Un adiós a Mauricio Walerstein, pionero del nuevo cine venezolano

por © Ingrid Ortiz-NOTICINE.com
Mauricio Walerstein
Aunque por sus venas corría sangre mexicana, el nombre de Mauricio Walerstein, autor de películas como "La empresa perdona un momento de locura" y "Macho y hembra", se asocia hoy con el cine venezolano y ese surgir de los años setenta y ochenta en que las producciones locales reflejaban la realidad nacional con nitidez, pero con una exigua producción, que ahora gracias al cambio político es mucho más prolífica. Nacido en Ciudad de México con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el cineasta falleció el pasado domingo en su ciudad natal, a los 71 años de edad, tras una larga lucha contra el cáncer.

A mediados de los años 60 fundó su propia compañía productora, Cinematográfica Marte, siguiendo la estela de su padre, Gregorio Walerstein, uno de los grandes productores del cine mexicano. Con algo más de una veintena de títulos producidos, debuta como director con "Siempre hay una primera vez", y a lo largo de los años acumuló otros 17 films en su haber.

Pero fue su cuarta película, la adaptación de la novela de Miguel Otero Silva, "Cuando quiero llorar no lloro" (1973), la que marcó un hito en su carrera, al convertirse en una de las diez películas más vistas ese año. Obtuvo un éxito inesperado y recibió el Premio de Oro en el Festival Internacional de Cine de Moscú, donde la crítica apuntaba al inicio de una edad de oro en el cine venezolano.

El crítico Alfonso Molina escribió, en 1977, cómo "el film de Walerstein estableció una relación de identidad entre el espectador y lo que sucedía en la pantalla. Una forma de hablar, de actuar y, en definitiva, una forma de ser venezolana. Por primera vez los ojos nacionales veían una historia, un proceso dramático y unos personajes que les pertenecían".

Desde entonces, el director se afincó en el país durante más de 30 años con su esposa, la actriz Marisa Berti, configurando un cine subversivo, autónomo y seductor. A través de sus películas, exploró los impulsos humanos de una manera intimista, marcadas por el compromiso político y el deseo sexual.

En cualquier caso, su exploración creativa se basaba en desentrañar las pulsiones de sus personajes: el drama de los trabajadores explotados ("La empresa persona un momento de locura", 1978), las tragedias vividas durante la dictadura de Pérez Jiménez ("Juegos bajo la luna, 2000") o las locuras del amor ("Travesía del desierto", 2011),

En 2014 volvió a sus orígenes, a la Ciudad de México, para rodar "Canon – fidelidad al límite", donde explora nuevamente la intimidad y los enredos de una pareja exitosa. Sin duda, tanto Venezuela como México tienen motivos para llorar.


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