Hablamos con Sebastián Lelio en Cannes: "Hacer un musical es como convertirse en un cirujano del cerebro"

por © Michelle Dassum (Cannes)-NOTICINE.com
Sebastián Lelio estrenó en Cannes
Sebastián Lelio estrenó en Cannes
Un año después de que Audiard convirtiera la violencia que asola México en tema de musical, el chileno Sebastián Lelio, cineasta más relacionado con Berlín que con Cannes, trae al apartado no competitivo Cannes Première su nuevo film, "La ola", una crónica que también usa música y baile para recordar las luchas feministas universitarias de la década pasada en Chile. Durante ese período, una serie de denuncias por acoso y abuso sexual en el ámbito académico generaron un fuerte impacto social, dando lugar a un movimiento que se extendió por todo el país. Lelio decidió colaborar con la dramaturga y guionista Manuela Infante, y posteriormente con Josefina Fernández y Paloma Salas, para crear una película que reflejara aquel instante histórico y reivindicativo. En Cannes, NOTICINE.com habló en exclusiva con él.

- Diría que esta ha sido una de las producciones más complicadas a las que se ha enfrentado. ¿Cómo vivió esta experiencia?
Con una mezcla de pavor y fascinación. Lo que pasa es que en Latinoamérica no existe tradición de cine musical. Ha habido períodos, como la era dorada en México, de melodramas. Pero si a la gente uno le pregunta cuál es el musical latinoamericano favorito, todos se quedan como en la búsqueda. Yo creo que no existe. Y es que no se ha dado en Latinoamérica porque es un género muy caro y es un género del imperio. Lo hacen Estados Unidos, lo hace Gran Bretaña, lo hace Francia, lo hace la India. Entonces es la audacia de meterse con un género que no nos corresponde y hacer un acto de pensamiento cinematográfico concebido, pensado y realizado desde nuestra región, no como un acto de turismo, sino como un acto de total pertenencia e incumbencia que está detrás del espíritu de esto. Pero también técnicamente hacer un musical es como convertirse en un cirujano del cerebro. Es una especialidad que solo se aprende haciéndola. Y como nosotros no tenemos la tradición, la aprendimos a porrazos. Pero creo que encontramos también nuestro lenguaje, nuestra solución y nuestra forma. Sobre todo, lo que más me importaba a mí era hacer un musical contemporáneo que no tuviera nada que ver con el ejercicio de nostalgia que es lo que ha primado en los últimos 20 años en el género musical con cierta decepción. Para mí el último musical que realmente hizo una contribución importante artística al género y lo expandió fue "Bailar en la oscuridad / Bailando en la oscuridad", de Lars von Trier, con Björk en el 2000. Y después la audacia del cine musical ha estado recluída en el cine infantil. A mucha honra, pero ahí está la locura, ahí está la modernidad. En general son ejercicios de nostalgia por un arte muerto. Yo no creo que sea un género muerto, solo creo que le faltaba electricidad, política, inteligencia, contemporaneidad y por ahí van nuestras ganas, digamos.



- Es decir que "Emilia Pérez" para usted es fallida...
Hizo un salto grande ahí. No, mira, es curiosa la pregunta de "Emilia Pérez" porque si yo hubiera hecho una película de guerra no sé si me estuvieran preguntando por "All Quiet in the Western Front". Me parece interesante que otros directores quieran hacer musicales en español. No deja de ser curioso que en el 59 Camus filmó "Orfeo Negro" en Brasil y el año pasado Audiard filmó "Emilia Pérez" en "México", con muchas comillas. Y no es casualidad que los dos musicales que han tenido una cierta relevancia mundial y que se han hecho en Latinoamérica han sido realizados por franceses. Nosotros estamos en otra parte, simplemente. Se podría decir que, para bien o para mal, tenemos legitimidad de origen y estamos pensándonos nosotros mismos desde Chile, desde Latinoamérica y no estamos haciendo turismo.

- ¿Dónde estaba usted cuando las revueltas del 2018? ¿Y qué fue lo primero que se le atravesó por la mente?
Viví varios años en Berlín, y justo estaba en Santiago de Chile, y sabía que estaba ocurriendo, y vi la portada del diario al día siguiente en un kiosco en la calle. Foto media página con, no sé, 50 estudiantes con las máscaras bordadas por ellas mismas, puños en alto, pechos expuestos. Y dije, wow. ¡Chile rocks!

- El cine chileno está muy bien últimamente, parece ser que es más fácil hacer cine. ¿Le ha costado mucho conseguir la financiación para su película aprovechando este auge del cine chileno o sigue siendo complicado?
 Es menos complicado, pero sigue siendo una odisea. Porque nuestra industria es frágil, porque nuestro mercado es pequeño y porque si hacemos películas que solo funcionan en Chile estamos condenados a hacer un cine un poco ostracista, un poco cerrado en sí mismo y para salir bien parado estás en el problema de cómo compites partiendo de la base que nuestros recursos son mucho más limitados. Sin embargo, creo que en los últimos 15 años han habido ya dos generaciones que han logrado pensar en un cine que habla de Chile y que al mismo tiempo logra, como digo yo, cruzar la cordillera que es nuestra gran muralla también mental adentro de la cual vivimos los chilenos. Amo la cordillera pero a veces también la odio un poco.

- A estas alturas de su carrera diría que los hombres resultan cinematográficamente menos interesantes para las construcciones de sus historias. En cambio la mayoría de sus personajes femeninos son mujeres muy decididas, luchadoras, que se enfrentan a todo y a ellas no las considera jamás como víctimas. ¿Qué opina sobre esto?
Que sí, me pasó hace poco que encontré unas cintas con mi primer ejercicio en la escuela de cine y era un ejercicio de relato paralelo sobre cuatro mujeres. Me había olvidado completamente pero creo que eso habla de un interés genuino y de una ausencia de programa porque en ese momento, en el 96, cuando hice ese corto, no estaba políticamente el tema instalado en lo social.
Y lo mismo me pasó con "Gloria". El film pone en el centro a un personaje que debería ser secundario y pasa a ser protagonista absoluta, y eso fue en el 2012. Después vino toda una ola en que eso pasó a ser algo más usual y me parece súper bien. Pero, como le digo, no es que yo funcione con una programación, sino a punta de intuición y de un genuino interés, me imagino. Pero es una pregunta que me cuesta responderla porque es un lugar un poco incómodo tener que racionalizarlo tanto a pesar de que tengo harta idea al respecto.

- Y si tuviera que reencarnarse en alguna de ellas, ¿cuál sería la preferida entre estos maravillosos personajes femeninos que ha llevado a la pantalla?
Haría quizás un híbrido entre Gloria, Marina, de "Una mujer fantástica", y Julia, una especie de Frankenstein de las tres.

- Se anticipó mucho con "Gloria", con "Una mujer fantástica", hasta con "Wonder". Es increíble. Sin embargo, aquí usted se une con tres mujeres guionistas. ¿Qué muro de contención o qué red de rescate significaron estas tres guionistas para la historia de la obra?
Tan pronto tuve la idea, la segunda motivación fue llamar a guionistas mujeres, y tengo que escribir en minoría, pues eso soy. Porque la película nunca intentó ser el reflejo de lo que piensa un hombre. Qué aburrido sería eso (Risas). Es una película hecha con las mujeres, en un acto de pensamiento colectivo, en el cual yo tuve mi aporte, mi visión, pero sobre todo aprendí. O sea, de los cinco años que pasamos escribiendo el guión, el primer año estuve lejano pues me mandaban todas por ahí. Yo además las admiro mucho, saben mucho de feminismo. Fue gran aprendizaje, y por supuesto que ellas tenían mucho más que decir que yo. Y lo que pienso, me interesa cada vez menos expresarlo en las películas. Creo que el acto de pensamiento es la película misma, y es también el intento que aquí se hace de realizar un retrato holístico de la cacofonía política por la que estamos pasando. Que en este caso se manifiesta en este conflicto, pero que no es metáfora, sino resonancia de lo que estamos pasando como sociedad global. Es decir, ponerse de acuerdo parece fuera de todo horizonte, y todo el mundo tiene un amplificador, y lo que hay son guerras narrativas a piel abierta. Y suele ganar el que suele ganar. Ahora estamos en un momento que ni siquiera diría de venganza contra la mujer. Pero una de las cosas que aprendí al hacer esta película es cuánto duele. Porque por supuesto a mí como ser humano me duele, pero yo no soy mujer. Y con mis amigas y con la actriz y con la gente con la que trabajé, palpé ese dolor y entendí esa rabia y me contacto con ella. En fin, pero como le digo, no es una película acerca de lo que yo pienso, a pesar de que el corazón de la película está con las mujeres. Pero eso también es como pedirle, quizás no es un buen ejemplo, pero es como pensar que Coppola al retratar el mundo de la mafia está de acuerdo con los asesinatos. Es como no saber entender cuál es el hablante, ¿me entiende? Pero sí, por ahí va. Porque eso me lleva a ese aprendizaje de meta-cine que tiene la película.

- ¿Cómo surgió esto?
Fue divertido ver que luego de ir a todos los estamentos, a la policía, a la autoridad, intentar ella resolverlo, y todo es negación, nada llega a ninguna parte. Entonces, la última instancia era la narrativa misma de la película. La ley no entra ahí. Lo único que hay es la ética, para que sea más balanceada, justa, gozosa, impecable, es un deber humano. No puede venir un papá de afuera a decir cosas. Al final del día, ahí están dos seres humanos que se enfrentan. Uno tiene una versión, otro tiene otra. Pero se puede actuar, digamos, fuera de la influencia de la ley. Y eso es muy mediocre. Es muy malo como situación humana. Entonces, siento que la sociedad intenta y hace todas estas leyes, pero las leyes no cambian realmente el mundo. Lo que cambia el mundo es la expansión de la conciencia. Y creo que este movimiento lo que ha hecho es expandir la conciencia colectiva que tenemos de que al menos hay un problema, y se vislumbran soluciones y caminos posibles, pero el tema se instaló. Eso es súper importante. Que el mundo sea lento, bueno, es parte también del problema, pero habrá que avanzar paso a paso.

- ¿Dónde ve usted "La ola"? ¿Qué quiere de ella?
 Primero, que salga al mundo. Con las películas uno puede creer cosas, pero en verdad se trata de que al final uno las persigue donde ellas te llevan. Y a veces no te llevan mucho a ningún lado, y a veces te llevan demasiado lejos, y hay que estar con ellas. Espero que genere pasión, primero, porque la película es una experiencia, un viaje, un trip. Es un viaje cinematográfico intenso, un plato fuerte. Y lo otro, espero que también genere apasionadas reacciones, discusiones, y que permita algo que es cada vez más escaso, que es poder pensar por nosotros mismos. Pensar, no mediadamente, no con ideas de otros, no con ideas de Instagram ni de Twitter, sino pensar con autenticidad.

- Con las plataformas, las redes sociales, los reels...  ¿cree que los jóvenes, las nuevas generaciones, se acostumbrarán a ver películas cortas? Porque ellos están ya habituados a un collage rápido de información, pero les cuesta enfocarse y profundizar. No sé si con esto vamos hacia un exterminio del cine de autor, el cine de verdad que se presenta en un festival como este…
Es una buena pregunta. Yo no soy muy apocalíptico, porque el cine siempre ha estado muriendo, en crisis, desde que nació. Lo mató el sonoro, lo mató la tele, lo mató el control remoto, lo mató Blockbuster, lo mató el streaming... Y el cine no puede morirse porque no es un formato, es un lenguaje, y va a seguir siendo hablado. Y si es que el formato largo tiende a caducar, como tiende a caducar la ópera, y hay que hacer cosas más cortas, ahí la poesía encontrará su camino. Yo lo veo así.

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