Colaboración: Brigitte y los censores

por © NOTICINE.com
Bardot y Piccoli en ''El desprecio''
Por Sergio Berrocal   

Brigitte Bardot volverá este año a Cannes, a ese festival donde dejó tantos recuerdos, quizá más cuando no estuvo. En la tele veo al Presidente Barack Obama recorrer La Habana vieja con los brazos abiertos y con una sonrisa calcada de los viejos ídolos de la pasta dentífrica que fueron Kennedy, Ronald Reagan y hasta los siniestros Bush. Se sonreían para no tener nada que decir y se vendían dientes sanos y bien cuidados en general a gente que ni podía pagarse el dentista y que sonreía poco, porque la vida que les obligaban a vivir no daba para tanto.

Es verdad que las cosas nunca han sido lo que parecen, y ahora menos que antes.

BB estará en Cannes pero sublimada en el cartel del Festival que evocará la película "El desprecio / Le Mépris", aquel mismo desprecio que ella manejaba con moros y cristianos.

Extraña película aquel "Mépris" aunque tal vez fuese un reflejo del momento en la vida de mucha gente en Francia. Pero qué derroche de buenos actores para un resultado tan regular, desde Fritz Lang a BB, pasando por el impenetrable Jack Palance, insuperable en otra película, ya vieja y olvidada, la magnífica "Pánico en las calles" (1950) dirigida por Elia Kazan y que le englobaba a él junto al patibulario Richard Widmark .

Han pasado tantos años, han transcurrido tantas cosas, que ya ni sé si Brigitte sigue ocupándose de las focas masacradas. O de los burritos hallados sin rumbo. O de algún machito con dos patas y muchos dientes blancos.

Tampoco sé –la verdad es que últimamente sé muy pocas cosas—si Mr. Obama se muestra siempre tan sonriente porque también salva focas aunque me da el pálpito de que no le gustan demasiado.

Lo que no he entendido de su visita a Cuba es que no se haya dicho que ha charlado con Fidel Castro, quien seguro que le referiría o le referirá algunos de los chistes que hace años le contara Jack Lemon, enviado por el entonces presidente Ronald Reagan, en una memorable noche en que la bandera norteamericana no flotaba todavía en la capital cubana.

Pero quizá se hayan encontrado en algún lugar secreto de los que el líder cubano tiene en la propia Habana.

Un especialista de política caribeña, aunque es cierto que lo que más le seduce a este hombre es el folclore, se mete un enorme puro en la boca y me dice entre dientes que tampoco entiende estas cosas: "¿Y qué tú crees que hay de más interesante en Cuba, porque podría ser que ni lo llevaran al Tropicana ni le mencionaran siquiera a las jineteras?"

A estas alturas de su sesudo análisis le refiero que Brigitte Bardot estará este mes de mayo en Cannes en su salsa, aunque sea desde un cartel y oculta por Michel Piccoli que, desde luego, nunca ha estado tan sabrosón como ella.

Cuando BB rodaba "Le mépris" (1963), en París todos nos bañábamos en las aguas permisivas de aquellos sesenta de ensueño, mucho antes de que se nos cayera encima el Mayo del 68, tan decepcionante como "Le mépris" del suizo-parisiense Jean-Luc Godard.

"Too Much Heaven" cantaban los Bee Gees y nosotros lo bailábamos en el bulevard Voltaire de París. Muy cerca de la République, donde se rinde homenaje a todas las víctimas de los sarracenos.

Aquella BB de "Le mépris" era otra manera de vivir, de ser, de ver las cosas dentro de una ortodoxia absoluta del pensamiento lineal de lo más absurdo.

Recuerdo una escena nada descocada en que BB, desnuda pero boca abajo, con sus adorables pechos por bandera, decía a Piccoli cosas como:

- "Je ne sais pas…".

¿Y cómo no habrán elegido esta deliciosa escena para el cartel de Cannes? Seguro que se hubiese vendido mejor. Los censores tienen las tijeras largas y el gusto estrecho.

Aquel film era todo un compendio de nuevo cine visto por Jean-Luc Godard, quien sin saberlo apelaba en los diálogos a Serge Gainsbourg y a su "Je t’aime moi non plus" (cuya primera y menos conocida versión cantó BB y no Jane Birkin).

Los Bee Gees entonan ahora aquel himno que fue para todos los jóvenes y menos jóvenes, "Massachusets".

Y volvemos a bailar con todo el respeto por los años que nos separan de la primera vez. La primera vez que oímos "Massachusets", claro.

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