti  que está siendo perseguida por una secta desconocida. Claro que se trata de un thriller filmado como un documental, donde los protagonistas permanecen siempre en fuera de campo, mientras su lugar es ocupado por los espacios públicos de la ciudad y las prácticas culturales, religiosas y sociales de su población, registradas con una sensibilidad especial por los directores, que consiguen el extraño milagro de no perder en ello un ápice del suspenso de la historia central.

Cine argentino

A todo esto, hay que decir que el cine argentino demostró una vez más el buen nivel que viene manteniendo en los últimos años, y en una Competencia Oficial muy pareja resultó ganador a Mejor Largometraje "La Paz", del cordobés Santiago Loza (que ya había ganado premios en el BAFICI con "Extraño" -2003-, "Rosa patria" -2009- y "Los labios" -2010-), que también obtuvo el Premio de la Asociación de Cronistas Cinematográficos (ACCA). Obra decididamente minimalista, de un secreto virtuosismo formal, "La Paz" describe con una mirada humana y luminosa el drama existencial de un joven de clase alta que intenta reinsertarse en el mundo tras pasar una temporada en una institución psiquiátrica, aunque sólo se encontrará con la incomprensión paterna y la sobreprotección materna. La respuesta surgirá desde el lugar menos pensado: la mucama boliviana de la familia, que se convertirá en un insólito refugio afectivo para el protagonista. Se trata además del film más accesible para el gran público de Loza.

Convertido ya en un veterano del festival, en el cual se vieron la mayoría de sus películas, el prolífico Raúl Perrone recibió a su vez el premio al Mejor Director de la Competencia Argentina por "P3ND3JO5", una excepcional "cumbia-ópera" en blanco y negro y muda, en la que con una selección musical tan heterogénea como lúdica, aborda las problemáticas de los adolescentes de clase media-baja que constituyen sus vecinos de barrio. Para muchos, se trata además de una película rupturista, que marcará un hito en el nuevo cine argentino.

A todo esto, hay que agregar las grandes retrospectivas que ofreció el BAFICI: la principal fue la del brasileño Júlio Bressane, un director sin parangón en el mundo contemporáneo, tan prolífico como desconocido en todas las latitudes, hasta en su propia región, y sobre quien el festival editó un libro titulado "Estremecimientos,  Júlio Bressane y el cine". El propio Bressane acompañó cada una de las proyecciones de sus cintas con una explicación generosa de su particular filosofía, que entiende al cine como una forma de deslumbramiento y experimentación, rechazando todo paradigma narrativo.  

A esta retrospectiva central, la acompañó otra dedicada nada menos que a Hong Sangsoo, de quien se proyectaron todas sus películas (y sobre quien se editó otro libro: "El director desnudado por sus pretendientes"), además del merecido reconocimiento al director argentino Adolfo Aristarain y a los chilenos Ignacio Agüero y Ernesto Díaz Espinoza, que también tuvieron sus propios programas con sus filmografías casi completas.

Para cerrar la edición, el festival inauguró además su estatuilla: por primera vez, se entregó el Búho del BAFICI, como representación material de los premios otorgados. O quizás también de la nueva filosofía que viene a proponer el encuentro: la posibilidad de mirar a todos lados y abarcar todas las estéticas.