Hablamos en San Sebastián con Santiago Mitre: "El cine no depende del tipo de pantalla, afortunadamente"
- por © Daniela Creamer (San Sebastián)-NOTICINE.com
Primero fue Venecia, donde pese a una muy buena acogida fue ignorada por el jurado, y ahora es el apartado Perlas, recopilación de films de otros festivales, el que acoge a "Argentina, 1985", en San Sebastián. NOTICINE.com habló con su director, Santiago Mitre, quien elogia la colaboración con una gran plataforma internacional como es Amazon Prime. Así, podrán estrenar en cines de Argentina y otros países a finales de este mes.
- ¿Cómo vive el éxito que está obteniendo "Argentina, 1985" en Venecia primero y ahora en San Sebastián?
La verdad es que estas primeras proyecciones de la película han sido muy emocionantes. La trabajamos durante muchos años y en un contexto muy difícil. Se rodó en el peor momento de la pandemia en Argentina, además de la responsabilidad de retratar este hecho histórico enorme en un contexto tan complejo y estamos muy contentos de ver como el público se ha conectado con ella de una manera tan expresiva y contundente, apropiándosela. Resulta muy interesante ver como una película que narra un hecho tan argentino se vuelve un espejo internacional. Interesa cómo nuestro país lidió con la transición democrática y cómo pudo hacer este juicio en una situación tan desfavorable, en un momento donde todavía Sudamérica estaba gobernada por dictaduras militares. En Argentina, los militares tenían mucha fuerza y lograr ganar este juicio, a nosotros civiles nos genera un cierto orgullo. Hay tantos motivos para estar felices, sobre todo ver cómo gente de otros países de la región con historias también de dictaduras puede reflejarse en ella.
- ¿Cómo fue el trabajo de investigación? sin duda, un tema tan delicado no da mucha cabida a la ficción.
Entendíamos la gran responsabilidad de estar haciendo una película sobre este hecho histórico tan importante, por lo que investigamos durante un largo tiempo con la ayuda de dos colaboradores invaluables que nos guiaron. Así pudimos hablar con muchísima de la gente que participó en el juicio, directa e indirectamente. Con políticos, periodistas, testigos y hasta con los miembros reales de la fiscalía que nos nutrieron y nos inspiraron profundamente. Pero luego, cuando empezamos a escribir el guion, nos dimos cuenta del gran compromiso que representaba hacer un film que hablase un lenguaje directo, simple y contundente, como lo hace el cine. La simpleza en el lenguaje nos pareció que era la mejor manera de comunicarse con la mayor cantidad de público posible en Argentina y de poder universalizar aún más la reconstrucción de este hecho.
- Los recuerdos, ¿se han ido desvaneciendo con el tiempo?
Sí, porque han pasado ya casi 40 años desde entonces. Hay mucha gente que ya estaba empezando a olvidar los hechos, mucha gente adulta que nació después del juicio. Esto nos reintegra la obviedad de la importancia de la reconstrucción de la memoria de un país como forma de solidificar la democracia. Ahora vivimos, no solo en Argentina, sino en el mundo, una especie de vuelta a ciertas zonas del pensamiento profascista y de desprecio por la democracia. Por eso es importante que haya películas como esta, que vengan a reafirmar la importancia de la memoria como forma de construcción de la identidad democrática, de la identidad de una nación.
- ¿Cuáles fueron los mayores desafíos o miedos que enfrento Argentina, 1985?
Están bastante reflejados en la película. El presidente Alfonsín firmó ese decreto de enjuiciamiento, hizo campaña y logró llegar a la presidencia con esa convicción de que los crímenes cometidos por la dictadura no podían quedar impunes. Pero, de todas maneras, el contexto político era de fragilidad democrática. Argentina venía de cien años de alternancia entre dictaduras y democracias. Era una terrible norma: las democracias podían ser terminadas arbitrariamente y con violencia en cualquier momento. Y, a partir de este juicio se estableció una especie de consenso cívico de que la democracia es la única forma posible de gobierno para nuestro país. La decisión que se tomó políticamente era muy arriesgada. De hecho, los países de alrededor tomaron decisiones distintas para lidiar con las post dictaduras o sus transiciones democráticas. No todos enjuiciaron. Argentina lo hizo más rápido, aunque luego hubo retrocesos por ciertas circunstancias. Pero este juicio fue un acto de coraje político y cívico enorme por parte del gobierno y de la sociedad.
- En efecto, seguimos asistiendo a la presencia cada vez mayor de gobiernos dictatoriales en los países de nuestra región…
Es dramática y preocupante esta polarización que se está viviendo en Latinoamérica y en el mundo, donde hay tantos movimientos profascistas que empiezan a despreciar los valores de la democracia. En ese sentido, la película se vuelve muy actual. En Argentina acabamos de vivir un intento de asesinato a la expresidenta Kirchner, que nunca pensamos sucedería y que le da una actualidad al film mucho más grande de lo que imaginábamos. Ese “nunca más” del fiscal Strassera (en la piel de Ricardo Darín) era un “nunca más” a la violencia como forma de resolver conflictos políticos. No nos gustó lo que sucedió. Pero esto hace que la película tenga una resonancia y un nivel de actualidad impensado. La vuelve tal vez en un hecho cinematográfico que va a hacer reflexionar a la sociedad y a la clase política sobre la importancia de defender los valores democráticos y la importancia de la justicia.
- Se agradece el toque de humor incluidos en la película que funciona de contrapeso a esta historia tan densa y oscura. ¿Cómo logró manejarlo?
Había una especie de miedo nuestro, como autores del guion, a cierto prejuicio que podría tener el espectador en relación a una película sobre este tema. Por eso usamos el humor como puerta de entrada y para bajar las defensas del espectador. Pero también surgió de una manera casual. Escribimos esta primera escena con la familia del fiscal que jugaba a los espías y nos percatamos que tenía humor. Y así empezaron a aparecer otras escenas que tenían un humor extraño, y que se desprendían un poco de la investigación que habíamos escuchado. Era la mejor herramienta para ir adentrándonos de a poco hacia lo que es el corazón de la película, que cuenta tantas atrocidades vividas en los centros clandestinos de detención. Nos ayudó a decir algo tan brutal de la manera más directa y simple posible. Pero las declaraciones que hacen las victimas en el juicio de 1985 son material documentado, testimonios reales de archivo y material gráfico periodístico también publicado en aquella época.
- ¿Cómo funciona la relación profesional entre usted y Mariano Llinás, su coguionista desde hace años? ¿Cómo se ponen de acuerdo entre tantos detalles tan delicados?
Somos muy amigos. Pensamos muy parecido. Creemos en el cine de una manera similar, más allá de que él también es director y trabajamos juntos desde el 2010. Ya hay un entendimiento tácito en cómo trabajar, en este caso lo político, desde una perspectiva nueva. Nos entendemos tan bien que a estas alturas yo no sabría cómo escribir con otra persona, porque siento que Mariano me aporta muchísimo. A veces nos peleamos por cosas que cada uno quiere, pero de esa dialéctica también surgen las ideas.
- Ya tenían toda la película armada cuando apareció Amazon. ¿Intervino esta plataforma con algún tipo de reparo en la producción?
No. Amazon se integró a un proceso de trabajo que ya tenía el tiempo suficiente de maduración y se sumó como un colaborador más. Fue interesante la dinámica porque nuestra intención era precisamente hacer una película que tuviese vocación universal. Amazon es una compañía en la que trabaja gente de todo el mundo y que nos daba la posibilidad de que el film tuviese una distribución mundial inmediata. Nunca impusieron nada por pasar a ser uno de los productores, sino que entraron respetando y confiando en que nosotros sabíamos cómo contar esta historia tan delicada. Ellos fueron el vehículo para pretender que esta intención de universalidad de la película fuera real.
- ¿Cómo ve el futuro del cine como tal, frente a la avalancha de plataformas que cada día crece más?
Ahora venimos de esta pandemia acostumbrados a ver cine de una manera distinta. Soy un ferviente creyente de la sala de cine, del hecho colectivo que implica ver cine. Amazon nos permitió eso. La película va a tener 20 días de exhibición exclusiva en salas y luego a través de la plataforma, lo cual será muy positivo gracias a la buena repercusión que está teniendo en estos festivales, que son grandes ventanas de cine. Somos muy afortunados de contar con esta capacidad de distribución inmediata a nivel mundial que tienen estas plataformas en streaming. Las salas de cine van a seguir existiendo siempre, aunque quizás se va a reformular la manera en que se consume. Van a seguir existiendo las dos cosas y ambas van a poder potenciarse mutuamente. Al final, el cine es una forma fabulosa de narrar historias que no dependen del tipo de pantalla, afortunadamente.
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- ¿Cómo vive el éxito que está obteniendo "Argentina, 1985" en Venecia primero y ahora en San Sebastián?
La verdad es que estas primeras proyecciones de la película han sido muy emocionantes. La trabajamos durante muchos años y en un contexto muy difícil. Se rodó en el peor momento de la pandemia en Argentina, además de la responsabilidad de retratar este hecho histórico enorme en un contexto tan complejo y estamos muy contentos de ver como el público se ha conectado con ella de una manera tan expresiva y contundente, apropiándosela. Resulta muy interesante ver como una película que narra un hecho tan argentino se vuelve un espejo internacional. Interesa cómo nuestro país lidió con la transición democrática y cómo pudo hacer este juicio en una situación tan desfavorable, en un momento donde todavía Sudamérica estaba gobernada por dictaduras militares. En Argentina, los militares tenían mucha fuerza y lograr ganar este juicio, a nosotros civiles nos genera un cierto orgullo. Hay tantos motivos para estar felices, sobre todo ver cómo gente de otros países de la región con historias también de dictaduras puede reflejarse en ella.
- ¿Cómo fue el trabajo de investigación? sin duda, un tema tan delicado no da mucha cabida a la ficción.
Entendíamos la gran responsabilidad de estar haciendo una película sobre este hecho histórico tan importante, por lo que investigamos durante un largo tiempo con la ayuda de dos colaboradores invaluables que nos guiaron. Así pudimos hablar con muchísima de la gente que participó en el juicio, directa e indirectamente. Con políticos, periodistas, testigos y hasta con los miembros reales de la fiscalía que nos nutrieron y nos inspiraron profundamente. Pero luego, cuando empezamos a escribir el guion, nos dimos cuenta del gran compromiso que representaba hacer un film que hablase un lenguaje directo, simple y contundente, como lo hace el cine. La simpleza en el lenguaje nos pareció que era la mejor manera de comunicarse con la mayor cantidad de público posible en Argentina y de poder universalizar aún más la reconstrucción de este hecho.
- Los recuerdos, ¿se han ido desvaneciendo con el tiempo?
Sí, porque han pasado ya casi 40 años desde entonces. Hay mucha gente que ya estaba empezando a olvidar los hechos, mucha gente adulta que nació después del juicio. Esto nos reintegra la obviedad de la importancia de la reconstrucción de la memoria de un país como forma de solidificar la democracia. Ahora vivimos, no solo en Argentina, sino en el mundo, una especie de vuelta a ciertas zonas del pensamiento profascista y de desprecio por la democracia. Por eso es importante que haya películas como esta, que vengan a reafirmar la importancia de la memoria como forma de construcción de la identidad democrática, de la identidad de una nación.
- ¿Cuáles fueron los mayores desafíos o miedos que enfrento Argentina, 1985?
Están bastante reflejados en la película. El presidente Alfonsín firmó ese decreto de enjuiciamiento, hizo campaña y logró llegar a la presidencia con esa convicción de que los crímenes cometidos por la dictadura no podían quedar impunes. Pero, de todas maneras, el contexto político era de fragilidad democrática. Argentina venía de cien años de alternancia entre dictaduras y democracias. Era una terrible norma: las democracias podían ser terminadas arbitrariamente y con violencia en cualquier momento. Y, a partir de este juicio se estableció una especie de consenso cívico de que la democracia es la única forma posible de gobierno para nuestro país. La decisión que se tomó políticamente era muy arriesgada. De hecho, los países de alrededor tomaron decisiones distintas para lidiar con las post dictaduras o sus transiciones democráticas. No todos enjuiciaron. Argentina lo hizo más rápido, aunque luego hubo retrocesos por ciertas circunstancias. Pero este juicio fue un acto de coraje político y cívico enorme por parte del gobierno y de la sociedad.
- En efecto, seguimos asistiendo a la presencia cada vez mayor de gobiernos dictatoriales en los países de nuestra región…
Es dramática y preocupante esta polarización que se está viviendo en Latinoamérica y en el mundo, donde hay tantos movimientos profascistas que empiezan a despreciar los valores de la democracia. En ese sentido, la película se vuelve muy actual. En Argentina acabamos de vivir un intento de asesinato a la expresidenta Kirchner, que nunca pensamos sucedería y que le da una actualidad al film mucho más grande de lo que imaginábamos. Ese “nunca más” del fiscal Strassera (en la piel de Ricardo Darín) era un “nunca más” a la violencia como forma de resolver conflictos políticos. No nos gustó lo que sucedió. Pero esto hace que la película tenga una resonancia y un nivel de actualidad impensado. La vuelve tal vez en un hecho cinematográfico que va a hacer reflexionar a la sociedad y a la clase política sobre la importancia de defender los valores democráticos y la importancia de la justicia.
- Se agradece el toque de humor incluidos en la película que funciona de contrapeso a esta historia tan densa y oscura. ¿Cómo logró manejarlo?
Había una especie de miedo nuestro, como autores del guion, a cierto prejuicio que podría tener el espectador en relación a una película sobre este tema. Por eso usamos el humor como puerta de entrada y para bajar las defensas del espectador. Pero también surgió de una manera casual. Escribimos esta primera escena con la familia del fiscal que jugaba a los espías y nos percatamos que tenía humor. Y así empezaron a aparecer otras escenas que tenían un humor extraño, y que se desprendían un poco de la investigación que habíamos escuchado. Era la mejor herramienta para ir adentrándonos de a poco hacia lo que es el corazón de la película, que cuenta tantas atrocidades vividas en los centros clandestinos de detención. Nos ayudó a decir algo tan brutal de la manera más directa y simple posible. Pero las declaraciones que hacen las victimas en el juicio de 1985 son material documentado, testimonios reales de archivo y material gráfico periodístico también publicado en aquella época.
- ¿Cómo funciona la relación profesional entre usted y Mariano Llinás, su coguionista desde hace años? ¿Cómo se ponen de acuerdo entre tantos detalles tan delicados?
Somos muy amigos. Pensamos muy parecido. Creemos en el cine de una manera similar, más allá de que él también es director y trabajamos juntos desde el 2010. Ya hay un entendimiento tácito en cómo trabajar, en este caso lo político, desde una perspectiva nueva. Nos entendemos tan bien que a estas alturas yo no sabría cómo escribir con otra persona, porque siento que Mariano me aporta muchísimo. A veces nos peleamos por cosas que cada uno quiere, pero de esa dialéctica también surgen las ideas.
- Ya tenían toda la película armada cuando apareció Amazon. ¿Intervino esta plataforma con algún tipo de reparo en la producción?
No. Amazon se integró a un proceso de trabajo que ya tenía el tiempo suficiente de maduración y se sumó como un colaborador más. Fue interesante la dinámica porque nuestra intención era precisamente hacer una película que tuviese vocación universal. Amazon es una compañía en la que trabaja gente de todo el mundo y que nos daba la posibilidad de que el film tuviese una distribución mundial inmediata. Nunca impusieron nada por pasar a ser uno de los productores, sino que entraron respetando y confiando en que nosotros sabíamos cómo contar esta historia tan delicada. Ellos fueron el vehículo para pretender que esta intención de universalidad de la película fuera real.
- ¿Cómo ve el futuro del cine como tal, frente a la avalancha de plataformas que cada día crece más?
Ahora venimos de esta pandemia acostumbrados a ver cine de una manera distinta. Soy un ferviente creyente de la sala de cine, del hecho colectivo que implica ver cine. Amazon nos permitió eso. La película va a tener 20 días de exhibición exclusiva en salas y luego a través de la plataforma, lo cual será muy positivo gracias a la buena repercusión que está teniendo en estos festivales, que son grandes ventanas de cine. Somos muy afortunados de contar con esta capacidad de distribución inmediata a nivel mundial que tienen estas plataformas en streaming. Las salas de cine van a seguir existiendo siempre, aunque quizás se va a reformular la manera en que se consume. Van a seguir existiendo las dos cosas y ambas van a poder potenciarse mutuamente. Al final, el cine es una forma fabulosa de narrar historias que no dependen del tipo de pantalla, afortunadamente.
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