Berlín 07: Sionistas en acción y un fallido cuento psicoanalítico-fantástico
- por © K. Ozga (Berlín)-NOTICINE.com/Fotos:Reuters-AP
14-II-07
Tres cintas se presentaron este miércoles de San Valentín en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Contra el clima de la fecha, amor, más bien hubo poco, y guerra y sangre, por un tubo... Las estrellas, en este día de transición, también brillaron por su ausencia. No las había en los repartos, ni siquiera en la violenta superproducción "300", que se presentó fuera de concurso. Por el Oso compitieron la israelí "Beaufort" y la alemana "Yella", que convencieron más bien poco al respetable.
"Beaufort", de Joseph Cedar, es una bienintencionada película israelí que no puede evitar a la postre glorificar a sus buenos chicos en el Líbano, los que durante años defendieron unas recónditas instalaciones militares junto a un castillo medieval en ruinas. Perdidos en medio de la desértica nada y periodicamente atacados con cohetes por Izbolah, los muchachos se plantean qué pintan en ese risco en tierra extraña, con un enemigo al que nunca ven. La película pretende ser según sus autores "apolítica" y denunciar la tontería de estar en medio de territorio enemigo justo por defender no se sabe qué, pero es difícil abstraerse de que por mucho que esos jóvenes sean simpáticos muchachos, otros colegas suyos son los que muy lejos del Berlinale Palast matan adolescentes palestinos, destruyen casas en Cisjordania, y hace unos meses bombardeaban a mujeres y niños en ese mismo sur del Líbano (la película se desarrolla en la retirada israelí de 2002) o levantan muros.
Dirigida por Christian Petzold, la producción local "Yella" se sitúa bastante por debajo del listón que dejó la anterior cinta alemana a concurso, "Die falscher". Se trata de un drama en su mayor parte soñado (como veremos al final) por parte de una joven mujer (la atractiva figura local Nina Hoss) que -acosada por su violento ex marido- decide marcharse a otra ciudad a asumir un puesto de trabajo como contable. Este la acompaña a la estación, y después de una discusión decide quitarse de enmedio llevándosela a ella por delante. Así, da un volantazo y lanza su todoterreno con ambos dentro al río.
En la siguiente escena vemos como los dos salen vivos del agua. Ella, que recupera consciencia antes, toma el tren que tenía previsto y en Hannover vive extrañas aventuras llenas de símbolos, visiones, dinero negro, manejos empresariales turbios, y hasta un nuevo amor. El final, que pretende ser sorprendente, nos lo quiere explicar todo. Entendido o no, el caso es que el film decepcionó a la mayoría, y hasta hubo abucheos a pesar de haber un teórico público alemán. No se le puede negar que la trama tiene su intriga y hasta algunos chistes simpáticos en el guión, pero con la manía de enclavarla en el género fantástico (¿estará en Sitges?) Petzold se lía tanto que acaba ahogado como su protagonista.
Lo más divertido de "300" es jugar al "antisionismo", ya metidos en faena hoy gracias a "Beaufort". Más de uno habrá pensado tras ver la retahila de apelaciones al honor, la defensa de la familia, la cultura occidental, el elogio de la guerra como necesidad última para preservar todos esos valores tradicionales que hoy se consideran como mínimo en discusión, al que estrategicamente se une también la libertad. Los 300 espartanos van a liquidar solitos buena parte del Imperio Persa, comandando por el poderoso Xerxes, que para más inri parece la ganadora del concurso de "drag-queens" en el carnaval de Tenerife. Persia es -por si alguien no lo sabe- nada menos que el actual Irán (o sea los malos son los iraníes).
A la salida de la sala, tras los abucheos, se hacían apuestas chistosas sobre si esta película estaba directamente financiada por el Pentágono y la CIA o por el "lobby" judío de Hollywood (varios destacados miembros de esa comunidad participan en la producción, encabezados por Mark Canton). En estos tiempos donde casi nadie se atreve a no reconocer el desastre de Irak y lo mal que llevamos esa "guerra al terror", cuando Irán decide tener un poder nuclear -como por cierto lo tienen sus vecinos israelíes- y tras la derrota y ejecución de Sadam es el nuevo enemigo público número uno para Bush, qué mejor que estrenar una película muy bien hecha, genial para los jóvenes gringos de menos de 20 años, sedientos de edificantes historias de honor salpicadas (nunca mejor dicho) de sangre y gloriosas batallas recreadas por ordenador. Esto de dar moral a la futura tropa ya lo hacía Hollywood en los 40 con películas propagandísticas pero con un guión digno de tal nombre.
Técnicamente, aunque quien espere ver una especie de segunda edición estética de "Sin City" (Frank Miller es el autor del comic que la inspira) quedará defraudado, "300" es impecable. Sólo puede criticarse que algunos de sus efectos digitales "canten", como lo de poner más barcos persas en el mar que aquellos de "Troya", algo así como un atasco en hora punta en el DF, Buenos Aires o Madrid. Casi no hay decorados de verdad, todo son hermosos u oscuros paisajes en pixeles, y hasta los personajes reales se han retocado informaticamente para que parezcan más héroes de comic.
En resumidas cuentas, mucha violencia, mucha sangre, mucha defensa del honor, la patria y la familia, y mucha guerra al enemigo iraní... Más que un comic parece un video-juego. Por muy poca visión crítica que se tenga, algo chirría demasiado en "300", donde al pobre Rodrigo Santoro, ídolo de las jovencitas latinoamericanas, le ha tocado el papel de ese Xerxes vestido por Jean Paul Gaultier.
Tres cintas se presentaron este miércoles de San Valentín en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Contra el clima de la fecha, amor, más bien hubo poco, y guerra y sangre, por un tubo... Las estrellas, en este día de transición, también brillaron por su ausencia. No las había en los repartos, ni siquiera en la violenta superproducción "300", que se presentó fuera de concurso. Por el Oso compitieron la israelí "Beaufort" y la alemana "Yella", que convencieron más bien poco al respetable.
"Beaufort", de Joseph Cedar, es una bienintencionada película israelí que no puede evitar a la postre glorificar a sus buenos chicos en el Líbano, los que durante años defendieron unas recónditas instalaciones militares junto a un castillo medieval en ruinas. Perdidos en medio de la desértica nada y periodicamente atacados con cohetes por Izbolah, los muchachos se plantean qué pintan en ese risco en tierra extraña, con un enemigo al que nunca ven. La película pretende ser según sus autores "apolítica" y denunciar la tontería de estar en medio de territorio enemigo justo por defender no se sabe qué, pero es difícil abstraerse de que por mucho que esos jóvenes sean simpáticos muchachos, otros colegas suyos son los que muy lejos del Berlinale Palast matan adolescentes palestinos, destruyen casas en Cisjordania, y hace unos meses bombardeaban a mujeres y niños en ese mismo sur del Líbano (la película se desarrolla en la retirada israelí de 2002) o levantan muros.
Dirigida por Christian Petzold, la producción local "Yella" se sitúa bastante por debajo del listón que dejó la anterior cinta alemana a concurso, "Die falscher". Se trata de un drama en su mayor parte soñado (como veremos al final) por parte de una joven mujer (la atractiva figura local Nina Hoss) que -acosada por su violento ex marido- decide marcharse a otra ciudad a asumir un puesto de trabajo como contable. Este la acompaña a la estación, y después de una discusión decide quitarse de enmedio llevándosela a ella por delante. Así, da un volantazo y lanza su todoterreno con ambos dentro al río.
En la siguiente escena vemos como los dos salen vivos del agua. Ella, que recupera consciencia antes, toma el tren que tenía previsto y en Hannover vive extrañas aventuras llenas de símbolos, visiones, dinero negro, manejos empresariales turbios, y hasta un nuevo amor. El final, que pretende ser sorprendente, nos lo quiere explicar todo. Entendido o no, el caso es que el film decepcionó a la mayoría, y hasta hubo abucheos a pesar de haber un teórico público alemán. No se le puede negar que la trama tiene su intriga y hasta algunos chistes simpáticos en el guión, pero con la manía de enclavarla en el género fantástico (¿estará en Sitges?) Petzold se lía tanto que acaba ahogado como su protagonista.
Lo más divertido de "300" es jugar al "antisionismo", ya metidos en faena hoy gracias a "Beaufort". Más de uno habrá pensado tras ver la retahila de apelaciones al honor, la defensa de la familia, la cultura occidental, el elogio de la guerra como necesidad última para preservar todos esos valores tradicionales que hoy se consideran como mínimo en discusión, al que estrategicamente se une también la libertad. Los 300 espartanos van a liquidar solitos buena parte del Imperio Persa, comandando por el poderoso Xerxes, que para más inri parece la ganadora del concurso de "drag-queens" en el carnaval de Tenerife. Persia es -por si alguien no lo sabe- nada menos que el actual Irán (o sea los malos son los iraníes).
A la salida de la sala, tras los abucheos, se hacían apuestas chistosas sobre si esta película estaba directamente financiada por el Pentágono y la CIA o por el "lobby" judío de Hollywood (varios destacados miembros de esa comunidad participan en la producción, encabezados por Mark Canton). En estos tiempos donde casi nadie se atreve a no reconocer el desastre de Irak y lo mal que llevamos esa "guerra al terror", cuando Irán decide tener un poder nuclear -como por cierto lo tienen sus vecinos israelíes- y tras la derrota y ejecución de Sadam es el nuevo enemigo público número uno para Bush, qué mejor que estrenar una película muy bien hecha, genial para los jóvenes gringos de menos de 20 años, sedientos de edificantes historias de honor salpicadas (nunca mejor dicho) de sangre y gloriosas batallas recreadas por ordenador. Esto de dar moral a la futura tropa ya lo hacía Hollywood en los 40 con películas propagandísticas pero con un guión digno de tal nombre.
Técnicamente, aunque quien espere ver una especie de segunda edición estética de "Sin City" (Frank Miller es el autor del comic que la inspira) quedará defraudado, "300" es impecable. Sólo puede criticarse que algunos de sus efectos digitales "canten", como lo de poner más barcos persas en el mar que aquellos de "Troya", algo así como un atasco en hora punta en el DF, Buenos Aires o Madrid. Casi no hay decorados de verdad, todo son hermosos u oscuros paisajes en pixeles, y hasta los personajes reales se han retocado informaticamente para que parezcan más héroes de comic.
En resumidas cuentas, mucha violencia, mucha sangre, mucha defensa del honor, la patria y la familia, y mucha guerra al enemigo iraní... Más que un comic parece un video-juego. Por muy poca visión crítica que se tenga, algo chirría demasiado en "300", donde al pobre Rodrigo Santoro, ídolo de las jovencitas latinoamericanas, le ha tocado el papel de ese Xerxes vestido por Jean Paul Gaultier.